Hace casi 103 años que el Archiduque Francisco Fernando de Habsburgo fue asesinado en Sarajevo.
La muerte del heredero del trono Austro-Húngaro no fue un acontecimiento aislado, sino en “tándem” con el levantamiento árabe en lo que se conoce como Palestina.
¿Cuál fue el vínculo entre ambos eventos, y qué importancia tiene para nosotros en el momento actual?
La conexión entre aquellos dos acontecimientos es que ambos fueron auspiciados por Inglaterra con el propósito de impedir que el Káiser Guillermo Segundo de Hohenzolern construyera el ferrocarril de Berlín a Bagdad, con el cual habría puesto fin al dominio absoluto de los británicos sobre la navegación y el comercio europeos.
Los flemáticos ingleses habrían pasado de ser amos absolutos a isleños obsoletos.
Cuando en Buckingham se enteraron del proyecto ferroviario del Káiser, recurrieron a su inagotable repertorio de malas artes para impedirlo.
¿Cómo lo impidieron?
¡AQUÍ ESTÁ EL DETALLE!, COMO DIRÍA CANTINFLAS:
Literalmente se dedicaron a ponerle piedritas (¡y qué piedritas!) en el camino al emperador alemán, tanto en los Balcanes, como en Medio Oriente; justo por donde tenía que pasar su “trenecito de juguete”.
Alebrestaron a los palestinos prometiéndoles liberarlos del dominio imperial de Turquía; promesa que, desde luego, no cumplieron y cuyo precio siguen pagando los palestinos hasta la fecha.
Estuvieron detrás del asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo que condujo a la Primera Guerra Mundial, “nada más”…
¿QUÉ TIENE QUE VER SARAJEVO CON EL AÑO 2017, QUE INICIA TAN PROMETEDORAMENTE CON LA LLEGADA DE DONALD TRUMP A LA CASA BLANCA?
Tiene que ver que nuestro mundo se encuentra especialmente revuelto y crispado en muchos sitios.
Hay un conflicto “de importación” prefabricado en Ucrania.
Hay otro “pequeño broncón” (de importación) en Siria.
Hay inestabilidad volátil en Palestina, gracias a la visionaria generosidad de Bibi Netanyahu y sus nazis.
Hay nubarrones en el Mar de China y en Corea del Norte.
Hay turbulencias en Taiwán y hasta en Japón.
Y como dicen en España:
Con la llegada de Donaldo Trump a la presidencia: “ÉRAMOS POCOS Y PARIÓ LA ABUELA”.
Si el flamante presidente de Estados Unidos (de pura casualidad) fuera de gira a Dallas, y algún émulo de Lee Harvey Oswald “lo despeinara”, los interesados en desatar la Tercera (y última) Guerra Mundial, podrían colgarle el “peluqui-cidio” a los hackers rusos, ¡y listo!
Hablando en términos beisboleros, quienes optaran por despachar al hombre de la peluca sin canas, harían un “DOBLE PLAY”: Se quitarían de encima al magnate intruso de la política estadounidense, y de paso organizarían el “gran negocio” de la violencia para beneficio de la globalizada empresa Halliburton y sus filiales.
¿Y qué podemos hacer para impedir estos acontecimientos?
La respuesta es doble:
NADA en lo político.
REZAR, que nunca está de más; porque Dios no es el Becerro de Oro que proviene de los tiempos bíblicos cuando, en vez de obedecer la Ley Divina recibida por Moisés en el Monte Sinaí, la “Disidencia Financiera” muchos años antes de Cristo, decidió desde entonces fundar la Bolsa de Valores de Nueva York, frente a la cual, reina hoy aquel áureo becerro que ilustra este texto.
El mismo becerro de oro que, “con un tremendo tope”, fue capaz de implosionar las Torres Gemelas de Nueva York, gracias a lo cual, Irak y Afganistán conocen hoy las glorias de la democracia occidental gracias a la “coalición” heroicamente enriquecida por Tonga, Pemba y Palau, encabezada por su libertador: George Bush Jr.
¿Cómo hemos llegado a tanta felicidad?
La respuesta es más bien simple: Hemos permitido que se gobierne al mundo “como si Dios no existiera”.
Gracias a tan “sabia y filosófica” decisión, hemos tenido Churchills, Trumans, Roosevelts, Stalins, Netanyahus, Hitlers, Kims, Maos, Bushes Y TODA CLASE DE “DIOSES” que han decidido quiénes merecen vivir, y quiénes merecían ser baleados, gaseados, esterilizados, rostizados atómicamente, “maquillados” con napalm, ahogados en fuego, bardeados, enrejados, apartheidizados, segregados o esclavizados, entre otras monerías.
Ante una perspectiva tan esperanzadora, no se sabe por dónde vaya a tronar la Tercera Guerra Mundial…
Pero como decía la querida nana Concha:
¿PA’ QUE NOS PREOCUPAMOS, SI DE ALGO NOS TENEMOS QUE MORIR?
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