La Otra Marcha de Zacatecas: miedo y negociación de @lopezobrador

“En la guerra, la política y en el amor las casualidades no existen”, reza un viejo dicho.

21 de abril, 2016

“En la guerra, la política y en el amor las casualidades no existen”, reza un viejo dicho. Y lo que ocurrió con la candidatura revivida de David Monreal al gobierno de Zacatecas no es producto de la casualidad, de la alta sensibilidad de los magistrados del Tribunal Electoral, sino de las acciones emprendidas por el máximo y único líder de MORENA, Andrés Manuel López Obrador, el maestro en el manejo del chantaje y la explotación político-personal de la agitación social. Pero no es la primera ni creemos que será la única vez en que mediante presión y chantaje negocie la ley, el estado de Derecho.

En el pasado, en su primera faceta de agitación social en Tabasco, como queda constancia en diversos medios del momento y documentos históricos, entendió bien la encomienda de sustituir como dirigente social en la Chontalpa y zonas costeras a Eulogio Méndez, el líder del Pacto Ribereño, creado por Leandro Rovirosa para exigir más recursos a la federación por los daños de las afectaciones petroleras. Es decir, agitaba a pescadores y campesinos y con la “amenaza” de una escalada de protestas pedía y recibía más dinero.

A partir de la encomienda de su segundo jefe, Enrique González Pedrero, AMLO supo aprovechar la incipiente “industria de la reclamación” para sus fines políticos, cuando aún no tenía una proyección nacional y ni siquiera figuraba en el escenario del debate político. Pero por indisciplinado y por tener amistadas como las de Graco Ramírez, quien lo llevó a Cuba a aprehender métodos del Partido Comunista para aplicarlos al PRI tabasqueño, fue expulsado del edén y años después regresaría para pedirle la alcaldía de Macuspana a Salvador Neme, quien se la negó. No fue fácil, porque  Andrés Manuel se refugió en las dos Chontalpas so pretexto de defender a las poblaciones dañadas por Pemex, desde donde lanzó una movilización fuerte para obtener recursos y financiarse con la toma de todas las instalaciones petroleras.

Entre 1988 y 1996, Andrés Manuel López Obrador perfeccionó la “Industria de la Reclamación”, como sistema de financiamiento para sus actividades políticas, a través de los pagos que realiza Pemex por afectaciones a campesinos y pescadores (que hay que decirlo: siguen igual o peor de pobres que entonces). De acuerdo con un documento confidencial, a partir de 1991 AMLO inicia un trabajo de reclamación “cuadriculado sobre 860 secciones electorales de las 1,183 que componen a Tabasco, cuyo objetivo fue poner en jaque al gobierno federal en las elecciones de 1994 y en el proceso local  el 19 de noviembre del mismo año”.

Antes, en 1992, una recomendación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), redactada por el entonces Relator, y su actual presidente, Luis Raúl González Pérez, le dio la razón a los reclamos de campesinos y pescadores de Tabasco.  La Resolución CIAR 100/92, fundada en el temor de que las protestas crecieran y contaminaran al resto del sur-sureste, erogó el equivalentes a 40 millones de dólares, los cuales fueron administrador por el subsecretario de Gobierno de Tabasco… ¡Adán Augusto López Hernández!, actual presidente de MORENA, pero que muchos de esos recursos cayeron en manos de los entonces líderes del PRD que fungían como intermediarios entre los afectados y la autoridad.

Posterior al proceso electoral tabasqueño, entre noviembre de 1994 y mediados de 1995, Andrés Manuel amenazó con el “Movimiento de Resistencia Pacífica Civil” postelectoral,  que derivó en el desalojo de la Plaza de Armas, en el cual los perredistas recibieron garrotazos y los dirigentes dinero, bajo el mismo mecanismo de amenazar con reventar al país desde el sureste. Así fue como se fondearon los “Éxodos”: uno petrolero y el otro, electoral, que en 1994 le permitieron al PRD estatal defender su triunfo en Cárdenas, bajo sabias intermediaciones de dos aliados fundamentales de López Obrador: Manuel Camacho Solís y Arturo Núñez Jiménez, operador de la Secretaría de Gobernación para asuntos conflictivos de su tierra.

Entre 1995 y 1996, Andrés Manuel ya conoce el camino de la amenaza, la presión social, el chantaje y la ganancia. El 29 de enero del 96, AMLO encabeza la toma del Campo Sen en Nacajuca, y el 7 de febrero de ese año, la torpe intervención de la policía de Roberto Madrazo provoca que el dirigente perredista sea herido en la cabeza. La imagen de un adolorido, reprimido y valiente López Obrador ensangrentado, da la vuelta al país.

La ambición del otrora caudillo del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas por ganar la presidencia en el 2000, trae las simpatías hacia López Obrador como el dirigente que requiere su otrora partido y con veto hacia Heberto Castillo, que con derecho exigía presidirlo. La imposición “democrática” de Cárdenas vuelca a todas las tribus perredistas hacia AMLO, quien “pide permiso” a sus bases en Tabasco para nunca más regresar (bueno, sólo de visita).

Bajo el lema de un PRD en movimiento, su primera acción es el “recorrido de los 100 municipios” del país y un partido radical, crítico de las políticas neoliberales de Ernesto Zedillo.  Pero hubo también amenazas, chantajes y ganancias. Contra lo que dicen sus biógrafos aduladores, AMLO alejó al PRD de la discusión sobre las reformas del sistema financiero que permitieron, primero, la aprobación del rescate financiero, y segundo, la extranjerización de la banca, que eran después del petróleo su segunda bandera de lucha. Sacó al perredismo de la discusión pero le permitieron al PRD ganar las gubernaturas de Zacatecas, Tlaxcala, BCS y la joya: el Distrito Federal.

Sin embargo, el tema más escabroso sería cuando bajo el gobierno de Zedillo se negoció y se violó la ley en el 2000, al otorgarle la candidatura a jefe de Gobierno del DF cuando no cumplía el requisito mínimo de residencia efectiva. “Es una decisión de Estado”, han citado diversos columnistas sobre los motivos que tendría el zedillismo para aceptar tal situación, pues no quería entregar un país convulsionado como su antecesor.

Otro caso tiene que ser el sucio y torpe proceso de desafuero, el cual fue juzgado, sancionado pero no impidió que AMLO fuera candidato presidencial, dadas las amenazas de que la polarización del país era muy grave. Error de Fox y sus operadores que trabajaron bajo la obsesión de victimizar al más ducho de los actores políticos en esos menesteres, sin duda.

Si bien en 2008, , López Obrador amenazó con reventar al país, cuando Felipe Calderón, PAN y PRI promovieron la primera reforma energética, no pasó nada, porque una serie de eventos extraños ocurrieron alrededor de las izquierdas radicales: el caso FARC-Lucia Moret, las explosiones de Pemex en Salamanca y la presencia de chavistas en varias partes del país.

Pero para la época moderna, diversos analistas no dejan de señalar su “sospechosismo” alrededor de las movilizaciones de MORENA contra la reforma energética y el “infarto oportuno” de López Obrador que lo desmovilizó pero a su partido no, pues obtuvo el registro.

Lo más reciente es la revivida candidatura y quizá hasta gubernatura de Zacatecas, que ha permitido que hasta el mismo Federico Arreola deslice la tesis de que hubo un pago del PRI –y por tanto de los magistrados electorales— a los favores recibidos por AMLO al golpear y bajar intenciones de voto a Miguel Ángel Yunes en Veracruz. Nada extraño. Este pequeño recuento histórico, sustentado, permite observar cómo es el comportamiento del animal político más transexenal que hayamos conocido.

Es un lugar común afirmar que la ley no se negocia. Nadie puede estar en desacuerdo con lo que ello quiere decir. Sin embargo, la ley para algunos actores políticos es como un mingitorio de cantina.

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