Investigador Ramón y Cajal, CINBIO, Universidade de Vigo
Investigador en el Departamento de Neurociencias, Karolinska Institutet
Muchos de los lectores de este artículo estarán a punto o ya habrán empezado sus vacaciones. ¡Enhorabuena! No solo las merecen, sino que, seguramente, también las necesiten para descansar. Porque según varios informes, más del 70 % de los empleados padecen estrés prolongado y se sienten con una excesiva carga de trabajo.
Y es que quién no ha sentido en el trabajo esa sensación de que el corazón se le acelera, le sudan las manos, respira más fuerte y los sentidos se le agudizan. Estas son reacciones típicas ante una situación amenazante. Las genera la parte de nuestro sistema nervioso conocida como sistema simpático.
Esta red de neuronas, que se extiende prácticamente por todo nuestro cuerpo, nos prepara principalmente mediante la liberación de dos neurotransmisores: la adrenalina y la noradrenalina, para responder de una manera efectiva frente a estos peligros.
Evitar el estrés en vacaciones
Estos mecanismos que la evolución moldeó para permitirnos salir airosos ante, por ejemplo, el ataque de un depredador, ahora también saltan cuando vemos a nuestro jefe aproximarse, se nos acumula el correo en la bandeja de entrada o nos exigen acabar tareas para ayer.
Inicialmente, no tendría por qué ser malo. Este subidón de adrenalina, de forma puntual, contribuye a que espabilemos, nos enfoquemos en nuestra tarea y podamos ser más efectivos.
Pero como en casi todo, lo poco gusta, lo mucho cansa. Y para no llegar a situaciones peligrosas, la evolución dio como resultado el sistema nervioso parasimpático, que actúa como freno de los efectos generados por el sistema simpático.
Dos sistemas que se complementan
A diferencia del simpático, el sistema nervioso parasimpático utiliza generalmente un neurotransmisor llamado acetilcolina que provoca, entre otras acciones, la disminución de la frecuencia cardiaca o la contracción de la pupila, devolviéndonos a un estado de relajación.
En condiciones normales, estos dos sistemas trabajan en armonía; cuando uno aumenta, el otro lo compensa y viceversa. Desafortunadamente, cuando estamos sometidos a situaciones de estrés prolongadas, mantener la alerta constante y su regulación es muy costoso y produce cambios a diferentes niveles en nuestro cuerpo que nos llevan a un cansancio extremo, ansiedad o, en el peor de los casos, depresión.
Descansar en vacaciones
Sin embargo, algunas personas también habrán tenido la sensación de necesitar un periodo para recuperarse de las vacaciones. En nuestras vacaciones por lo tanto es muy importante evitar seguir acumulando situaciones estresantes para que realmente sean efectivas. Atascos, discutir sobre qué hacer o tener prisa todo el rato porque queremos hacer muchas cosas son situaciones que no contribuyen a que nuestro sistema parasimpático reestablezca el equilibrio. Por supuesto, otro aspecto crucial es no quedarnos enganchados a nuestro trabajo, por ejemplo pendientes del correo.
¿Qué podemos hacer para saber si nuestras vacaciones han puesto a trabajar al sistema nervioso parasimpático para regular nuestros niveles de estrés? Hay una sencilla prueba que nos puede dar una pequeña indicación.
Si mientras controlamos nuestra pulsación tomamos una bocanada de aire y la mantenemos, nuestro sistema simpático debería hacer que las pulsaciones aumentasen. Si las vacaciones han cumplido su función y han ayudado a deshacerse del estrés, al echar el aire, el sistema nervioso parasimpático debería de venir al rescate e inmediatamente devolver las pulsaciones a niveles normales.
Disfrutar del tiempo de ocio
Otro neurotransmisor que hay que tener muy en cuenta durante nuestras vacaciones es la dopamina, de la que ya hablamos en un artículo anterior.
Nuestro cerebro libera dopamina cuando hacemos cosas que nos gustan, creando esa sensación de satisfacción. La dopamina regula nuestra motivación y juega un papel crucial en nuestro bienestar, por lo que realizar actividades que nos gusten ayuda a reducir el estrés y hace que volvamos al trabajo con las pilas cargadas.
Momentos egoístas
Entonces, ¿qué hay que hacer para tener unas vacaciones maravillosas? Lo más probable es que no haya una receta perfecta que funcione para todo el mundo, ya que cada uno tiene gustos personales.
Por eso, un aspecto importante es tener momentos “egoístas” en los que antepongamos nuestro propio bienestar al de aquellos que nos acompañan. Y para que no nos echemos las manos a la cabeza con lo de egoísta, vamos a matizarlo.
La mayoría de nosotros pasamos (y disfrutamos) nuestras vacaciones en grupo, ya sea con nuestras familias, amigos o en pareja. Pero como hemos dicho antes, los gustos de cada uno son muy personales y esto hace que, a pesar de llevarnos bien con nuestros acompañantes, aparezcan discrepancias en lo que uno u otro quiere hacer.
¿Y cuál es el resultado? Pues que muchas veces nos vemos arrastrados a hacer cosas que realmente no estimulan nuestro sistema dopaminérgico. Además, en alguno de los casos, cuando la falta de armonía en el grupo va a más, puede transformar lo que inicialmente iba a ser un merecido descanso en una situación de estrés que no nos ayuda.
Actividades en solitario
Aunque muchas veces intentemos buscar actividades que nos gusten a todos, estudios enfocados en vacaciones familiares muestran que los momentos que más se disfrutan son aquellos en los que todos los miembros del grupo lo pasan bien, aunque esto implique no estar todos juntos realizando esas actividades.
Así que, al igual que recomendamos a nuestros lectores, nosotros también nos vamos a tomar un descanso para poner en marcha nuestro sistema nervioso parasimpático y recargar energía potenciando nuestra dopamina. ¡Felices vacaciones!
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