Una tarde de verano en cualquier pueblo o ciudad del mundo, temperatura mediana entre 22 y 25⁰C, vientos moderados que fluyen hacia las zonas de mayor densidad de población; de pronto aparece un pequeño avioncito, de esos que se usan para las publicidades. El avión vuela bajo, da una y otra vuelta, como midiendo el espacio; abajo los transeúntes atentos a su vuelo. De repente, el avión se sitúa a contracorriente y expulsa dos grandes bocanadas de humo, en realidad no es humo sino aspersiones de finas partículas que invaden el aire. Abajo, los mirones siguen vitoreando cada vez que el avión asperja sus tóxicas nubes. Después de dos o cuatro minutos, el avioncito desaparece, todo vuelve a la normalidad, la gente recupera su prisa, las madres apuran a los pequeños. Dieciocho horas más tarde, el hospital local recibe a 3 pacientes entre 50 y 60 años de edad con síntomas de gripe, malestar general, fiebre y dolor de cabeza.
Después de la consulta, los pacientes son regresados a su casa con algunos analgésicos y descongestionantes. Horas después, siguen llegando pacientes de todas las edades, con los mismos síntomas. Los primeros pacientes regresan al hospital pero ahora con un cuadro más crítico. Para esta hora, el hospital esta casi lleno y el personal médico está trabajando arduamente, piden refuerzos a otros hospitales vecinos para atender a los pacientes que presentan el mismo cuadro clínico: infección respiratoria severa, nausea, vomito dolor agudo en el tórax y en ocasiones dificultad para respirar. Los resultados del laboratorio confirman la presencia de Yersinia pestis que fue asperjada en las nubes de aerosol, es en realidad el agente causante de la peste bubónica, el patógeno que diezmó la población mundial varias veces en la antigüedad. De inmediato se reportan los hallazgos y se procede a inyectar antibióticos a todos los infectados.
Muchos ancianos y niños mueren debido a su frágil estado de salud, los más fuertes y los recién infectados se recuperan satisfactoriamente. La aspersión del avión solo duró escasos minutos, pero fue lo suficiente para causar una epidemia que costo vidas humanas y cuantiosas cantidades de dinero en la atención médica y los antibióticos usados en el tratamiento. De no haber tenido estos recursos asistenciales las vidas humanas hubieran sido incontables y la epidemia se hubiese extendido hacia la periferia como ondas concéntricas de agua en el pequeño lago local.
Este episodio describe un caso simple de guerra biológica, donde la población contaba con todos los recursos para contrarrestar el ataque.
¿Imaginan una población sin recursos?
Tal vez miles de asfixiados, los sobrevivientes viviendo en un horror constante ante la amenaza del uso deliberado de un agente infeccioso con el fin de causar una enfermedad a los humanos, sus animales o sus plantas, todo un caos económico, político y social.
Esos agentes infecciosos pueden ser una bacteria, un virus o un hongo microscópico. La magnitud del ataque será proporcional al número de víctimas que infecte y a la capacidad de respuesta de los recursos sanitarios, sin embargo, muy pocas poblaciones están preparadas para un ataque microbiano.
Es tanto el horror y la devastación que causan los ataques con armas químicas y biológicas que después de la primera guerra mundial, los países del primer mundo, o sea los mismos de siempre, se reunieron en Ginebra en 1925 y se prometieron y juraron que nunca se atacarían con dichas armas y artefactos. Sin embargo, dentro del Protocolo se aceptaba que ellos podían desarrollar, probar, producir y almacenar armas químicas y biológicas. De manera que cada quien se aisló y se dedicó a lo suyo.
Durante la Segunda Guerra Mundial no hubo reportes del uso de estas armas a pesar de que todos contaban con ellas, tal vez todos tuvieron miedo a la devastación general o tal vez lo consideraron indigno en una guerra entre poblaciones de la raza blanca. Todo mundo progresó, nuevas técnicas, nuevas metodologías, el refinamiento en su máxima expresión, con las consabidas amenazas, accidentes, escándalos de espías, etc.
Fue tanta la presión que se creó entre los países beligerantes que nuevamente se reunieron en Ginebra en 1968 en la Conferencia del Desarme y concluyeron que las armas químicas y biológicas que tenían almacenadas eran tan peligrosas que temieron que pudiera haber algún accidente u error que pudiera ser irreparable.. Decidieron firmar un tratado para prohibirlas.
Pláticas, acuerdos, negociaciones, burocracia de alto nivel y mucho tiempo transcurrió antes de que La Asamblea General de las Naciones Unidas retomara el asunto y organizara el Biological Weapons and Toxin Convention, donde se firmaría el tratado en Marzo de 1972, pero que entraría en vigor hasta 1975. Este compromiso implicaba todo lo que había sido acordado décadas antes además de una destrucción progresiva de armas y agentes tóxicos almacenados en lugares secretos.
A pesar de las prohibiciones, han habido algunos incidentes que demuestran que algunas de las naciones que se han suscrito el Tratado han faltado a su palabra, dichos incidentes son: accidente en una planta procesadora de esporas de ántrax (Bacillus anthracis) en Sverdlovsk, Rusia en 1979. Uso de agentes defoliantes (2 – 4D) en Viet Nam por el ejército norteamericano. Uso de gases tóxicos (posiblemente Sarín) durante la guerra Irán – Iraq. Uso de Sarín contra poblaciones Kurdas en Iraq. etc, además es bien sabido que los países del primer mundo han construido plantas procesadoras de armas biológicas y químicas a países tercer mundistas como Argelia, y gases tóxicos que Francia y Alemania han vendido a diversos países del Medio Oriente. Por último, en algunos países africanos y en China han surgido extraños virus (serie H1N1) que son capaces de infectar varios huéspedes, algo que no corresponde con las características básicas de los virus. Según declaraciones de algunos científicos norteamericanos y holandeses, ésta serie del H1N1 corresponde a virus que han sido manipulados artificialmente en su genética, para hacerlos más infecciosos.
El mundo de las armas químico biológicas es un mundo secreto, obscuro, donde la información fluye a cuentagotas, aun así han surgido estos datos que después han sido verificados.
Luego cabe pensar, que si los países firmantes del Tratado del Biological and Toxin Weapons Convention han faltado a sus compromisos en varias ocasiones, ¿quién nos asegura que ahora los están respetando? o ¿que los van a respetar?
El hombre suele tener mala memoria cuando causa la maldad y promueve la miseria.
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