La Sinfonía Interior: Comentario crítico

Juan Rodríguez-Cano es autor de la novela corta La Sinfonía Interior y en ella nos cuenta la vida de un pianista dentro de un campo...

22 de julio, 2016

Juan Rodríguez-Cano es autor de la novela corta La Sinfonía Interior y en ella nos cuenta la vida de un pianista dentro de un campo nazi de prisioneros. Escrita con un lenguaje fluido, exacto, la novela retrata la pérdida de la dignidad e identidad humanas y los esfuerzos de los prisioneros por sobrevivir a esa pesadilla. Es un esfuerzo narrativo que envuelve al lector en una lectura rápida y eficaz, sin distracciones y lo conduce a un final sorpresivo.

El tema que aborda Juan Rodríguez-Cano ha sido contado muchas veces y de diferentes maneras. Pero el tratamiento que el autor hace de las acciones y el desarrollo de su personaje permite realizar una lectura fresca a este tema tan recurrente. La descripción de la vida dentro de un campo de concentración puede caer en los lugares comunes de la depravación de los captores o la humillación de los recluidos, pero en La Sinfonía Interior encontramos un sesgo interesante: el autor describe, además de las condiciones materiales de los presos, la vida interior de algunos personajes y delinea las contradicciones que inundan el alma humana. Los que deben ser buenos pueden ser malos y los execrables pueden tener conciencia crítica que haga que modifiquen la conducta que se espera de ellos.

Los primeros momentos de la novela nos detallan la vida material del campo: la llegada, el registro, la vida en las barracas, el trabajo en las canteras, los momentos de la comida o del sueño. Se desgranan en esa primera parte las descripciones por la pérdida de la identidad, primero; la dignidad después y, por último, en la sala de tortura, la pérdida del cuerpo, lo que hace al narrador decir “…ha tomado lo más sagrado que todavía tiene el prisionero: su cuerpo; y ha hecho con él lo que ha querido; como una tumba que se profana.” A partir de estos momentos, el personaje comienza a desarrollar su capacidad de sobrevivir gracias a un objeto simbólico: una partitura musical.

Si bien André, el personaje principal, desde el principio de la novela tiene definido su interior imaginativo y creativo como pianista y compositor, es frente a la adversidad que encuentra en una partitura, la necesidad de la lucha constante para seguir vivo. André entra como un ser común al campo y pronto, su misma condición de artista lo va llevando a relacionarse con otros personajes que serán vitales para su supervivencia. Denostado y rechazado por sus compañeros de barrancón, tiene que sacar fuerza de espíritu para llevar a cabo sus planes. El descubrimiento interior es aquél objeto que no tiene significado más que en las manos de un iniciado. La partitura como elemento simbólico de redención: el iniciado sólo puede descifrarla porque el contenido de la partitura está en su interior y sólo vivo podrá dar a conocer su mensaje.

El narrador fija el ritmo de la novela con sus descripciones exactas, casi fotográficas de lo que ocurre en el campo de prisioneros. No abusa de las descripciones: la crueldad, la tortura, la frialdad de los que detentan el poder sobre los otros están descritas con la objetividad de un fotógrafo que mira a través de un lento preciso, casi en blanco y negro. El tono no es lastimero, ni procura la compasión, el tono marca en todo instante la insaciable inquietud y rebeldía de quien se sabe condenado a muerte. Describe la deshumanización como una característica humana que puede hacer presa a cualquiera. En ese campo hay seres que también luchan por la sobrevivencia a través de la crueldad. Y hay seres que pertenecen a los carceleros y muestran rasgos de bondad casi absurda dentro de la tipología humana a la que estamos acostumbrados. Pero Rodríguez-Cano nos muestra que el ser humano es así: contradictorio e impredecible.

El personaje va descubriendo paso a paso lo que puede sucederle. La descripción de los barrancones, de la vida cotidiana de los presos, el trabajo en las canteras, la crueldad de los custodios y la cercanía de la enfermedad y la muerte le muestran al personaje su destino inminente. El encuentro con el objeto que va a dar sentido a su vida lo hace dar un vuelco en contra de la muerte. Hay que aprovechar lo que se nos da, es ahora o nunca. La búsqueda del sentido de la vida como tema literario universal. Sólo se puede emerger de la oscuridad si ese algo (persona, objeto o pensamiento) nos da la fuerza necesaria para afrontar lo inminente.

La partitura es un objeto hermético, pues su lectura y comprensión no está al alcance de los no enterados. La relación de André con el pianista polaco es una relación de dos seres que se comunican más allá de la lengua hablada, se comunican por medio Schubert, Liszt o las canciones populares alemanas. Nadie estará tan cerca de André como Jacob, el judío, y de esa comunicación de iniciados surgirá el sentido que la vida proporciona a André para alcanzar su propósito.

La novela se estructura de forma lineal, con algunos saltos hacia los recuerdos de André o las historias de los personajes secundarios como Jan, Thomas o el padre Camus. Es notable la introducción, narrada cinematográficamente, donde André toca en una emisora clandestina, la escena en la escuela de música y el paso apresurado hacia su casa temiendo la persecución y luego el salto hacia la entrada en el campo. De ahí se desprende la descripción de la prisión y la sistemática aniquilación de los seres humanos que lo habitan. La música siempre estará presente en la mente de André pero lo descubre hasta que la música misma lo sitúa en la lucha por la existencia aún con la consigna de traidor. Es en este momento que comienza el viaje de André.

Juan Rodríguez-Cano es un escritor mexicano avecindado en Bélgica. En su genealogía hay militares republicanos y políticos mexicanos. Nace en la Ciudad de México y pasa su juventud en Tuxpan, una ciudad del Estado de Veracruz. Estas raíces marcan su interés por los hechos de las grandes guerras mundiales. Fotógrafo, visita campos de exterminio y encuentra en ellos su tema: la búsqueda de la dignidad humana y la del deseo de sobrevivir a una de las situaciones más adversas por donde los seres humanos han pasado: la voluntad de exterminio de otros seres humanos. Su propia experiencia a través de dos continentes habla de esta búsqueda de identidad.

El mundo representado en la novela es real. No se revela el nombre del campo de prisioneros para salvaguardar su universalidad. Existieron y existen todavía millares de campos de exterminio; a veces hasta en cielo abierto. El poder que ejercen los humanos en contra de sus pares es vigente todavía. Esta es la puerta abierta que deja André al final de la novela: encontrar sentido a la existencia es vivir. La novela, con su estilo directo, sus descripciones exactas, los personajes que responden a las situaciones del momento, fija esa premisa: la búsqueda del por qué y el para qué de la vida.

 

Ciudad de México, julio de 2016

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