Es inevitable reconocer que el cambio climático es causado por las actividades humanas y que amenaza la forma en que vivimos y el futuro de nuestro planeta. Sin ver mucho hacia atrás, en 2020, las concentraciones globales de gases de efecto invernadero alcanzaron nuevos máximos que inciden en el aumento en la temperatura del planeta.
En 2021, la temperatura media mundial fue de aproximadamente 1.1 °C por encima del nivel preindustrial y, paralelamente, la eliminación gradual del confinamiento por Covid incrementó las emisiones de CO2 en un 6%; ante ello, el futuro representa un reto: Para 2030, se estima que 700 millones de personas estarán en riesgo de desplazamiento sólo por la sequía, y alrededor de un tercio de las áreas terrestres del mundo sufrirán sequías al menos moderadas para el año 2100.
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Urge tomar mejores medidas para combatir el cambio climático y sus impactos devastadores para salvar vidas y medios de subsistencia y hacer realidad la Agenda 2030 de la ONU para el Desarrollo Sostenible. Si no se controla, el cambio climático anulará gran parte del desarrollo de los últimos años además de exacerbar la escasez de alimentos y agua. Ello implica incrementar los esfuerzos para transformar los sistemas de energía, industria, transporte, alimentos, agricultura y silvicultura.
En la mitigación del cambio climático la tecnología tiene un papel fundamental y, si bien la actual es un importante apoyo, el desarrollo tecnológico es necesario para reducir las emisiones globales, aprovechar de manera eficiente la energía renovable y hacer frente a los fenómenos meteorológicos extremos.
En los últimos años ha habido ideas innovadoras para lograrlo, como la tecnología de captura de carbono (con el inconveniente de la dificultad para almacenar el carbono capturado y posibles fugas de CO2); sembrar la atmósfera superior con aerosoles a base de sulfato; escudos solares espaciales para reflejar los rayos solares antes de que lleguen a la atmósfera; y hasta pintar los techos de blanco para reducir potencialmente el efecto de isla de calor urbano y ayudar a reflejar más luz y calor hacia el espacio.
En la primera mitad de 2020, la energía solar y eólica cubrieron el 10% de la demanda mundial de electricidad, estableciendo un récord histórico, aun cuando todavía está lejos de lo que sería deseable, especialmente si se tiene en cuenta que el carbón aún genera un tercio de la energía mundial. Las energías limpias todavía enfrentan barreras técnicas que limitan su expansión, pero ya existen algunas innovaciones que podrían aumentar la sostenibilidad de las energías renovables en el futuro.
Las mejores soluciones implican mejorar las tecnologías e infraestructuras energéticas existentes para satisfacer las demandas de energía; capitalizar los dispositivos y electrodomésticos inteligentes, los contadores de electricidad inteligentes, la valorización energética de residuos municipales, plantas y granjas solares flotantes (que también ahorran agua al reducir la evaporación), aerogeneradores de eje vertical, el almacenamiento de energía solar y eólica de metal fundido, las represas hidroeléctricas reversibles, y las soluciones agrovoltaicas.
Pero hay otras opciones que brinda la tecnología. Muchos investigadores ya trabajan en sistemas para almacenar el calor solar y devolverlo por la noche en forma de electricidad, aprovechando el principio físico del enfriamiento radiativo, considerado la energía del futuro; por su parte, un nuevo sistema diseñado en Estados Unidos utiliza la luz solar para transformar el CO2 y el agua en oxígeno y ácido fórmico, que puede convertirse en combustible de hidrógeno, una energía limpia.
Por su parte, una startup alemana busca generar energía combinando en un solo sistema la generada por las olas del mar, el sol y el viento, concepto que ya se está probando frente a las costas de Grecia, a través de una plataforma flotante modular que se puede expandir según sea necesario. Otros emprendedores norteamericanos buscan generar energía a través de manipular los procesos biológicos de bacterias como la Geobacter sulfurreducens, para fabricar nanocables proteicos conductores de electricidad, aprovechando que cuando a las bacterias les llega la humedad del aire, se produce una pequeña corriente eléctrica constante.
Pero las grandes ideas no sólo vienen de países desarrollados. Gracias a una asociación financiada por el Programa de Pequeñas Donaciones (SGP) del Fondo Para el Medio Ambiente Mundial de la ONU (FMAM), tres ingenieras solares mayas están instalando sistemas de energía solar y contribuyendo al desarrollo sostenible en pequeñas comunidades indígenas en el sur de Belice. Por su parte, el proyecto Venezolano Amazonas Originaria que lucha contra el cambio climático, está capacitando a familias indígenas en el uso y cuidado sostenible de los bosques tropicales en las cercanías de Puerto Ayacucho y están aprendiendo a transformar frutos nativos en otros productos.
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Al abordar el cambio climático, podemos construir un mundo sostenible para todos. Pero tenemos que actuar ahora. La primera mitad del siglo XXI es el lapso que tenemos para alejar la mayor parte de la economía mundial de los combustibles fósiles y afortunadamente, las soluciones tecnológicas para la mitigación del cambio climático ya están aquí, y cada día surgen nuevas formas de reducir nuestro impacto en el clima.
Toca apoyar su adopción con la inversión adecuada y estímulos regulatorios.
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