Los independientes

Desde que se creó la figura de candidato independiente se ha especulado con la posibilidad de...

9 de octubre, 2017

Desde que se creó la figura de candidato independiente se ha especulado con la posibilidad de que este modo de llegar a puestos de representación popular elimine a los odiados partidos políticos. De manera simplona, se identifica a todo esfuerzo fuera de los partidos como algo genuino y a la vida dentro de las organizaciones partidarias como llenas de corrupción y maldad. Se olvidan que personajes como Trump o Fujimori fueron en realidad independientes. Bien, para empezar hay que dar una mala noticia a los que creen esta clase de simplezas: los candidatos independientes no sustituirán a los partidos y difícilmente ganarán muchas posiciones, menos aún la Presidencia de la República. Esto se explica en gran parte porque las normas están hechas para proteger a los partidos políticos y son difíciles de cumplir, sobre todo en el número de firmas necesarias para que una intención se transforme en una candidatura formal. Pero también hay otra razón, salvo casos excepcionales, como el del gobernador Rodríguez y el diputado Kumamoto, entre otros, los votantes no necesariamente están “seducidos” o interesados por un candidato independiente. Esto puede deberse a muchas razones: falta de discurso, propuestas similares a los candidatos que vienen de partidos, etc.

Por supuesto, hay posturas inteligentes y documentadas como las de Jorge Castañeda. Su punto de partida (y de llegada) para impulsar la idea de un candidato(a) independiente es su certeza de que los partidos han creado una red de complicidades en todos los órdenes, que ningún representante de alguna de estas organizaciones es capaz de romper. Corrupción, impunidad y otras características conforman esta red de complicidades. Una especie de “mafia del poder”, dicho en palabras menos elegantes por un político menos elegante como lo es Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

Sean o no los candidatos independientes “la esperanza de México”, hasta ayer se habían registrado 24 personas para intentar cumplir los requisitos que se requieren para que su intención pase a ser realidad. La mayoría de estos personajes son prácticamente desconocidos, salvo un puñado de ellos: el gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez (“El Bronco”); el senador Armando Ríos Piter; el periodista Pedro Ferriz de Con; la abanderada indígena María de Jesús Patricio Martínez (Marichuy). A esta lista se agregará Margarita Zavala, pero no Emilio Álvarez Icaza quien, para tranquilidad de sus casi contrincantes, no contenderá. Según él, no hará el juego al PRI y aseguró, según los diarios, que las candidaturas de Margarita Zavala, Armando Ríos Piter y Jame Rodríguez fueron orquestadas “desde Los Pinos en busca de beneficiar al PRI”. Afortunadamente, descubrió el plan del PRI.

Esta idea y otras similares parten de que la dispersión del voto en muchos candidatos beneficiará al PRI. Sin embargo, las últimas elecciones nos han mostrado que puede haber sorpresas. En primer lugar, pocos de los registrados como independientes lograrán cumplir los requisitos. Seguramente lo harán Zavala, Rodríguez y probablemente Ríos Piter y Marichuy. Pero una cosa es conseguir una candidatura y otra muy distinta conseguir un número importante de votos. En todo caso, no solamente el PRI se vería beneficiado por la dispersión del voto, sino también MORENA. Aún más, López tiene en público cautivo y no sufrirá, como el PAN y el PRD, una crisis interna, mientras que el PRI no está seguro en ese aspecto. Baste ver la reacción a una comunicación en la que se convocaba al Consejo Político Nacional el próximo 11 de octubre para elegir el método de selección del candidato presidencial. Ante lo que consideraron un madruguete, varios priistas manifestaron su sorpresa y molestia. Horas más tarde, la dirigencia de ese partido aclaró que sí habrá reunión, pero sin ese tema. Las aguas tricolores no están tranquilas del todo.

Por lo demás, habrá que ver cuál candidato tiene oportunidades de crecer y cuál simplemente se perderá y decidirá abandonar la carrera, condenando, por supuesto, al gobierno por perseguirlo, acosarlo o amedrentarlo. No hay honor si alguien abandona sin más la contienda y menos aún si admite que no lo pelan. 

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