¿Morena se va en el 2024?

¿Resulta posible que Morena deje la presidencia en 2024?

24 de enero, 2023 Morena se va en el 2024

Resulta innegable que existe una buena cantidad de ciudadanos inconformes con las decisiones y el actuar del ejecutivo y los gobiernos estatales de Morena, misma que ha mostrado su sentir en las elecciones de la capital del país, así como durante la marcha en defensa del INE, por mencionar sólo dos eventos específicos y recientes. Gran parte de la clase media mexicana ha visto una merma notoria en sus bolsillos como consecuencia de las decisiones gubernamentales y ha escuchado el ataque a sus aspiraciones y convicciones desde el púlpito presidencial un día sí y otro también. Al mismo tiempo, miembros del sector empresarial, así como algunos políticos de oposición y numerosos medios se han encargado de poner en entredicho las palabras que emanan de boca del ejecutivo cada mañana con respecto al “avance” del país.  

Hay que mencionar también las derrotas que ha sufrido el presidente y su séquito en sus empresas más recientes: la imposición de la plagiadora Yasmín Esquivel para ocupar el lugar que dejaba vacante el otro incondicional del ejecutivo que es Arturo Saldívar en la SCJN, la Reforma Electoral, etc. 

Si bien lo anterior es cierto y hay millones de inconformes, hay más, muchos más, que avalan y defienden al presidente y su partido. Ahora bien, poniendo atención a las condiciones, encuestas, señales y momentos de cara al proceso electoral del año que viene, ¿resulta posible que Morena deje la presidencia en 2024? La respuesta es no. Morena llegó y como la humedad, deshacerse de ellos no será nada fácil. Y aquí están las razones: 

1) Comencemos por el principio: López será muchas, muchísimas cosas, pero un demócrata o un hombre apegado a lo que dicta la ley, jamás; los hechos que lo sustentan van desde la expropiación de un predio privado cuando era jefe del gobierno capitalino, la clasificación de asignaciones y obras en la Ciudad de México durante su mandato hasta su autoproclamación como “presidente legítimo” en el 2006. Lo que dicta la constitución, las leyes y reglamentos le quedan “guangos” al actual ejecutivo y sirven sólo cuando le acomoda, como por ejemplo cuando el INE corrobora su triunfo electoral. Cuando pierde, acusa fraude. ¿Y es que acaso un hombre que buscó activamente la presidencia del 2006 al 2018, que dejó al PRD y a sus mentores al borde de la extinción en aras de su propósito, va a permitir que Morena se haga a un lado en la próxima elección, sabiendo de que el área, dependencia e institución que se revise será un hervidero de irregularidades y corrupción? No, no hay manera. Tomando en consideración lo que se encuentra en juego en el 2024, podemos no sólo prever sino tener la certeza de que el Estado, con todas sus herramientas, instituciones e influencia estarán ahí, para salvaguardar el principio fundamental del poder: no perderlo. Y aquí entran todas las trampas imaginables en materia electoral: campañas anticipadas, desvío de recursos, compra de votos, amenazas, acarreo y demás prácticas conocidas. ¿Seis meses de becas anticipadas, un año? Para eso sirve el presupuesto no ejercido y los guardaditos de la actual administración. Dinero sobra para ello, aunque en materia de educación, salud, seguridad, infraestructura, el país se esté cayendo a pedazos.   

2) Popularidad: Aún para los menos interesados en los vericuetos de la política (que es la mayoría de la población) el presidente resulta un personaje identificable y no sólo eso, también cercano. Millones de mexicanos se ven representados en sus formas, maneras, en cómo se viste, en cómo actúa y sobre todo, en aquello que dice. Aunque no sea más que una burda pantomima, el presidente interpreta bien su papel:  habla mal, desdeña a los ricos, los estudiados, los privilegiados, come garnachas, saca estampas de santos para “protegerse” de la COVID, y demás etcéteras. Nadie en la oposición se acerca a los números de Morena (desde Sheinbaum hasta Adán Augusto, todos ellos duplican o triplican las preferencias de Lily Téllez, Luis Donaldo Colosio e incluso Mariana Rodríguez). Ni qué decir del presidente, que cuenta con un porcentaje cercano al 60%. No hay duda de que si se les pregunta a 10 mexicanos al azar: ¿con quién se identifica más, con el presidente o con digamos, Enrique de la Madrid o Ildefonso Guajardo? La respuesta será clara. El que salga día a tras día a soltar una cháchara interminable e inconexa no hace sino incrementar su presencia y mantiene su discurso vigente, resonando en aquellos que lo siguen por la radio, la televisión o por medios digitales, sin ir más allá. Peor aún, muchísima gente es capaz de perdonar o pasar por alto la eliminación de estancias infantiles, escuelas de tiempo completo, refugios para mujeres, de dejar sin medicamentos a niños con tal de “creer” que ese tipo que les cae bien está haciendo algo distinto de los gobiernos anteriores. Lo cual nos lleva al punto siguiente. 

3) La gran mayoría de la población mexicana está condicionada no sólo por un enorme desconocimiento, sino también por numerosos sesgos y no, no me refiero únicamente a aquella con menos oportunidades (educativas y laborales). La realidad es que en nuestro país nunca permeó el pensamiento crítico y hasta el día de hoy, en pleno siglo XXI, tanto los hechos como los mitos, las supersticiones y las creencias conviven con total naturalidad, aún entre la población con un mayor grado de escolaridad, sin distinción de tonos de piel o estratos sociales. Dado lo anterior a nuestra sociedad la conforman tanto algunos especialistas médicos de alto nivel como miles que recetan Herbalife y remedios homeopáticos o productos “milagro”. También científicos de renombre así como coaches de vida que creen en los duendes y el mal de ojo e individuos con doctorados en el extranjero que creen que el aumento al salario mínimo, como medida gubernamental, realmente habrá de incrementar el poder adquisitivo de los ciudadanos en un entorno inflacionario. Los sesgos acumulados a través del tiempo no permiten generar una conciencia crítica de las cosas y la inmediatez de las redes, las fake news y otros eventos similares no han hecho sino diluir la brecha entre realidad y fantasía. 

Los mexicanos en lo general no somos gente atraída por la racionalidad, por contrastar datos precisos, es más, ni por leer ni por las matemáticas ni nada que se le parezca; la navaja de Ockham, el método científico y hasta el más elemental sentido común nos hacen lo que el viento a Juárez.  Debido a ello y la política no es excepción, poco nos importan la viabilidad y la probabilidad y dejamos de lado lo complejo y riguroso por lo fácil e inverosímil: por los Chapuceros, las Mañaneras, la uña de gato, los horóscopos, los amarres, el Santo Niño Futbolero, los geles “chupa panza”, el dinero “gratis” y los políticos de izquierda que se convierten, más pronto que tarde, en tiranos. En resumen, elegimos siempre algo que se asemeje a lo que queremos o quisiéramos creer, aunque ello se oponga a la realidad misma. 

4) Oposición: Simplemente no hay quién. Lo cierto es que absolutamente todos los políticos de todos los partidos han brincado de acá para allá y tienen un largo historial tras de sí, tanto los del PRI como los del PAN y por supuesto, los de MORENA. Ninguno de los miembros de la oposición, salvo tibiamente, han salido a enfrentar al presidente en estos cuatro años puesto que todos tienen esqueletos en el clóset, aún aquellos que apenas incursionaron en la política de alto nivel, de manera independiente o como parte de un partido de reciente creación. Pero aún si no los tuvieran, saben que quien resulte el ganador de la rifa del tigre de cara a la elección presidencial tendrá que verse las caras con la FGR que comanda Gertz Manero (que ahora aparentemente tiene Adán Augusto) y la UIF de Pablo Gómez, sobradamente capaces de inventar cualquier excusa y sembrar cualquier cantidad de evidencia (como pasó con Rosario Robles) para amedrentarlos y/o quitarlos del camino. 

Los mismos gobernadores salientes de la oposición, sabiendo lo débiles que son sus liderazgos partidistas, han buscado la salvación personal y optado por la vía de la concordia con el ejecutivo, recibiendo la promesa de un retiro sin persecución o incluso de una embajada o un consulado a cambio de entregar sus entidades al partido del presidente.  La única posibilidad sería que algún paladín solitario e impoluto emergiera espontáneamente de la sociedad civil; si lo hiciera y lograra sobrevivir los embates de la prisión preventiva de la FGR y la UIF, aún tendría que evitar tanto él como su familia, los del narco, punto que trataremos en el punto 6, para lograr colocarse a la cabeza de las preferencias y obtener la mayor votación de la historia del país, con excepción de la de Obrador, que lo logró con 20 años de campaña ininterrumpida. Todo esto en escasos doce meses (o menos) acorde con los tiempos electorales. 

5) El INE: Como bien sabemos, el intento de Reforma Electoral del presidente y Morena no llegó a buen término al no contar con la mayoría calificada, pero su alternativa si lo hizo, el llamado “Plan B” (con la ayuda del Partido Verde y del Partido del Trabajo). El paquete de leyes compacta la estructura del instituto (desaparecen las secretarias ejecutivas y el servicio profesional de carrera), limita su alcance territorial (sus órganos distritales pasan de 300 a 260 y serán temporales, no permanentes) y suaviza las sanciones contra partidos y servidores públicos (quitar candidaturas y limita las facultades del Tribunal Electoral para castigar actos anticipados de campaña) al mismo tiempo que busca eliminar el famoso PREP (Programa de Resultados Electorales Preliminares). Para peor, las dos figuras más importantes del Instituto, mismas que se han encargado de ponerle el pecho a las balas y proteger no sólo lo que el INE es y representa sino los cimientos más elementales de la democracia per se, Lorenzo Córdova y Ciro Murayama, salen en este 2023.  Sabedor de lo anterior, el presidente hará todo lo posible por imponer en el Instituto a sus incondicionales (como lo hizo en el Conacyt, la Suprema Corte, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, etc). El árbitro imparcial que garantizó la legalidad en el 2018 llegará disminuido a las próximas elecciones presidenciales. 

5) Por último, pero no menos importante, Morena y el presidente tienen de su lado la FUERZA necesaria para utilizarla si así se requiere: a su diestra al Ejército Mexicano y a su siniestra, a los Cárteles del narcotráfico. A los primeros, en lugar de emplearlos en el combate de los grupos delictivos que azotan el país, los mantiene ocupados y satisfechos mediante jugosos contratos y actividades que van desde la construcción de aeropuertos hasta la “vigilancia” del Metro de la Ciudad de México. A los segundos, permitiéndoles operar sin inconveniente alguno a lo largo y ancho del país no sólo en lo referente al trasiego de droga sino también a las múltiples actividades relacionadas: trata, secuestro, extorsión, huachicol, etc. Cabe hacer mención que hay entidades donde, como en las elecciones del 2021, los distintos grupos delictivos ya operaron a favor de Morena donde resultaron vencedores. Hoy en día, 21 entidades son controladas por Morena, entre ellas Guerrero, Sinaloa, Veracruz y Tamaulipas. Ya sea por la vía legal o la ilegal, el presidente tiene la fuerza suficiente para apretar a cuántos quiera, en el momento que quiera y como mejor convenga. 

Con suficiente anticipación (2016-2017) escribí y publiqué en numerosos artículos la debacle en que se vería inmerso el país en caso de ganar el “voto masivo” que pedía Obrador; lo anterior lo abordé desde distintos ángulos: lo que representaba el voto joven, que no había conocido épocas de entornos deficitarios o de alza inflacionaria constante, con políticas retrógradas y un partido hegemónico, como lo planteaba López en su Proyecto de Nación. Lo hice también mencionando los antecedentes específicos de Obrador y su paso por la capital del país, el PRD y el PRI e incluso más atrás. También escribí acerca del marketing político y el efecto de los sesgos cognitivos en las campañas electorales, que funcionaban a favor de un candidato repleto de premisas falsas o llanamente equivocadas, pero “diferente” con respecto al sistema. Y muchos otros. 

Sobra decir que mis advertencias y las de muchos otros cayeron en oídos sordos. A casi siete años de distancia de aquellos escritos y a poco más de un año de la elección presidencial, a menos que se presente un evento catastrófico que logre mermar al presidente (y por consiguiente a su partido) y confluyan varios golpes de suerte simultáneos, no resulta viable la victoria en el 2024, sobre todo porque las condicionantes antes expuestas no harán sino dificultar la consecución del objetivo con cada día y mes transcurrido. Desearía equivocarme, pero lo cierto es que Morena llegó, infestó y exterminarlos no será tarea fácil, ni ahora ni en el futuro. 

El ejemplo está esparcido por toda Latinoamérica.  

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