No al regateo

Llegaron la vacaciones de Semana Santa, días de asueto dedicados a romper la rutina y al esparcimiento...

28 de marzo, 2016

Llegaron la vacaciones de Semana Santa, días de asueto dedicados a romper la rutina y al esparcimiento para miles de personas. Muchos eligen salir de casa con la familia para conocer lugares nuevos dentro y fuera del país. Para quienes eligen turistear en territorio nacional las posibilidades son infinitas: playas de ensueño, centros eco-turísticos fascinantes, pueblos mágicos, junglas recónditas, montañas nevadas, desiertos misteriosos, las ciudades y sus museos para todos los gustos…¡México lo tiene todo!

A donde quiera que vayamos siempre queremos adquirir un objeto que nos haga recordar nuestra estadía en aquel lugar o bien, llevarlo en forma de obsequio para familiares y amigos al volver a casa.

Los llamados “souvenirs” son toda una tradición. Una representación de los voladores de Papantla en miniatura hecha de madera con muchos detalles y alegres colores de la cultura Totonaca de Veracruz, máscaras misteriosas con largos cabellos de seres mitológicos en forma de animales así como figuras de palofierro en el norteño estado Sonora, piezas de talavera llenas de flores y alegorías en Puebla, inigualables vasijas de barro negro y alebrijes de Oaxaca, árboles de la vida en Metepec y figurillas de obsidiana o mini-pirámides del Sol y la Luna en San Juan Teotihuacán en el Estado de México, Sarapes asombrosos en Coahuila, sombreros de charro aterciopelados en Jalisco, Tenangos de mil colores en Hidalgo, platería exquisita en Guerrero particularmente en Taxco tan típico destino en estas fechas por sus famosos ritos de la Procesión de las Ánimas, los encruzados y los flagelantes que viven a flor de piel la pasión y muerte de Jesucristo, y por supuesto indumentaria en diversos diseños y dulces típicos que prácticamente se encuentran en cualquier destino de este maravilloso país y que son sólo una minúscula parte de la diversidad de artesanías mexicanas que como turistas propios o extraños nos complace encontrar.

Un importante número de artesanos creadores de tan bellas piezas provienen de comunidades indígenas y/o rurales cuyas condiciones de vida distan mucho de ser dignas debido a los altos índices de marginación y pobreza a los que están sujetos resultado de una triste y aún predominante discriminación y rezago innegables. El honroso oficio de artesano ha sido una alternativa de auto-empleo que ha permitido a cientos de miles de familias contar con ingresos para su subsistencia y el dominio del arte es enseñado religiosamente generación tras generación.

La vida del artesano es dura, no sólo porque en muchos de los casos la creación de sus obras comienza desde la nada dedicando tiempo en ir a buscar al monte parte de la materia prima con la cuál elaborar sus productos como el barro o la palma para la elaboración de canastas y cestos, sino porque su trabajo generalmente está subvaluado.

Con lo anterior me refiero a que muchas de esas artesanías son todas unas obras de arte que para su creación se dedicaron arduas horas, días y semanas debido a largos procesos de elaboración que muy pocos valoran.

No nos resulta extraño escuchar en los mercados de artesanías expresiones como:

¿Cuánto es lo menos?

Me llevo dos pero déjemelo más barato.

¡Dame precio!

¿Por qué tan caro?

Y la pregunta es ¿por qué? ¿Por qué qué a la gente le resulta tan fácil regatearle al artesano? ¿Lo ven pobre y necesitado y por eso se aprovechan? ¿Será que ven al producto de calidad inferior a los que se pueden encontrar en tiendas establecidas que generalmente se trata de imitaciones chinas chafa?

¿Por qué para muchos es fácil gastarse unos miles de pesitos en bagatelas sin regatear un centavo al hacer las compras en grandes tiendas de autoservicio modernas generalmente de origen extranjero? es decir, pensemos por ejemplo en regalos para los más pequeños del hogar, adquisición de juguetes. Comprar una esquelética Barbie te cuesta entre $300 y $450 y qué decir de los kits de muñecos de películas infantiles de moda que llegan a costar hasta $2,000 o más, y una muñequita de trapo con trenzas que la artesana te ofrece en $100 le regateas a $80.

¿Más ejemplos? cambiemos de producto, un vil trapo que dicta la moda parisina ofrecida en reconocidas tiendas departamentales de prestigio te vale $1,800 y un rebozo tan delicadamente tejido a mano ofrecido en lo mismo lo regateas para llevártelo a casa por menor precio. Seamos honestos, esto señores sucede y es una realidad.

Lo peor del caso es que nuestras artesanías mexicanas son más valoradas por turistas extranjeros que por los nacionales, eso es algo de lo que me he dado cuenta y más de uno estará de acuerdo conmigo.

Muchas manos sacan tajada de los artesanos en este país: las autoridades que les confiscan sus productos y no los dejan trabajar porque en muchos de los casos ofrecen sus piezas en lugares no establecidos como plazas públicas o parques (a lo cual opino que deberían ir tras los verdaderos delincuentes) y los ventajosos intermediarios que re-venden los productos a un precio muy superior al que se los compran sólo por tener las posibilidades de exhibirlos en escaparates establecidos.

Pues bien, el regateo es una práctica comercial milenaria, finalmente se trata de una forma de negociación pero de verdad, sepamos con quién ejercerla porque tal vez sin tampoco estar conscientes de ello, podemos estar cometiendo una gran injusticia con quienes menos tienen.           

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