La diabetes II es un grupo de disfunciones metabólicas que no tienen cura, lo único que puede hacerse es controlar la deficiencia. Son una serie de acumulaciones de glucosa que se generan por la exigua secreción o el defectuoso funcionamiento de la insulina. Prácticamente es un padecimiento personal, es decir: cada individuo presenta un grado y un tipo diferente del trastorno que se va acentuando con el tiempo, por lo cual no es conveniente generalizar ni los diagnósticos ni los tratamientos. Controlar la diabetes II requiere orden y disciplina, monitorear a diario los niveles de glucosa en sangre, anotar cada una de las lecturas, acudir periódicamente con el doctor al cargo, tomar las medicinas puntualmente y no incurrir en excesos gastronómicos. Un cálculo poco confiable estipula que aproximadamente existen 463 millones de personas afectadas con esta disfunción y que es la 8ª causa de muerte en el mundo, con un saldo de un millón de muertes indirectas al año (explicación más adelante). La imprecisión de los datos se debe a que, en muchos países entre ellos México, los pacientes no están interesados en documentar los casos y continuar con los tratamientos adecuados. Simplemente, no existe una cultura ni una disciplina formal para reportar las cifras necesarias y es imposible obtener una estadística rigurosa.
En algunos países esta desgracia se ha diseminado en los siguientes grupos étnicos: latinoamericanos 14%, negros 12%, blancos 7% y asiáticos 10%; siempre con una predominante mayoría de masculinos. Los porcentajes de los afectados son: el 4.5 % de los comprendidos entre los 15 y 49 años, el 15% de los incluidos entre los 50 y los 69 y el 22% entre los mayores de 70 años. Este dato sugiere que la edad de los individuos pudiera ser un factor importante en el mecanismo biosintético de la insulina, pero habrá que esperar hasta obtener una evidencia inobjetable.
La diabetes II es un trastorno múltiple con efectos muy semejantes a la chispa que incendia el polvorín, surge de pronto y de inmediato se presentan algunos de los siguientes síntomas: diarrea, somnolencia, visión deficiente, fatiga, estreñimiento, infecciones en la piel, molestias urinarias, confusión mental, cardiopatías, etc. que se van haciendo más agudas con el tiempo; y todavía más riesgosas si no se atienden adecuadamente.
La atención médica debe ser esmerada, de preferencia el mismo facultativo que conoce bien la historia clínica del paciente y que obviamente va a prescribir la receta más adecuada al caso.
Este trastorno es el sinónimo de una destrucción física, mental y emocional que mina al individuo a una condición crítica funcional que lo reduce hasta aniquilarlo. Literalmente acaba con cada uno de sus órganos, su vista, su masticación y su lucidez mental, cuando ya antes diezmó su economía, bien por los costos del tratamiento y la dieta o bien por la disfuncionalidad para el trabajo o la satisfacción personal. El concepto de muertes indirectas es precisamente el deterioro, la decadencia gradual y sistemática del diabético que va sufriendo disfunciones, fallas, síndromes y complicaciones que lo conducen a la muerte. Es raro observar algún certificado de defunción cuya causa sea: la diabetes II.
Es importante cuidar y entender que el buen funcionamiento de nuestro cuerpo y nuestras funciones son una responsabilidad y una tarea exclusiva de nosotros, de nadie más.
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