De acuerdo a las autoridades federales estadounidenses, en las décadas de los 70, 80 y 90 del siglo pasado los criminales que más atentaron contra la salud del supuestamente inocente pueblo de Estados Unidos fueron los barones de la droga colombianos.
Los narcotraficantes colombianos se hicieron famosos mundialmente por el talento, audacia, inteligencia y creatividad que demostraron para lograr llevar cocaína desde Colombia e inundar de esta droga al vasto mercado estadounidense.
Mientras los colombianos exportaban su droga a Estados Unidos, los narcotraficantes mexicanos exportaban cantidades importantes pero cada vez más pequeñas de mariguana a los consumidores de la Unión Americana.
Tal era la prominencia de los narcos colombianos a fines del siglo pasado que diversas series de televisión, como Miami Vice, mostraban a los policías estadounidenses peleando contra los criminales sudamericanos. Los narcos mexicanos difícilmente aparecían en los medios mexicanos.
Lo anterior no significa que de vez en cuando no cobrara importancia algún evento en que estuvieran involucrados narcos mexicanos, como ocurrió en 1985 a raíz del secuestro y sádico asesinato de Enrique “Kiki” Camarena, el agenta de DEA (la agencia antidrogas estadounidense) que fue responsable de la localización y destrucción, en 1984, del Rancho El Búfalo, en Chihuahua, en donde 1,000 hectáreas se dedicaban al cultivo de la mariguana.
Los narcos colombianos empezaron a dejar de ser los malos a mediados de los 90, cuando las autoridades estadounidenses destruyeron las rutas panameñas y caribeñas por las cuales transportaban toneladas de cocaína cada año.
Fue entonces cuando los narcos mexicanos se convirtieron en el nuevo enemigo de la sociedad estadounidense, al asumir la responsabilidad de llevar la cocaína desde Colombia hasta Estados Unidos a través de la frontera mexicoestadounidense.
Así, durante los últimos años de la década de los 90 y en todo lo que va del siglo 21, los criminales mexicanos fueron acusados por los gobiernos de Estados Unidos de ser los causantes de la nunca satisfecha demanda que tienen los estadounidenses por las drogas.
Ahora, parece ser que la actitud de algunos funcionarios gringos está cambiando. Hace una semana el secretario de Estado Rex Tillerson, aceptó que es dentro de Estados Unidos donde se encuentra la razón de la continua y sangrienta batalla de México con el narcotráfico, el crimen organizado y el asesinato.
Las palabras del diplomático número del gobierno de Donald Trump no dejan dudas: “Como estadounidenses, debemos afrontar que somos el mercado. No hay otro mercado para estas actividades. Todo viene aquí. Si no fuera por nosotros, México no tendría el problema del crimen organizado transcriminal y la violencia que está sufriendo. Realmente debemos aceptar eso”.
El mea culpa de Tillerson, ¿se traducirá en un cambio sustancial en la fallida estrategia antidrogas seguida por los gobiernos mexicano y estadounidense?
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