El día en que Tim Burton se volvió una pieza de museo

La próxima exposición sobre el excéntrico director norteamericano llega con mucha expectativa y precios inalcanzables.   La próxima exposición sobre el excéntrico director norteamericano llega con mucha expectativa y precios inalcanzables. Desde que se anunció la exposición...

13 de octubre, 2017
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La próxima exposición sobre el excéntrico director norteamericano llega con mucha expectativa y precios inalcanzables.

 

La próxima exposición sobre el excéntrico director norteamericano llega con mucha expectativa y precios inalcanzables.

Desde que se anunció la exposición El mundo de Tim Burton la expectativa ha ido creciendo al grado que la gente espera con ansia la llegada de esta exhibición, el 6 de diciembre, que promete ser espectacular. Y si bien la noticia causó alegría, al saberse los precios de la misma se generó tristeza y enojo en gran parte de sus seguidores incondicionales, debido a lo prohibitivo del costo de las entradas, que van desde $300.00 hasta $5,000.00, dependiendo del “paquete” que decidas adquirir. El lugar elegido para este asalto – perdón, exposición – es el Museo Franz Mayer, lugar favorito por la “elite” gráfica del país y uno de los recintos culturales más bonitos pero más segregacionistas con el público.

Sí, es ridículo que una exposición de este tipo tenga este precio, pero más ridículo es el saber que se está alabando la obra de uno de los directores más decadentes y repetitivos que se han visto en los últimos años.

Burton comenzó su carrera en los años 70 como animador de los estudios Disney y otros más. Colaboró en filmes como El caldero mágico (1985, Richard Rich y Ted Berman) y El señor de los anillos (1978, Ralph Bakshi), pero debutaría como director en La gran aventura de Pee Wee (1985), cinta que sorprendió por su originalidad y su extraño sentido del humor. Y si bien este no fue un trabajo de autor y responde más a la labor del excéntrico comediante que la interpreta (Paul Rubens, mejor conocido como “Pee Wee Herman”), ahí están las semillas de sus obras posteriores. Los filmes de esta primera etapa son éxito tras éxito, principalmente por lo estrafalario y malicioso que son: Beetlejuice (1986), Batman (1989) y sobre todo Edward Scissorhands (1990) y Batman Regresa (1992), lo mostrarían como un autor total y uno de los directores más creativos de la historia. A estas cintas se le uniría Ed Wood (1994), quizá su obra maestra y aunque no tuvo el éxito esperado en taquilla, la biopic sobre el llamado “director más malo del mundo”, es una declaración de principios y una oda de amor al cine barato que, sin duda, engendró al realizador. Es curioso que una obra no dirigida por él, lo elevara al grado de ser, hoy por hoy, el director más idolatrado de la historia, por encima de Tarantino, Del Toro o Almodovar. El extraño mundo de Jack (estúpido título latinoamericano para The Nightmare Before Christmas, 1993) sería dirigida por su amigo y excelente animador, Henry Selick (Coraline y la puerta secreta, 2009), quien, basándose en las ideas de Tim, que fungiría como productor, consolidaría lo que se podría considerar el “estilo burtoneano”.

La triste decadencia del director empezaría con El planeta de los simios (2001). Aunque para ese momento ya era el superstar de los cineastas, este trabajo alimenticio no tendría nada que ver ni con sus temáticas, ni con su estilo visual, además de ser una de las cintas más decepcionantes de la historia. Quizá por el miedo de volver a fracasar, el actor regresó a lo que mejor sabía hacer y acá es donde comienza su lenta agonía. Ni la melancólica y correcta El gran pez (2003), ni Charlie y la fábrica de chocolate (2005), ni Sweeney Todd (2007) y muchísimo menos la terrible Alicia en el país de las maravillas (2010), estarían al nivel de sus trabajos anteriores, a pesar de contar con una fotografía y un estilo visual sorprendentes. Solamente El cadáver de la novia (2005), aportaría algo más a la ya para entonces triste y sin rumbo carrera del creador.

Hay un momento en que los directores que se preocupan más por el trabajo visual y el estilo pierden el piso, y esa compulsión por crear de manera impulsiva se transforma en desesperación por seguir siendo lo que eran. Así, pierden el instinto y comienzan a repetir lo que mejor saben hacer. Los elementos que les dan éxito se convierten en piezas sobrantes en el rompecabezas de sus obras. En el caso de Tim, el estilo sombrío y lúgubre, así como el también decadente y tristemente repetitivo Johnny Depp, perdido desde Piratas del Caribe, han sido los factores que han tenido que ver en este descenso.

El que llegue la exposición homenaje a nuestro país, sirve de evidencia de que el antes revolucionario y vanguardista director se ha vuelto, efectivamente, una pieza de museo.

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