“A veces digo la verdad, a veces la escondo entre tantas mentiras, que es difícil encontrarla.” Niccolo Machiavelli.
Sin duda alguna, Niccolo Machiavelli es uno de los más grandes intelectos de la filosofía política, famosísimo autor de El Principe, obra escrita durante el renacimiento florentino, describe las características de un liderazgo y el arte de mantener un delicado equilibrio para conseguir y perpetuarse en el poder. El mérito de Maquiavelo reside en su manera directa de narrar sin hipocresías ni falsos convencionalismos las formas de ejercer el poder de acuerdo con las circunstancias y los elementos con que se cuente. Para ello, es menester un talento y un arrojo excepcional donde se conjuguen la ambición, el manejo de las masas, la diplomacia, el arte de negociar, la administración de la justicia y una inteligencia animal para intuir donde están los peligros y los traidores.
Maquiavelo es sinónimo de pocos escrúpulos, verdades a medias, un cinismo inusitado y en ocasiones un desalmado sin conciencia. En su descargo podemos decir que El Príncipe es original, es verídico, tan vigente y actual que raya en el cinismo. Es como una obra de teatro que se repite una y otra vez donde solo se cambia la escenografía y el vestuario.
Algo semejante ha pasado con el incidente entre los presidentes de EEUU y México, donde uno de ellos ha traspasado los límites de la buena voluntad y la buena educación que corresponde a una persona común y corriente. Dejemos a un lado el aspecto personal, como mandatario ha degradado su propia investidura presidencial y la ha reducido a un ridículo mayúsculo. Algo en nuestro favor es que no tenemos que preocuparnos por conductas ajenas, sino tratar de no caer en provocaciones y discusiones estériles que no nos llevan a nada, es prudente esperar pacientemente ante los problemas que se nos puedan presentar. Mientras esperamos, debiéramos valorar nuestras opciones para poder repeler cualquier situación que pudiera ser nociva a nuestros intereses como personas y como país.
Es oportuno sugerir al teleauditorio o a los radioescuchas que seleccionen la información y los comentarios de las diversas programaciones, pues desafortunadamente han surgido muchos oportunistas que están sembrando el temor y la zozobra causando una alarma generalizada entre la población. Concretamente, me refiero a las diversas versiones que circulan en los medios de comunicación acerca de la dichosa amenaza del presidente norteamericano.
Por razones protocolarias, la Secretaria de Relaciones Exteriores graba todas las conversaciones con mandatarios extranjeros y tiene como política mantenerlas restringidas, por razones obvias. El hecho de que el presidente norteamericano haya manipulado el contenido de la dichosa conversación con nuestro presidente es un hecho inaceptable dentro de las políticas y la cortesía diplomática. Esta acción ha empezado a repercutir negativamente en el ambiente de la diplomacia internacional. Dejémoslo así…
Mientras tanto, por favor dejemos de pedir cuentas a nuestro presidente. Intelectuales, políticos, comentaristas, articulistas, etc. se han subido al carro de la oportunidad y han exigido la difusión del contenido de dicha llamada telefónica. Supongamos que la llamada se hace pública, ¿qué van a hacer con ella?
¿Alguien va a tomar alguna decisión?
¿Sobre quién recae la responsabilidad de resolver este asunto?
¿AMLO convocará a un plebiscito?
Déjenme recordar que esto no es diseñar o planear el próximo partido de futbol de la selección nacional, donde existen millones de estrategas que opinan y… opinan; pero donde solo hay un responsable. Ni tampoco llevar el asunto al extremo del amarillismo donde un insidioso reportero de un noticiero matutino preguntó al Ministro de Relaciones Exteriores en tres ocasiones consecutivas: ¿entonces, en términos futbolísticos, vamos uno a cero, verdad?
Afortunadamente, nuestro ministro le contestó que la estrategia a seguir no tenía nada que ver con un partido de futbol (palabras más, palabras menos).
La pasividad de nuestro gobierno le ha reafirmado el gran prestigio y reconocimiento internacional a nuestro país, especialmente ante un adversario que pretende avasallar y menospreciar a todo el mundo, al cual no es prudente revelar el más mínimo detalle de nuestros conceptos y argumentos.
El Ministerio de Relaciones Exteriores está trabajando arduamente preparando la estrategia adecuada para enfrentar el caos y la disfuncionalidad que representa la próxima reunión con las altas autoridades del vecino país del norte. Esto no lo digo yo, lo dijo el embajador de Canadá en el curso de la semana, al afirmar que el presidente mexicano dialoga hasta dos veces diarias con el primer ministro canadiense, a propósito del Tratado de Libre Comercio. Sería imprudente e irrespetuoso preguntarles acerca de las estrategias que están planeando.
Maquiavelo es vigente, es actual, como un director de teatro que ha llevado su espectáculo ante públicos diversos. En veces le aplauden y en veces no tanto.
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