Si ves las barbas de tu vecino cortar…

Ante el triunfo de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, la sociedad mexicana se ha desahogado del trauma...

24 de noviembre, 2016

Ante el triunfo de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, la sociedad mexicana se ha desahogado del trauma tachando a los norteamericanos de racistas, homofóbicos o misóginos. Incluso he escuchado análisis detallados de las polémicas promesas de campaña del citado político. Si bien dicha catarsis es sana, lo que ya no es tan bueno es que nos limitemos a ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio.

La viga que nos negamos a ver es que más de la mitad de la población de nuestro país comparte rasgos con quienes votaron por Trump, por el Brexit o por partidos populistas o nacionalistas europeos. Es decir, personas:

  • que han padecido los efectos negativos de la globalización o de las políticas neoliberales que le acompañan (e.g., desempleo),
  • que tienen resentimiento o desconfianza hacia otros sectores de la sociedad, a quienes culpan de sus circunstancias,
  • que desconfían de los políticos tradicionales,
  • con poco o nulo roce con individuos de otras clases sociales y de otros países,
  • con baja capacidad de pensamiento crítico, es decir, de la disciplina mental para encontrar errores, datos falsos o inexactos en la información que consideramos al tomar una decisión.

Dado lo anterior no es de extrañar que gran parte de la población no pueda ser consciente de que se está comportando igual que los seguidores de Trump. De cómo comparten su homofobia, racismo, misoginia y el nulo análisis o evaluación de la viabilidad de las promesas de campaña.

En un país de mayoría homofóbica la gente no puede entender por qué el grito “queeee…p…” es inadecuado y celebra el “Mensaje turquesa a Trump”. En un país altamente misógino hasta las seguidoras de AMLO se ríen cuando éste se refiere a una posible candidata a la presidencia como “vaca”. Ante la falta de pensamiento crítico no es de extrañar que se elija como presidente a un empresario que dice que en 15 minutos resuelve el conflicto zapatista, ni que AMLO permanezca vigente a pesar de su república amorosa y su rebelión en la granja. En todos estos ejemplos, los seguidores de esos políticos aplauden estos despliegues a la Trump con el mismo entusiasmo que quienes votaron por futuro presidente estadounidense.

Lo peor de todo, es que cada vez que discuto este tema, pocos creen que lo ocurrido en Reino Unido y Estados Unidos pueda pasar también en México. El argumento que escucho una y otra vez, es que AMLO ya no tiene tanta fuerza como antes o que la cordura debe prevalecer. Tristemente Obama también aludió a la cordura de los votantes estadounidenses hace un par de meses y vean ahora los resultados. Respecto de AMLO, si éste ya no tuviera tanta fuerza ¿por qué nuevamente hay guerra sucia en su contra? Aun así, no se requiere de él para que tengamos nuestra propia versión de Trump, basta cualquier demagogo que dé voz a las frustraciones y miedos de la población.  

¿Qué hacer entonces?

Si no queremos vernos igual que nuestros vecinos, hay que empezar por reconocer que México es terreno fértil para la llegada de un Trump a la mexicana. Segundo, no hay que caer en las reacciones típicas: ser indiferentes, creer que es asunto del gobierno o de la educación en casa. Si bastara el gobierno y la educación doméstica, yo no estaría escribiendo este artículo.

Es nuestra responsabilidad como ciudadanos actuar desde nuestro ámbito. Por ejemplo:

  1. Actuar ante actitudes racistas, homofóbicas o misóginas que veamos en nuestra familia, conocidos y lugar de trabajo. No debemos tolerarlas ni en bromas (que es donde abundan). Si vemos un comportamiento así y no hacemos nada, somos cómplices del mismo.
  2. Una campaña formativa con la participación coordinada de la iniciativa privada, organizaciones de la sociedad civil y medios de comunicación. Si estos sectores hicieron un pacto para evitar comunicar mensajes del crimen organizado, bien pueden hacer algo para:
    1. Concientizar a la población sobre sus comportamientos racistas, homofóbicos o misóginos (pues no siempre se es consciente de ellos).
    2. Si a la gente le encantan las series y telenovelas, que éstas refuercen patrones de comportamiento positivos (no los patrones retrogradas de siempre).
    3. Ayudar al desarrollo de pensamiento crítico en cápsulas o concursos con retos o acertijos. También en la forma en que los protagonistas de telenovelas y series resuelven problemas (series de abogados o detectives son ejemplo de ello).

Ya toca hacer algo para mejorar al país. Además, no queda de otra; los fenómenos Trump y Brexit nos advierten que ya no es viable barrer los problemas debajo del tapete. Igualmente, Estados Unidos y Europa han dejado de ser opción para aquellos que prefieren huir al país (si pensaban en Canadá, noticia: está saturada de solicitudes de minorías que huyen de Trump).

Ya vimos las barbas de nuestro vecino cortar, aún estamos a tiempo de poner las nuestras a remojar.  

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