¡Es el amor, estúpidos!

Aunque este artículo podría resultar un poco tardío, no quise quedarme con las ganas de comentar el esperado final de una de las series más...

4 de junio, 2015

Aunque este artículo podría resultar un poco tardío, no quise quedarme con las ganas de comentar el esperado final de una de las series más exitosas de los últimos años: Mad Men, la multipremiada producción que narra en un ambiente melodramático los éxitos y desventuras de un exitoso publicista durante la segunda mitad de los sesentas y principios de los setentas.

El cierre de la séptima y última temporada de la serie creada por Matthew Weiner para AMC, ha sido controversial; muchos seguidores de la historia se dijeron decepcionados y otros tantos señalaron que se esperaba algo más controversial y espectacular.

Si no conoce el tema, se lo platico en breve: la serie narra la historia de Don Draper, un exitoso publicista de Nueva York, quien escala posiciones hasta convertirse en socio de una imaginaria agencia publicitaria (Sterling Cooper & Partners). El protagonista, personificado por el laureado actor Jon Hamm, es un hombre de claroscuros que oculta un pasado tormentoso y cuya debilidad por las bellas mujeres genera complicados nudos que se entremezclan con los tradicionales conflictos de oficina y episodios propios del ambiente publicitario, con algunas anécdotas tomadas de historias reales de la industria en una de sus épocas y locaciones doradas: la pujante Norteamérica de la posguerra.

En el último episodio de la serie, vemos a un alicaído Draper refugiarse en una comuna hippie, tratando de alejarse del bullicio citadino y de las presiones que le genera el pasar de socio de un exitoso despacho a un empleado de lujo, luego de que la firma es absorbida por la poderosa McCann Erickson.

Tras la definición de los nudos dramáticos de varios de los personajes secundarios, Draper vence el escepticismo y se suma a la medicación trascendental con sus compañeros de comuna. La última secuencia de la serie se funde con el icónico comercial lanzado por Coca-Cola en 1971, conocido como 'Hilltop', bajo los acordes de la pegajosa tonada de "I'd like to buy the world a Coke", mismo que en Latinoamérica conocimos como “Quisiera al mundo darle hogar”. Una de las campañas publicitarias de la historia.

Cierto, muchos esperaban probablemente un cierre apoteósico en una de las series televisivas que a lo largo de ocho años nos prodigó todo un repaso de temas tan intensos como atractivos: la crisis de la mediana edad, el capitalismo, el sexo en la época previa al SIDA y la televisión como herramienta de entretenimiento y alienación.

En lo particular, creo que una de las grandes aportaciones de Mad Men, además de su impecable manufactura y ambientación, es la reflexión acerca de la manera en que la llegada de la era cibernética nos ha robado paulatinamente muchos elementos de motivación que hacían hace décadas de la experiencia mediática y de la propia publicidad algo tan humano como apasionante.

En la actualidad, el éxito de las campañas publicitarias y políticas pretende medirse en dos escalas de magnitud que resultan demasiado frías: la rapidez con la que el mensaje llega a un mayor número de usuarios y, la cantidad de “likes”, retweets y reproducciones que un material alcanza al viralizarse en las redes sociales. ¿En dónde quedó la compresión del mensaje, el sentido de pertenencia, el grado de emotividad que debe generar una buena campaña?

Definitivamente, los publicistas e imagólogos mucho pueden aprender analizando sin soberbia el mensaje de una serie como Mad Men. Nos comunicamos más rápido, pero ¿lo estamos haciendo de una manera eifcaz?

Y en el caso de las campañas políticas, qué podemos decir… particularmente en México naufragan en el mar de la mediocridad, el descaro y la elemental falta de creatividad. Los partidos y sus publicistas pretenden tratar a los usuarios de medios y redes como su fuésemos un multitudinario ejército de imbéciles. ¡Partidos basura, con candidatos basura… y campañas basura!

Peor imposible.

La alegoría detrás del emblemático comercial de Coca-Cola con el que cierra emotivamente Mad Men esconde el gran secreto de la publicidad: más allá de vender productos, una buena campaña vende emociones.

La campaña “Hill Top” fue sólo una reafirmación de lo que Coca-Cola buscó proyectar como marca.

Lamentablemente, en la etapa final de su existencia, la televisión ha dejado de ser la fábrica de sueños, la herramienta motivacional de las masas, para convertirse en el espejo de nuestras miserias. Lamentablemente, hay una corriente que apunta hacia el mismo derrotero en el caso de redes sociales como Facebook.

Es tiempo de retomar esa gran motivación para hacer de la comunicación una realidad emotiva, más que una atrocidad efectiva.

Más que una era de la comunicación, necesitamos construir la nueva era de los ciudadanos, horizontal, participativa, equitativa.

Busquemos el gran motor que nueve al mundo.

¡Es el amor, estúpidos!

 

SOUNDTRACK PARA LA LECTURA

“Hilltop” -McCann Erikson/ Coca Cola (Estados Unidos)

 

“Get Off my Cloud” – The Rolling Stones (Inglaterra) 

 

“Communication Breakdown”- Led Zeppelin (Inglaterra)

 

“All you need is love”- The Beatles (Inglaterra) 

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