¿Cuestión de fe, ética o valores? La importancia de la espiritualidad en niños y jóvenes

La espiritualidad, más allá de cualquier religión, doctrina o culto, se refiere a la vida interior, a encontrar un sentido a todo lo que hacemos y a lograr un equilibrio interno.

23 de enero, 2023 ¿Cuestión de fe, ética o valores? La importancia de la espiritualidad en niños y jóvenes

¿Cuestión de fe, ética o valores? La importancia de la espiritualidad en niños y jóvenes

“La espiritualidad no es una fórmula; no es una prueba. Es una relación. La espiritualidad no se trata de competencia, se trata de intimidad.  La espiritualidad no se trata de la perfección, se trata de la conexión”. -Mike Yaconelli.

En un mundo en el que niños y jóvenes están cada vez más sobreestimulados (sobre todo a través de la tecnología y los medios de difusión), en el que la inmediatez, los excesos, la violencia, la “cosificación” y la “desechabilidad” son parte del transcurrir cotidiano, en el que no creer en nada ni en nadie no es nada más común, sino que para muchos, además, parece “correcto”,  y en el que los padres (queriéndolo o no) deben ausentarse gran parte del día y dejarlos solos, la espiritualidad cobra un papel más que relevante en su desarrollo y formación integral: hoy ya no nada más es importante, hoy la necesitan.

Lo primero que debemos tener claro al abordar este tema es que hablar de espiritualidad no significa, necesariamente, hablar de religión. Esta, además de ser una confusión generalizada es la causa principal del rechazo casi inmediato que muchos padres “sigloventiuneros” muestran al pensar siquiera en una formación espiritual para sus hijos.

La realidad es que todos los seres humanos somos también seres espirituales y que la espiritualidad, más allá de cualquier religión, doctrina o culto, se refiere a la vida interior, a encontrar un sentido a todo lo que hacemos y a lograr un equilibrio interno que nos permita convivir con el mundo de manera feliz y armoniosa (suena sencillo pero no lo es tanto; al menos no si no lo hemos aprendido desde pequeños y/o no contamos con las herramientas suficientes para alcanzar estos objetivos).

Tiene que ver, también, con encontrar respuestas a las preguntas trascendentales que la humanidad se ha hecho desde el inicio de los tiempos (¿por qué y para qué estamos aquí? ¿Hacia dónde vamos? ¿Tiene sentido lo que hacemos? ¿Para qué vivir?) y, en este sentido, los niños son verdaderos maestros, tanto por su inagotable curiosidad, como por el sentido espiritual innato que demuestran a cada instante.

Beneficios de la espiritualidad

Entendiendo entonces, la espiritualidad como el conjunto interno de creencias, actitudes, valores y disciplina que nos permite encontrar la paz interior, estimular la esperanza, reforzar las conductas positivas y, lo más importante, dar un verdadero sentido a todo lo que hacemos, algunos de los beneficios que aporta la realización de cualquier actividad espiritual, son (respuestas obtenidas en una encuesta realizada a jóvenes por Antonhy James, investigador de la Universidad de Missouri):

– Tener un propósito

– Mantener vínculos, incluidos aquellos que se establecen con un poder superior (normalmente Dios), con otras personas y con la naturaleza.

– Tener una base de bienestar que incluya la alegría y la plenitud, la energía y la paz.

– Tener convicción.

– Tener autoconfianza.

– Tener el impulso de la virtud, por ejemplo, estar motivado para hacer lo correcto y decir la verdad.

También, de forma más general, podemos mencionar:

  • Descubrir el sentido de la vida.
  • Mejorar los sentimientos de paz.
  • Sobrellevar los tiempos difíciles y de estrés.
  • Sentirse más seguro y acompañado.
  • Comunicarse mejor con las personas más cercanas.
  • Evitar la violencia.
  • Rechazar las drogas o el alcohol.
  • La capacidad de pensar en temas abstractos.
  • Poder reflexionar sobre uno mismo (metareflexión).
  • Ver el mundo desde otras perspectivas

¿Y qué dice la ciencia?

Además de encuestas como la mencionada anteriormente, numerosos estudios científicos se han enfocado en analizar detalladamente el impacto de la espiritualidad en niños y jóvenes y, en general, en los seres humanos, arrojando datos como:

  • En un estudio llevado a cabo por psicólogos del Spirituality Mind Body Institute, se concluyó que los niños con una espiritualidad más desarrollada tienen un 40% menos de probabilidades de usar y abusar de sustancias, un 60% menos de estar deprimidos en la adolescencia y un 80% menos de probabilidades de tener relaciones sexuales peligrosas o sin protección.
  • Otro estudio, realizado el año pasado por científicos de la University of British Columbia de Canadá y en el que participaron 761 niños, señaló que la espiritualidad influye hasta en un 26% en la felicidad infantil, mientras que otros aspectos como el dinero sólo tienen una influencia del 1%.
  • Desde la perspectiva neurocientífica “la espiritualidad” no es  un concepto religioso sino que es una función inherente al cerebro humano y que está presente aún en aquellas personas que no tienen fe religiosa alguna.
  • Neurocientíficos como Andrew Newberg, autor del libro “Principles of Neurotheology” han demostrado que el cerebro de los monjes budistas, acostumbrados durante años a practicar la meditación, muestran un menor envejecimiento neuronal, mayor capacidad de memoria y retención e incluso una mejor resistencia a la sensación del dolor.

Y entonces… ¿Cómo podemos desarrollar la espiritualidad en nuestros hijos y alumnos?

Partiendo del hecho de que la práctica de la espiritualidad está profundamente ligada a la curiosidad humana, a la motivación y la creatividad, a la necesidad de canalizar emociones como el miedo, la ansiedad, la sensación de soledad, el estrés y, el vacío, además de la búsqueda del bienestar interno, la calma mental y la sanación emocional, algunas estrategias que ayudarán a desarrollarla en niños y jóvenes (y, por supuesto, en nosotros mismos), pueden ser:

  • Aprender a vivir en el aquí y el ahora.
  • Buscar momentos de paz, reflexión y contemplación.
  • Disfrutar de la naturaleza.
  • Meditar
  • Practicar yoga.
  • Promover la gratitud como un hábito diario.
  • Servir a los demás.
  • Hacer reflexiones en familia.
  • Apreciar y practicar las disciplinas artísticas.
  • Escribir los pensamientos y sentimientos propios frecuentemente.
  • Establecer “rituales” al despertar o antes de dormir (como dar gracias).
  • Valorar la vida en cualquiera de sus expresiones.
  • Escuchar el silencio.

Y la religión… ¿Dónde queda entonces?

No hay duda de que si se tienen creencias religiosas, estas representarán, no nada más un gran punto de partida en la búsqueda del bienestar interno, sino, además, un gran soporte espiritual y emocional en el desarrollo de niños y jóvenes.

La creencia en que existe algo más grande que nosotros, a partir del fundamento filosófico y el sistema de valores que cada religión represente, puede ayudarles a saber y sentir que no están solos, a a reforzar sus valores y su sentido ético, y a encontrar la fortaleza espiritual necesaria para alejarse, con mayor convicción, de situaciones de riesgo.

Sin embargo, sea cual sea la fe o el sentido religioso que pretendamos inculcarles lo más importante es hacerlo desde un lugar que, más allá de los dogmas o la “divinidad”, les presente figuras espirituales “aterrizadas”, que también fueron humanas, que tuvieron grandes luchas internas, que sufrieron y gozaron como cualquiera de nosotros y que lograron alcanzar esa “santidad” o “”perfección” a base de fortaleza espiritual y de un profundo amor por los demás.

Un niño feliz y espiritual será un adulto sano y exitoso

Como vemos entonces, encontrar la paz interna, aprender a ser agradecidos por lo que se tiene y construir todo un sistema de valores que ayude a sobrellevar con fortaleza las vicisitudes de la vida, no es resultado de una fórmula mágica, sino un proceso permanente en el que padres y colegio debemos participar cerrando filas todos los días, en cada aspecto y a cada instante, para que los niños y jóvenes que hoy están en nuestras manos, crezcan con las herramientas que les permitan no sólo ser adultos sanos y felices, sino también los afortunados creadores de una realidad infinitamente más armoniosa, feliz y mejor.

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