La pasión de la juventud

Una juventud es el nombre de una de las tantas novelas del escritor francés Patrick Modiano. Y traigo esta novela a colación porque en ella...

6 de noviembre, 2015

Una juventud es el nombre de una de las tantas novelas del escritor francés Patrick Modiano. Y traigo esta novela a colación porque en ella se resuelve, tanto en la narrativa del autor como en la historia, la pasión pasiva.

Es decir, aquellos hechos y circunstancias que en algún punto determinado se resolvieron desde la pasividad, la aceptación que requiere aquello que llamamos felicidad.

En esta historia Odile y Louis, cumplidos treinta y cinco años, viven una vida plena en las montañas, con dos hijos que parecen ser el broche de oro en su relación.

Dicha felicidad ¿a qué se debe? Tal pregunta se resuelve durante toda la novela.

Historia que transcurre en Paris, cuando ambos no rebasaban los veinte años de edad. En esa etapa de vida donde apenas hay esbozos de lo que se puede ser.

Allí, con caminos totalmente opuestos; ella, una cantante en busca del éxito; él, un tipo que acaba de terminar su servicio militar y ahora trabaja como vigilante nocturno, se encuentran.

Tal encuentro deriva de la sincronicidad: una serie de elementos diversos, dispersos, pero a la vez simultáneos, que se conectan y confluyen para lograr algo, lo imposible, lo absurdo, eso que se logra sin trabajar para ello, sin buscarlo, simplemente se está en el punto exacto, en un momento determinado.

Ambos personajes aceptan tácitamente los eventos, el de encontrarse un tanto sin querer

De ahí parten en una aventura en la que todo lo que les ocurre parecen aceptarlo de la mejor manera; es decir, hay hechos que se consuman, dramáticos, y sin embargo, el autor los plasma con tal parsimonia característica de aquél que entiende lo inevitable.

El drama se esfuma de esta novela, los personajes no la necesitan, el engaño, la infidelidad a la que es obligada Odile a consumar, se pasa por alto, no tiene caso ni mencionarlo, porque no significó nada, son circunstancias inevitables.

Así, como los trabajos sucesivos en los que se involucra Louis que no parecen ser muy legales, pero que a él no parece importarle demasiado, se deja a los días y a lo que pueda sucederles, porque después de todo nada es lo suficientemente significativo como para preocuparse.

Y eso es lo que da la juventud, la no preocupación por las cosas. Preocuparse es sufrir, condenarse a hacer las cosas bien, a enterarse de los hechos y él no quiere saber nada, porque de alguna manera entiende que la información lo hará participe de la realidad que prefiere ver de reojo junto a su pareja que lo sigue, porque son tan jóvenes.

Tal juventud de aprendizaje, de irse juntos guardándose secretos que al final de la novela parece no sólo enterarse el lector, sino que se intuye; es decir, la pareja en algún punto consiguió decirse todo aquello que permaneció oculto para no desprenderse del otro.

Al final hay un alivio. En ese recordar se consiguió el exorcismo necesario para continuar como pareja, como dos personas que se aman y que con los años se ve tan lejano el dolor que ya es imposible sentirlo.

¿Qué hubiera pasado si ella hubiese hablado de su infidelidad obligada? Tal vez no seguirían juntos y esos hijos y esa casa en las montañas fueran algo cercano a lo imposible.

Y es que la juventud es una constante acción inconsciente para no perder aquello que nos llega. Es la mentira alargada con los años y que en un tiempo será anécdota perdonable, porque se era joven, inexperto, inmaduro, y se perdona.

Así como los personajes de Modiano, sólo de esa forma pueden seguir unidos, amándose, sin desgarrarse, sin tragedia, sin dolor.

¿Cuántos de nosotros podemos decir que estamos donde estamos por esa juventud, por aquello que no tiene caso contar ahora, porque ya ha pasado mucho tiempo?

Sólo el tiempo nos sana de nuestras propias mentiras, así somos felices, así tenemos hijos, así somos una pareja llena de amor inquebrantable: relaciones que cargan sus fantasmas que esperan salir en algún momento para entonces aligerar la carga, como a Odile y Louis, que tuvieron que recordar y contarse lo que realmente pasó, para poder sentir lo liviano, la verdad liberadora.

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