Corría el año 1958 cuando la política pública del libro de texto gratuito y obligatorio en México se gestaba durante el gobierno de Adolfo López Mateos con Jaime Torres Bodet al mando de la Secretaría de Eduación Pública. En 1959, nuestro país vió nacer la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos y finalmente, el 1° de septiembre de 1960, millones de niños y niñas a lo largo y ancho del territorio nacional recibieron por vez primera sus libros de texto que les permitiría complementar su eduación basica de manera homogénea; logro alcanzado gracias a la previa intención de llevar la eduación básica a todos los rincones del país del inolvidable José Vasconcelos décadas atrás.
Ciertamente, esta histórica acción de gobierno benefició a la economía doméstica de millones de familias. Sin embargo, comenzó una lucha constante derivada de la inconformidad por parte de autores, fabricantes y distribuidores de libros ante el absoluto e impositivo monopolio editorial y también por parte de los padres de familia a quienes se les violó su derecho de elegir los textos que deberían utilizar sus hijos. Como sucede cotidianamente: las decisiones del gobierno benefician a unos y perjudican a otros.
La historia escolar, como en tantos otros países, ha estado impregnada de patriotismo y nacionalismo (un ejemplo extremo es Corea del Norte). Una clara muestra de ello en nuestro país, es pensar en los siguientes casos:
- Si cuando llega el día del “Grito” en punto de las 11:00 hrs. exclaman a todo pulmón “¡Vivan los héroes que nos dieron Patria y Libertad…Viva México!”.
- Si cuando al ver un mexicano o mexicana subir al podio con medalla de oro en algún evento deportivo internacional se les inflama el pecho y hasta se les salen las lágrimas al escuchar el himno nacional.
- Si cuando viajan al extranjero portan la bandera tricolor a diestra y siniestra.
Si alguna vez en su vida han experimentado lo anterior, siento decirles que ustedes también han sido víctimas del sistema pragmático diseñado para programarnos patrióticos y nacionalistas que aprendimos en gran medida gracias a los instrumentos didáctivos con lomo, portada, contraportada y páginas, mejor conocidos como libros de texto otorgados por nuestra “flamante” Secretaría de Educación Pública.
Las fallas de la SEP siempre han existido; basta con destacar algunos penosos episodios en la publicación de estos materiales didácticos:
Ustedes recordarán la nota roja por allá de noviembre del 2013, que a todos indignó, referente a los 117 errores ortográficos en los contenidos de los libros de texto gratuitos impresos en 2012, todavía en la administración de Felipe Calderón, pero que fueron distribuidos en 2013 en el gobierno de Enrique Peña Nieto. Como era de esperarse, se culparon los unos a los otros sin determinación oficial de culpable alguno.
A los ojos de muchos, ambas administraciones son culpables por su evidente nulo control de calidad de los textos en sus procesos de edición, impresión y distribución. No olvidemos que el “detallito” nos costó a todos los mexicanos nada más $14.2 millones de pesos.
Otros desaciertos han sido el rechazo dirigido al libro de Ciencias Naturales por su contenido de educación sexual. Y al de Ciencias Sociales por considerarlo de orientación pro socialista en los años 70.
Durante los sexenios de Ernesto Zedillo y Vicente Fox el libro de Ciencias Naturales para quinto año otra vez fue criticado por el contenido sobre la reproducción humana.
Para el curso que se inició en septiembre de 2012 los textos de historia no incluyeron a la Conquista ni la Colonia.
La realidad es que la SEP ha estado en el ojo del huracán un sinfin de veces. El asunto de la reforma educativa con los “maestros”, sus protestas absurdas y sus “aviadores”, es el más escandaloso caso sin resolver de esta institución y de su titular en turno Emilio Chuayffet Chemor, quien es un verdadero elefante blanco andante que no sirve para nada pero ¡ah como nos cuesta dinero!
Cada error cometido por la SEP año con año queda impune sea quien sea el titular o ¿acaso sabemos de alguien que haya pagado multas o esté pagando sentencias por el tremendo gasto por errores en los libros? ¡No! Lo lamentable es que los únicos que pagan los platos rotos han sido, son y seguirán siendo nuestros niños y niñas en espera de una educación de calidad que, siendo realistas, se ve todavía muy lejana.
En contraste, no quisiera finalizar este artículo sin antes comentar algo de todos aquellos gratísimos recuerdos vividos en mi escuela primaria. Cómo olvidar aquellos trabalenguas, canciones, cuentos y refranes contenidos en los libros de lectura correspondiente a mi generación:
“Pepe pecas pica papas con un pico (…)". Trabalenguas
“Cu-cú cantaba la rana, cu-cú debajo del agua (…)". Canción Popular
Seguramente muchos de ustedes sonrieron al leer las líneas anteriores y muchos recuerdos de su niñez vinieron a su mente. Y, al decir verdad, si éstos libros cumplían o no con el contenido pedagógico deseable que dictaban los estándares internacionales, lo cierto es que de chiquillos nada de eso nos importaba; nos hicieron echar a volar nuestra imaginación con sus fabulosas ilustraciones de mil colores
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Fuentes:
http://www.sinembargo.mx/13-02-2012/148509
http://www.excelsior.com.mx/nacional/2013/11/22/929877
http://www.conevyt.org.mx/cursos/cursos/mexico/contenidos/recursos/revista2/1960.htm
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S1405-66662013000400008&script=sci_arttext
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