Los “atajos” de nunca llegar

La Ley de Seguridad Interior, que busca darle rienda suelta a las fuerzas armadas nacionales, constituye un “atajo” que más bien es brinco en suelo...

5 de abril, 2017

 

La Ley de Seguridad Interior, que busca darle rienda suelta  a las fuerzas armadas nacionales, constituye un “atajo” que más bien es brinco en suelo parejo y tentativa de patentar el hilo negro, cuando la Constitución de 1917, si fuera aplicada, tiene elementos de sobra para responder a los problemas que esta nueva ley pretende resolver.

Desde su artículo 2º, es una ley  que nace coja, ciega y manca.

Dicho artículo dice a la letra lo siguiente:

Artículo 2.- “La seguridad interior es una función de seguridad nacional a cargo de la Federación que tiene como objeto preservar EL ORDEN CONSTITUCIONAL, el ESTADO DE DERECHO, la GOBERNABILIDAD DEMOCRÁTICA y los DERECHOS HUMANOS en todo el territorio nacional para garantizar condiciones de desarrollo de la población”.

Si hubiera alguna coherencia, la dichosa Ley de Seguridad Interior, tendría que ser reglamentaria del artículo 29 constitucional que trata el tema de la suspensión de garantías, tambien conocida como ley marcial.

La Ley de Seguridad Interior nace muertita por una muy sencilla razón.

SOLAMENTE PUEDE PRESERVARSE LO QUE EXISTE.

Preservar, (según el Diccionario de la Lengua Española), significa:

Proteger, resguardar, salvaguardar, amparar, defender, guardar, poner a salvo, poner a cubierto.

¿Cree Usted que México vive una perturbación grave de la paz pública?

¿Cree que México enfrenta graves peligros y conflictos?

Entonces permítame presentarle el preámbulo del artículo 29 constitucional que claramente previene lo siguiente:

“En los casos de invasión, PERTURBACIÓN GRAVE DE LA PAZ PÚBLICA, o de cualquier otro QUE PONGA A LA SOCIEDAD EN GRAVE PELIGRO O CONFLICTO, solamente el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, con la aprobación del Congreso de la Unión o de la Comisión Permanente cuando aquel no estuviere reunido, podrá restringir o suspender en todo el país o en lugar determinado el ejercicio de los derechos y las garantías que fuesen obstáculo para hacer frente, rápida y fácilmente a la situación…”

El arma más importante y que precisamente es la que no tiene el ejército ni la marina, es la consistencia legal. Sin el arma de la legitimidad constitucional y jurídica, no se puede alcanzar el éxito en el esfuerzo pacificador.

Los expertólogos aconsejan no suspender garantías constitucionales, porque se ve mal (mercadotécnicamente hablando); porque afecta a los mercados y ahuyenta las inversiones; ¡porque se abaten los índices de popularidad del gobierno!!!

La clase política prefiere dizque gobernar al son de “canta y no llores”, para que en el mundo no vayan a pensar que vamos derechitos por el mismo camino de Somalia…

Si el Gobierno Federal hubiera aplicado el artículo 76, fracción V de la Constitución Federal, y  DESAPARECIDO LOS PODERES DE CHIHUAHUA, VERACRUZ Y QUINTANA ROO (entre otros), en vez de esperar a que los Duartes volaran libremente lo mismo que Borge, habría contribuido efectivamente a RESTITUIR lo que ahora pretende PRESERVAR con criterio de tapar el pozo después del niño ahogado, y “LOS TRES COCHINITOS” no se hubieran escapado en nuestras narices.

La constitución de 1917 fue durante muchos años, instrumento para el ejercicio del RÉGIMEN ORGANIZADO que gobernaba México; pero era un instrumento eficaz a pesar de todos los vicios y defectos del sistema implantado por el PRI que no estaba del todo divorciado de las necesidades populares.

Una de las muchas recetas “cocinadas” hábilmente por los presidentes “autoritarios” era la de LA DESAPARICIÓN DE PODERES para poner en orden a los gobernadores que hoy, nada más piden licencia, abordan el helicóptero y se largan sin problema ante la indignación impotente de un pueblo harto.

Sustituir los instrumentos de eficacia probada (como la desaparición de poderes) por  ATAJOS DE NUNCA LLEGAR,   que no conducen a ninguna parte, es jugar con fuego y apostarle a que en México nunca pasa nada.

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 (*)  A propósito de la caricatura que ilustra esta entrega, me permito precisar que el cadete (único) cuya gorra se aprecia inmediatamente delante de Madero, corresponde a mi tío Oscar Chavezmontes (chihuahuense) que fue galardonado con la Medalla de la Lealtad en 1973, de manera póstuma por haber acompañado al presidente en su trayecto de Chapultepec al Palacio Nacional.

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