Las pequeñas cosas: acompañar

“Saber acompañar, en cualquier tipo de relación, es todo un arte.” – Rubén Armendáriz Jiménez. Empecé el mes de febrero escribiendo sobre demencia y de...

28 de febrero, 2019

“Saber acompañar, en cualquier tipo de relación, es todo un arte.” – Rubén Armendáriz Jiménez.

 

Empecé el mes de febrero escribiendo sobre demencia y de la mano va un término que pocas veces utilizamos y comprendemos a profundidad, me refiero al acto de acompañar, definido por el diccionario enciclopédico Larousse como: estar o ir en compañía de otro u otros. Participar en los sentimientos del otro. Y ¿por qué se hace necesario desmenuzar su significado? Por tres razones principales:

  1. Porque en algún momento de nuestras vidas nos tocará acompañar o ser acompañados en alguna circunstancia en particular.
  2. Porque en términos médicos, no es lo mismo cuidar que acompañar a un paciente (aunque vayan de la mano).
  3. Porque desconocemos sus beneficios.

Los procesos de salud de mis padres, adultos mayores que rebasan los setenta años y cuya salud se ha visto mermada en los últimos años, me ha acercado de forma inesperada a procesos hospitalarios, de cuidados, de enfermería, de adquisición de medicamentos y otros. En ese camino he descubierto y aprendido cosas que ni en sueños hubiera imaginado, por ejemplo, la sutil diferencia entre cuidar y acompañar pues hay pacientes a los que se debe cuidar, lo cual se convierte en sumistrarles sus medicamentos en tiempo y forma, bañarlos, monitorear sus signos vitales, ayudarles a ir al baño, etc., realizado a la perfección por enfermeros y cuidadores pero además de los cuidados de enfermería (por llamarlos de alguna forma) hay otra parte importante en la evolución y tratamiento de un paciente en el que no sólo interviene personal de enfermería y es ahí donde acompañar se hace importante; sin embargo, entre mis lecturas furtivas (en los pocos espacios libres que me quedan durante el día) me encuentro con el mismo término pero aplicado a la crianza y educación infantil, con el propósito de fortalecer la autoestima en los pequeños, reforzar el vínculo entre padres e hijos y facilitar los procesos de aprendizaje, entonces me encuentro con otra arista que a final de cuentas se puede resumir en: “Saber acompañar implica reconocer y entender la realidad (o circunstancia) del otro (paciente, infante, pareja, hermano, amigo, amiga, etc.) y entrar a ella, en lugar de exigir que el otro individuo entre a nuestra forma de ver las cosas.” (Rubén Armendáriz Ramírez, autor del libro “Aprendiendo a acompañar”, Editorial PAX México, 1996) Para que una persona se sienta acompañada, primero deberá sentirse escuchada (mediante una comunicación asertiva), comprendida (poniéndose en sus zapatos), aceptada (libre de expectativas, juicios y prejuicios) y primordialmente, respetada (sin perder autoridad o jerarquía de ambas partes).

Saber acompañar se hace importante en tiempos en los que la prisa y el estrés quedan a merced de la tecnología para resolverlo todo con tan sólo un click (o un emoticono); sin embargo y aunque parezca obvio, acompañar requiere de tiempo y paciencia, de permanecer en tiempo presente y ese es el meollo del asunto de criar: permanecer con nuestros hijos, acompañarlos en sus procesos de maduración, crecimiento y aprendizaje sin imposiciones y siempre, desde el amor; lo mismo aplica para los seres queridos con algún tipo de enfermedad y/o discapacidad o con cualquier persona cercana a nosotros y con la que intercambiamos emociones, que a final de cuentas es de lo que estamos haciendo los seres humanos.

Nos convertimos en acompañantes involuntarios durante la estancia hospitalaria de nuestros pacientes o en primera persona cuando los enfermos somos nosotros mismos y acompañar va más allá de dar una palmada en el hombro o decir la trillada frase: ¡Echale ganas! Pues no siempre es cuestión de ganas, a veces el que se encuentra en desventaja puede sentirse solo sin saber ni siquiera por dónde empezar a resolver lo que sucede en su vida. En el caso de las demencias, acompañar es un acto primordial tanto para quienes la padecen como para los familiares pues el proceso es doloroso y lento, en el que se aplica a la perfección eso que dicen por ahí: un solo día a la vez.

Sólo piense por un momento: ¿Qué significa para usted cuando le dice a alguien más: yo te acompaño o cuando pide compañía?

 

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