Autor:
José Navarro Catedrático de Psicología del Trabajo y de las Organizaciones, Universitat de Barcelona
Entre las muchas áreas ampliamente consolidadas por la investigación psicológica está la de la ciencia de la motivación. Décadas de investigación han asentado bien las bases para entender el porqué del comportamiento motivado y el cómo se produce el mismo. Esta investigación, además, ha tenido un carácter muy aplicado pues han sido contextos como el educativo, el laboral, o el deportivo, los que han estimulado dichas investigaciones.
El presente artículo, cuyo título parafrasea el trabajo que el psicólogo estadounidense Frederick Herzberg publicara hace más 50 años, pretende aportar unas guías básicas para entender porqué nuestros alumnos se (des)motivan en nuestras clases.
Consideremos los motivos
Los estudiantes universitarios se motivan cuando tienen motivos o necesidades que ven que pueden satisfacer a través del estudio y de las actividades docentes que el profesor plantea. Para una estudiante, la relaciones sociales pueden ser su principal motivación, y compartir con otros estudiantes es una fuente de bienestar.
A otros estudiantes puede moverles el sentirse competentes y capaces al realizar una actividad concreta. Y una tercera estudiante puede necesitar una nota de corte para superar una asignatura y acceder a otros estudios que persigue.
Los motivos pueden ser, como se ve, muy diversos. Y aquí está el segundo de los aprendizajes claves a retener: estudiantes distintos podrán tener motivos distintos. Si el sistema de evaluación que utilicemos en nuestra asignatura es único, inevitablemente motivará a unos estudiantes y no tanto a otros. Pueden plantearse ciertos menús de evaluación en los que el alumno elige entre algunas alternativas disponibles, pero ello es una práctica poco común en nuestras evaluaciones estandarizadas.
Motivos universales
También podemos considerar motivos que sabemos tiene cualquier estudiante. Existen, al menos, tres motivos universales: la autonomía, la competencia y la relación. Cualquier estudiante necesita ser y sentirse autónomo, antes que sentirse dependiente. Sentir que tiene control sobre lo qué hace, sobre cómo lo hace, o sobre cuándo lo hace.
Cualquier estudiante necesita sentirse competente, capaz de hacer bien las diferentes actividades que se le proponen, y que dichas actividades se sitúan en su zona de desarrollo próximo de tal forma que lo fuerzan a dar lo mejor de sí mismo y a aprender.
Y cualquier estudiante necesita sentirse conectado con otros iguales.
Diseñar actividades formativas que fomenten la autonomía, la competencia o la relación es una vía eficaz para estimular la motivación de nuestros alumnos. Por ello el aprendizaje basado en resolución de problemas, o el aprendizaje basado en proyectos, que además se hacen en grupos cooperativos de estudio, son técnicas tan efectivas al estimular y alimentar dichas necesidades de autonomía, competencia y relación.
Diseñemos sistemas de evaluación justos
Los estudiantes universitarios se motivan cuando entienden el sistema de evaluación y perciben que éste es justo. Clarificar qué se evaluará y cómo es tarea inexcusable para cualquier docente al empezar una actividad formativa. Hay que asegurarse de que los estudiantes entiendan el sistema de evaluación.
Además, hay que procurar que dicho sistema sea percibido como justo. Como la actividad docente universitaria se ejecuta ante un grupo de alumnos inevitablemente estos se compararán entre sí. Y compararán sus esfuerzos invertidos, sus desempeños así como las evaluaciones obtenidas.
El sistema de evaluación debe ser capaz de discriminar desempeños diferentes, es decir, que alumnos que lo hagan mejor reciban una evaluación mejor. Además, el sistema de evaluación ha de ser percibido como justo. Para que exista esa percepción de justicia, debe existir una relación proporcional entre el esfuerzo que el alumno invierte y la evaluación que recibe (justicia distributiva); una argumentación de los criterios de evaluación (justicia procedimental), e incluso la participación de los estudiantes en el diseño de dichos criterios de evaluación (justicia interpersonal).
Proporcionemos retroalimentación
Los estudiantes universitarios se motivan cuando reciben retroalimentación sobre cómo están trabajando. La evaluación formativa (el feedback) estimula que los alumnos puedan conocer qué resultados de aprendizaje están obteniendo y qué se espera de ellos.
Es importante diseñar metas de aprendizaje a lo largo de toda la actividad formativa. Garantizar que esos objetivos sean entendidos por el alumno, sean específicos, sean retadores a la vez que alcanzables. Y una vez diseñados dichos objetivos de aprendizaje, ir proporcionando feedback sobre el grado de alcance de dichos objetivos.
Diseñemos tareas académicas significativas
Los estudiantes universitarios se motivan cuando han de afrontar tareas académicas a las que les encuentran utilidad, sentido, propósito. Este propósito puede ser muy pragmático y venir marcado por el carácter profesionalizador de unos estudios en los el alumno aprende conocimientos y habilidades para ejercer como un futuro profesional. También puede haber propósitos más etéreos como los meramente intelectuales o epistemológicos en los que el alumno encuentra sentido a lo que hace porque siente que profundiza en un campo concreto de conocimientos.
Estos cuatro puntos para tener en cuenta los motivos, cuidar que la evaluación sea justa, proporcionar feedback y diseñar actividades significativas representan cuatro guías con las que se puede avanzar, y mucho, en la estimulación y mantenimiento del comportamiento motivado de nuestros alumnos en nuestras aulas.
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