La recta final: el voto verdaderamente útil

El primero de julio habremos de tomar una decisión trascendental para el país, de cara al futuro.

12 de junio, 2018

El primero de julio habremos de tomar una decisión trascendental para el país, de cara al futuro.

Hay quienes ya desde hace tiempo se encuentran convencidos por quién votar y su voz resuena en todos lados; esos que se han inclinado por aquella propuesta basada en una alta participación del estado, numerosos subsidios, proyectos que provienen de décadas anteriores, repletos de números inviables o poco factibles y por la idea mil veces repetida de que los grandes males que aquejan al país se acabarán por arte de magia con “honestidad y ejemplo”.  La vuelta al presidencialismo autoritario.

Pero entre todos los demás que están pensando en un voto serio, razonado, dejando de lado el elemento visceral y que consideran apostar por el futuro (propio y de sus hijos en caso de tenerlos) tomando como base un México en plena competencia económica, con inversión (nacional y extranjera), avance en materia de seguridad en lugar de retroceso y una mayor y mejor infraestructura, además de menores brechas entre connacionales, existe gran confusión.  

Seguramente usted ha escuchado acerca del voto útil, que básicamente se ha referido a la idea de votar por la segunda opción en la carrera presidencial, acorde con los sondeos y encuestas, al ser quien más posibilidades tiene de derrotar a aquél que está en primer lugar y a quien describí en el párrafo anterior.

Sin embargo, aquí cabe hacer varias puntualizaciones.

  1. Las encuestas para conocer la intención de voto han mostrado a través del tiempo que son herramientas enormemente ineficaces para tomar decisión alguna. Muchas, son sólo elementos propagandísticos. El ruido en redes sociales, los insultos y las agresiones forman parte de lo mismo: una estrategia psicológica y nada más.
     
  2. Otras, aún las más objetivas, se realizan en el mejor de los casos sobre una base de 1,200 ciudadanos. Es decir, menos del 0.0013% del padrón electoral.

Es por ello que el hecho de que Ricardo Anaya reitere que la contienda es entre él y López Obrador o que éste último emplee las mismas para asegurar su victoria (aún en los debates, cuando lo que se debería tratar son las propuestas y proyectos) no resulta más que una estrategia de campaña.

El único lugar donde habrá, en realidad, de decidirse la elección es en las urnas. Son más de 89 millones de decisiones individuales las que habrán de dar rumbo al país en los años venideros.

 De ahí la importancia del voto oculto, aquel que no manifiesta abiertamente su intención electoral.

  1. Ahora bien, ¿Voto útil por Meade o por Anaya?

Quienes están a favor del voto útil suelen argumentar:

  • El tema de las encuestas de opinión, antes mencionado, que sitúa al candidato panista como el segundo en la preferencia electoral, aún cuando muchos no comulgan con su forma de ser, pensar o con sus propuestas nacionales.
  • Que el gran problema de Meade es el PRI y es a él a quien le cargan toda cantidad de facturas reales y otras supuestas.

En este último sentido, bien cabe mencionar que ningún partido político (tradicional o de nueva creación) está exento de personajes deplorables como Padrés, los Bribiesca Sahagún o los Amigos de Fox, los dos Duarte o Yarrington, o Bejarano, Bartlett y Ebrard. En todos, hay buenos servidores públicos y nombres vinculados con la corrupción, como los hay también en la sociedad civil que todos conformamos. Creer que algún partido posee la exclusiva en materia de corrupción u honestidad es francamente ingenuo o de un maniqueísmo malicioso.

Por ello y dicho lo anterior, son las capacidades para afrontar con éxito los retos del México actual, no la campaña, lo que debe resultar prioritario en el análisis de cada uno de los candidatos.

Ricardo Anaya es licenciado en derecho por la UAQ y doctor en ciencias políticas por la UNAM, panista por afiliación y trayectoria. José Antonio Meade es licenciado en economía por el ITAM, licenciado en derecho por la UNAM y doctor en economía con especialidad en finanzas públicas por la Universidad de Yale, ha colaborado en dos gobiernos distintos y no posee afiliación política alguna. Obrador, es licenciado en Ciencias Políticas por la UNAM y ha pertenecido o colaborado con el PRI, el PRD, el PT, Convergencia, Morena y ahora también con el PES.

  • Tomando como base su historia personal, José Antonio Meade es el único de los tres candidatos que no accedió a la carrera presidencial utilizando como trampolín la presidencia de partido alguno (algo que Anaya no puede argumentar, como tampoco Obrador), tiene una carrera pública pulcra y consistente, algo que tampoco pueden argumentar los otros dos, uno sin declarar fehacientemente de qué vive y cuál es el estado de sus múltiples propiedades, con sus hijos en la nómina de Morena (además de su asociación con la CNTE, el sindicato minero y las autodefensas), otro con operaciones inmobiliarias sospechosas por decir lo menos y con su mujer e hijos viviendo fuera del país.
     
  • En materia de experiencia, el cargo más relevante de Anaya dentro de la función pública ha sido la Subsecretaría de Turismo durante el sexenio calderonista. La de Obrador, dicho sea de paso, Jefe de Gobierno hace más de 12 años y el resto candidato “antisistema”, gozando del presupuesto del INE. Meade ha sido Secretario de Relaciones Exteriores, de Hacienda y Crédito Público, De Desarrollo Social y de Energía en el mismo período de tiempo.
     
  • En cuanto al contraste entre planes y propuestas de gobierno: Meade ha presentado, entre otras, un Código Penal único, Fiscalía General autónoma e independiente en las 32 entidades federativas y una Agencia de Investigación Especializada para combatir el tema de la inseguridad y la impunidad. También, que el SAT, la SHCP así como el INE formen parte del Sistema Nacional Anticorrupción. Escuelas, guarderías y preescolar de tiempo completo, con alimentos, el apoyo mediante el programa Avanzar Contigo, entre otros. Bastante distinto de las incongruencias como el ingreso básico universal, económicamente inviable, o el bajar el IVA en las fronteras, que resulta inequitativo y erróneo, que propone Anaya. O de la construcción de las dos refinerías de 300,000 barriles, ingreso para “jóvenes desempleados” o precios de garantía para productos agrícolas; propuestas de 1960-1970 para el período 2018-2024 del lado de López. Más déficit, más deuda, menor productividad y más clientelas.
     
  • Más aún; conforme se acerca la cita electoral, veo el equipo de campaña de Anaya perderse en disputas e inconsistencias. Lo veo más preocupado por alegar algún tipo de ataque orquestado que por su propia campaña, que comienza a navegar a la deriva. Del lado de Obrador se les ve demasiado ansiosos, demasiado listos para el ataque, sabiendo que la retórica del triunfo “inevitable” no es más que un espejismo, un castillo de naipes sin ningún sustento real, al tiempo que evocan el recurso del fraude como cada seis años.  Veo y leo a sus propios colaboradores enfrentándose por lo que un día dice y al siguiente desdice. A un hombre necio, obsesionado, postulando ideas erróneas de décadas pasadas, sin mayor capacidad de nada que no sea repetir la misma letanía del PRIAN y la Mafia del Poder. 

La única forma de ejercer el voto útil, útil realmente, consiste en elegir al individuo que posea los mejores atributos individuales y las mejores propuestas (específicas, alcanzables, económicamente viables) para ejercer el cargo de presidente de la república. No es un candidato lo que estamos eligiendo, sino a alguien que deberá de tomar las decisiones más convenientes en materia nacional e internacional, de participar en foros bi y multilaterales, de negociar, de actuar en favor de una mayor seguridad, atrayendo la inversión, potenciando la educación y asumiendo los retos de una nación como la nuestra en un entorno de cada vez mayor competencia.

Considerando lo anterior, para mí sólo existe un candidato capaz de afrontar con éxito el reto que representa México en los años venideros: el de la coalición Todos por México, José Antonio Meade Kuribreña.

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