En esta súper contaminada ciudad de México, en la que las autoridades del Gobierno local insisten en culpar a los automóviles de la contaminación, encontramos decisiones que toman, esas si provocando que se genere contaminación sin que hagan nada.
Una gran generadora de contaminación en cuanto a partículas suspendidas como ya lo abordamos en este espacio, es la basura. En 17 años de administraciones perredistas nada se ha hecho al respecto. Y ahora que nos encontramos en severos índices de contaminación, resulta que, el pasado 5 de mayo, anunciaron que el Gobierno de la Ciudad de México aplazará un año la aplicación de la norma ambiental 24, que fija los criterios y especificaciones para realizar la separación, clasificación, recolección selectiva y almacenamiento de basura en la metrópoli.
La excusa que antepone la Secretaría de Medio Ambiente para aplazarla hasta julio de 2017, es que los ciudadanos no están familiarizados con las cinco fracciones de separación de residuos que se deberán hacer, por lo que en el mismo mes de este año se implementará un programa piloto con la nueva clasificación, en coordinación con la Secretaría de Obras y Servicios.
El titular de Obras, Édgar Tungüí Rodríguez, advirtió que el éxito de la separación de residuos depende del trabajo coordinado que realicen los ciudadanos en sus casas y lugares de trabajo y el gobierno, a fin de reaprovecharlos al máximo y disminuir la basura que termina en un relleno sanitario. Esto garantizará que la capital del país sea la primera entidad del país en separar casi la totalidad de sus desechos, señaló.
El secretario estimó que a diario se generan 12 mil 500 toneladas de basura, siendo en el hogar donde más se produce 48 por ciento. Del total, 2 mil toneladas se convierten en composta, 3 mil se reciclan y mil 600 se transforman en combustible derivado de residuos.
Aprobada por la Asamblea Legislativa del D.F. y Publicada en la gaceta oficial del Distrito Federal el 22 de abril de 2003, la Ley de Residuos Sólidos del D.F. Nunca fue aplicada por el Peje López Obrador desde que era jefe de Gobierno y simplemente fiel a su forma de ser, violó la aprobación no aplicándola por sus pantalones. Inclusive se negó a sancionar, como le especificaba la Ley, a los ciudadanos que no cumplieran con dicha ley. Razón por la cual, la aplicó en parte, sin las multas para quién tire la basura en plena calle, o simplemente no la separara, ya que los camiones con que contaban, en su mayoría, no tenían la división para separar la basura, en orgánica e inorgánica.
Pero más allá de buscar invertir en comprar los camiones nuevos, lo que buscaba era que siguieran apoyándolo y votar por él en un futuro. Y no hizo nada, al igual que su sustituto Encinas. Con Marcelo Luis Ebrard, tampoco le importó aplicar la Ley, en sus 6 años de pésimo jefe de gobierno.
El 8 de agosto del 2014, la administración de Miguel Ángel Mancera, anunció que a finales del 2015, la basura que se genera en los hogares de la Ciudad de México se tendría que separar no sólo en orgánica e inorgánica sino en al menos cinco diferentes partes, para eficientar su reciclaje, reúso y tratamiento.
Conforme a una norma que creó la Secretaría de Medio Ambiente del DF, los residuos tendrán que dividirse en biodegradables susceptibles de ser aprovechados, inorgánicos con potencial de reciclaje, inorgánicos de aprovechamiento limitado, y de manejo especial, voluminosos, y peligrosos domésticos. Actualmente, en el Distrito Federal opera la Ley de Residuos Sólidos, la cual obliga a la población a entregar a los camiones recolectores la basura dividida en orgánica e inorgánica; sin embargo, la medida ha sido insuficiente para reducir la generación de desechos y en muy pocos casos se aplica realmente la separación y las sanciones contra quienes no la realicen.
Aunque claro de nada sirve si los camiones recolectores de basura, no tienen también la separación para la basura. Asimismo existía otra promesa del jefe de gobierno, que en junio del 2015 renovaría mil 500 de los dos mil 500 camiones de basura que circulan por la ciudad, principalmente por el problema de contaminación que genera su combustión. Reconociendo que la flota actual tiene al menos 40 años de antigüedad y no cuentan con los compartimentos necesarios, siquiera, para la separación ordinaria de orgánico e inorgánico. La Ley de Residuos Sólidos, debió entrar en vigor el 1 de enero del 2004, y nunca se ha aplicado.
Para cerrar el círculo, el gobierno de la Ciudad, compró el año pasado, 154 camiones recolectores de basura, denunciándose que los adquirieron a un sobreprecio de entre 25 y 39 por ciento. El fallo de la licitación permitió ver que el monto total de esta adquisición fue de 434.3 millones de pesos. El precio que se pagó por unidad a la empresa Grupo Andrade, fue de 2 millones 820 mil pesos, con IVA incluido. Las unidades se entregaron el 18 de noviembre en la plancha del Zócalo.
De acuerdo a precios en el mercado de este tipo de vehículos, se podían encontrar compañías que ofrecían precios más razonables. Según una cotización de la firma, Maquinaria, Camiones y Grúas, cada camión se ofertaba en 2 millones 262 mil pesos, o sea que se estarían pagando 558 mil pesos menos. Remolques y Plataformas de Toluca había ofertado el precio unitario de 2 millones 30 mil pesos, lo que ya sería pagar 790 mil pesos menos que lo que CDMX pagó. Generando porque de todas las firmas que formaron parte del concurso de licitación, se eligió a una que dio los precios más altos.
Con el cinismo de que en el documento del fallo, se leía que “la firma ganadora no había tenido competidores”. Todas las inconformidades de las firmas participantes en el concurso, derivaron en una queja ante la Contraloría del Gobierno capitalino que encabezó la Organización Nacional de Responsabilidad del Estado (ONRE), la cual acusó a dicha adquisición por sobreprecio. Finalmente de 1,500 camiones que prometió cambiar, solo fueron 154, el 10 por ciento solamente, y el problema que genera la basura de contaminación, continúa, sin que se busque evitarlo en bien de los habitantes de esta hoy llamada Ciudad de México, a costa inclusive de sus vidas.
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