Veneno eterno

El pasado 26 de abril se cumplieron 29 años del accidente que provocó la catastrófica explosión del reactor número 4 de la central nuclear de...

11 de mayo, 2015

El pasado 26 de abril se cumplieron 29 años del accidente que provocó la catastrófica explosión del reactor número 4 de la central nuclear de Chernóbil, Ucrania, ex URSS, cuyos daños no sólo yacen en aquella alejada región del este de Europa sino en el planeta entero.

Los daños responden a la liberación al ambiente de peligrosos materiales radiactivos como Cesio 137, Yodo I-131 y Estroncio 90, tras 10 días de fuego incontrolable, cuya toxicidad fue 200 veces superior a la producida por las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki juntas.

En un inicio, las consecuencias fueron inciertas. La falta de información oportuna se agravó aún más debido el gran hermetismo por parte del entonces gobierno soviético que ocultó la catástrofe por varios días, tiempo vital que pudo haber salvado muchas vidas.

Mucho se ha dicho de la duración de la radiactividad de los materiales en el ambiente. Para saber más, me di a la tarea de hacer una búsqueda en Google para conocer la vida media del Cesio 137. Obtuve cerca de 67,200 resultados y todos los que leí, coinciden en que el promedio de vida media de este material es de 30 años. Lo mismo hice con el Yodo I-131, con 28,000 resultados, que dicen que presenta una vida de aproximadamente 8 días. Y, finalmente el Estroncio 90, con 66,000 resultados, cuya vida media oscila entre los 25 y 28 años según distintas fuentes.

Lo que me causa extrañeza es haber visto un sinnúmero de documentales basados en los fatídicos hechos de Chernóbil, en donde escuché a científicos y autoridades afirmar que las tierras circundantes a la central nuclear, cientos de kilómetros a la redonda, quedarán inhabitables por los siguientes 27 mil años (en algunos casos dicen que 24 mil), duración considerada “eterna”, porque tal vez para entonces la civilización humana ya no exista sobre la faz de la tierra.

Recordemos que Chernóbil ha sido el peor desastre nuclear de la historia, más no el único. A nivel mundial han ocurrido al menos 99 accidentes registrados (civiles y militares) de reactores nucleares desde 1952 a 2009 (definidos como incidentes que resultaron en la pérdida de vidas humanas o en más de US$50.000 de daños a la propiedad).

A destacar mencionaré dos: Three Mile Island (Pensilvania, Estados Unidos), el 28 de marzo de 1979 y, el más reciente, ocurrido en la central nuclear de Fukushima en Japón, tras el sismo magnitud 9.0 y posterior tsunami, el 11 de marzo de 2011. Ambas, sin reporte de víctimas humanas. Sin embargo, ésta última con información resguardada en un gran hermetismo sin que las reales consecuencias sean reveladas abiertamente.

México posee dos centrales nucleares: Laguna Verde. en el estado de Veracruz, y la del ININ (Instituto Nacional de Investigación Nuclear), ubicada en La Marquesa, Estado de México. La primera es administrada por la Comisión Federal de Electricidad a través de la Gerencia de Centrales Nucleoeléctricas.

De acuerdo a un artículo de  la agencia de medios multiplataforma especializados en finanzas, economía y negocios “El Financiero”, publicado el 6 de mayo del 2014, un ex trabajador afirma que la planta de Laguna Verde es de las más inseguras del mundo, del cual comparto un fragmento:

-Salas Mar, señaló que a través de una solicitud de información que hizo a la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguarda No. 1810000006713, obtenida vía el IFAI, aparece que los factores de desempeño son pésimos-. 

Esta información hace desconfiar de las condiciones de mantenimiento y seguridad actuales de esta planta. ¿Acaso habrá involucradas certificaciones compradas? ¿será un caso más de corrupción en el país que compromete la seguridad de muchos mexicanos?. Éstas son, a mi parecer, solo preguntas legítimas y lógicas.

No quisiera dejar de mencionar el escandaloso caso por muchos años oculto a la luz pública de la llamada “leche radiactiva”. Resulta que a raíz de la explosión en Chernóbil parte del territorio de Europa fue bañado por lluvia radiactiva, contaminando cultivos, pastos, bosques, ríos y mares. En junio de 1986 arribó a nuestro país el primero de muchos embarques de lácteos contaminados provenientes de Irlanda, de cuya importación se encargó la paraestatal Conasupo a través de Leche Industrializada Conasupo (Liconsa) y, como era de esperarse, tales lácteos no recibieron nunca inspección alguna para saber si estaban libres de radiactividad y fueron ofrecidos al consumidor. No fue sino tiempo después que gracias a una empresa que le compraba leche a Liconsa, después de someter ésta a diversas pruebas, alertó de la toxicidad de los productos que fueron sacados del mercado y ocultos en bodegas secretas. Como dato adicional, adivinen quién era el Director Liconsa: Raúl Salinas de Gortari.

Después de todas estas reseñas hay indicios de que los valores acerca de la duración de la radiactividad, el número de muertes, los problemas de salud como el cáncer de tiroides y el alcance total en cifras hayan sido arbitrariamente manipulados por las mismas autoridades, gobiernos, científicos y por el mismo Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA, o IAEA por sus siglas en Inglés).

Es barato producir energía nuclear para abastecer de electricidad a las crecientes ciudades y sus industrias. Esa es la principal razón por la cual se siguen construyendo al día de hoy centrales nucleares. La constante en los argumentos de gobiernos y empresarios es que son seguras, gracias a los antecedentes nefastos a este respecto y a las medidas de la moderna ingeniería nuclear.

No obstante, el hombre sigue siendo infalible y siempre habrá errores humanos. La construcción de nucleoeléctricas prosigue pese a los esfuerzos de muchas instituciones, ONGs, víctimas y ciudadanos comunes que han sumado esfuerzos para concientizar de los graves peligros que representa la energía nucelar para el planeta y para la vida en todas sus formas.

No sé cuántos Chernóbils o Fukushimas deban ocurrir o cuántos casos de cáncer de tiroides, deformaciones, mutaciones o cuántas vidas se necesiten perder antes de que finalmente esa gente necia, amante del dinero, se dé cuenta del alto riesgo de manipular este tipo de materiales peligrosos y comience a clausurar y desmantelar estos recintos así como dejar de construirlos.

Preguntémonos: ¿por qué hay tanto cáncer últimamente?. Estemos conscientes que hay toxicidad en todo el globo y que estará ahí por milenios. Es probable que consumamos todos los días cesio, yodo y estroncio en nuestros alimentos sin percatarnos de ello.

Tal vez a nivel mundial no podamos hacer mucho, pero en México tenemos derecho de conocer cómo se encuentra la planta de Laguna Verde, acercarnos a las instituciones de transparencia a nuestro alcance, y tal vez, sólo tal vez, evitar una catástrofe como aquella de 1986.

 

Fuentes:

http://www.greenfacts.org/es/chernobil/

http://www.ejournal.unam.mx/cns/no47/CNS04705.pdf

https://www.youtube.com/watch?v=kJMPERF41P8

http://es.wikipedia.org/wiki/Accidentes_de_reactores_nucleares_en_Estados_Unidos

http://internacional.elpais.com/internacional/2011/03/12/actualidad/1299884412_850215.html

http://es.wikipedia.org/wiki/Central_Nuclear_Laguna_Verde

http://www.elfinanciero.com.mx/economia/planta-laguna-verde-de-las-mas-inseguras-del-mundo-extrabajador.html

 

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