El nuevo “Quetzalcóatl”

La semana pasada vaticinaba yo (aunque no solamente yo) el inminente regreso del Jedi para encabezar las fuerzas...

11 de enero, 2017

 

La semana pasada vaticinaba yo (aunque no solamente yo) el inminente regreso del Jedi para encabezar las fuerzas de Darth Peña Vader en la inminente Guerra de las Falacias que se avecina velozmente con el 2018.

Las antiguas profecías y los códices más antiguos parecen disipar las dudas sobre la verdadera identidad del Fénix Videgaray; hombre blanco y con barba, llegado de las remotas tierras del señorío de Malinalco para reinar por 6 años en estas tierras dominadas por los designios bélicos de Huitzilopochtli.

La ceremonia netamente mexica mediante la cual fue ungido como el sacerdote encargado de oficiar los rituales para aplacar la ira del “dios blanco del norte”, no pudo ser más ominosa.

Ahí estaba el ex señor de los otomíes del estado de Hidalgo, convertido en un demudado macegual dándole posesión al elegido del arcano, cuya humildad es conmovedora:

Dijo el recién REnacido: “Hijos míos, vengo a aprender”…

Videgaray se puede morir de risa de aquel viejo dicho que decía:

“Lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta”; que traducido a náhuatl moderno significa: “Aunque no tengas la menor idea sobre diplomacia y relaciones internacionales, basta que seas la niña de los ojos del tlatoani en turno, y que te sepas empinar dócilmente ante el presidente de Estados Unidos cuantas veces se te ordene”.

La Malinche saliente del ministerio encargado de las relaciones con los tepacnecas, texcocanos, tlaxcaltecas, xochimilcas, totonacas y demás tribus de allende las fronteras, presenciaba el ritual con un gesto similar al macegual de los otomíes, que había acariciado la idea de ser favorecido por el nuevo Tlacaelel, heredero del gran elector de los antigüísimos (sic) aztecas llegados de Metepec.

Los teponaztlis y las chirimías voceaban el triunfal retorno del hombre blanco y barbado que en realidad nunca se había ido ni muerto, sino que nada más estaba acechando el momento en que las llamaradas virales se aplacaran, vencidas por la inmensa capacidad de olvido que nos adormece.

¡Lo que no deja de sorprenderme, es que se pueda llegar a un cargo de vital importancia, reconociendo palmariamente que no se tiene ni la menor idea de lo que se trata el trabajito!

Ante semejante despliegue de sinceridad (¿descaro?) evoco a Foximiliano el tonto, que en su sexenio pretendió impulsar la Ley del Servicio Civil de Carrera para evitar la llegada de ineptos e improvisados a cargos que exigen conocimientos y experiencia del más alto nivel posible.

Cuenta la leyenda que aquella iniciativa de ley fue abortada por el encantador Felipe Calderón, que durante su paso por la gran Tenochtitlan le gustaba imaginar que era un caballero tigre o un caballero águila, aunque en realidad lo que más le gustaba era ser un tequihua, especialmente a partir de la hora de las botanas.

Cuando se le preguntó a Calderón sobre la Ley del Servicio Civil de Carrera, dicen que entre brindis y brindis respondió:

  • ¡Cómo crees compa!
  • ¿Y entonces como puedo darle chamba a mis cuates en el gobierno?
  • Los buenos “precisos” tienen que repartir huesos entre los compas, cobijándolos a la sombra del presupuesto.

El Servicio Exterior Mexicano se distinguió hasta tiempos recientes, por sus diplomáticos DE CARRERA cultos, prudentes, hábiles y dignísimos.

Ahora puede llegarse a la mismísima Cancillería usándola como trampolín para lanzar candidaturas presidenciales; y a quien no le guste, se chong…

La antigua dignidad de los diplomáticos de carrera, parece haberse esfumado, puesto que ninguno en todo el ministerio insinuó siquiera presentar su renuncia en protesta por la imposición del improvisado favorito del indespeinable Peña Nieto.

Si el nuevo titular no tiene rango de embajador y ni la más peregrina idea sobre diplomacia o relaciones internacionales, es lo de menos, al fin y al cabo que echando a perder se aprende. ¿Verdad?

Cuando Moctezuma II recibió la noticia de la llegada de Hernán Cortés a nuestras costas, creyó que se cumplía por fin la profecía y que en realidad se trataba del retorno de la Serpiente Emplumada.

Ahora, el regreso del que nunca se fue, ha dejado al antiguo señor de los Otomíes con un palmo de narices, y en vez de reinar por fin desde el sitio donde estuvo el gran palacio de Axayacatl, si bien le va, será inmolado como aquel “joven divino” al que después de disfrutar las mieles de la vida, se le arrancaba el corazón en la cima del Cerro de la Estrella, por los rumbos de la hoy pacifica, tranquila y bellísima Iztapalacra.

En 1519, la llegada de Cortés, confundido con Quetzalcóatl, abrió la puerta a los conquistadores españoles de cuya presencia entre nosotros, pueden apreciarse los frutos con solo descender a las entrañas de la estación del Metro Pino Suarez.

En este 2017, la vuelta del hombre blanco y ahora barbado al Ministerio de Relaciones Exteriores, augura para los habitantes de Mexicalpan de las Tunas, la llegada del gran conquistador del Norte; el hombre de peluca rubia y maquillaje níveo al que Videgaray sabe adular como ningún otro, y al que será capaz de entregarle la otra mitad de Mexico en cumplimiento de la  profecía que se viene cumpliendo inexorablemente sobre nosotros: La profecía de Robert Lansing sobre los hijos del espicalinglis, de los que Luisito forma parte.

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