La historia del México independiente se caracteriza por la abundancia que ha tenido de ciudadanos corruptos. Políticos, funcionarios, empresarios, profesionales de todas las disciplinas, artistas, escritores, periodistas, ministros de culto, militares, líderes sindicales y ciudadanos comunes y corrientes de todos los estratos socioeconómicos se han beneficiado de alguna manera, ya sea corrompiéndose o corrompiendo a otros.
La corrupción se manifiesta desde actos insignificantes hasta conductas que ponen en riesgo la seguridad de millones de personas o la salud de las finanzas públicas.
La corrupción es parte de la cultura de los mexicanos, aunque muchos lo nieguen.
Comprar un CD o libro falsificado en cualquier calle del país es un acto que se realiza cotidianamente sin que autoridad alguna lo prevenga y sin que se dé una protesta masiva contra este tipo de piratería. Tan corrupta es la persona que sabe que adquiere un producto ilegalmente fabricado por la delincuencia organizada, como los que lo elaboran y los que lo venden sin recato.
Darle una propina a un policía auxiliar por cuidar nuestro vehículo estacionado o una mordida a un agente de tránsito por no infraccionarnos o una gratificación a un agente del ministerio público por investigar un delito que denunciamos, son actos de corrupción porque o estamos pagando por un servicio que no debería costarnos un centavo, como el caso del auxiliar o el agente del MP, o estamos dejándonos extorsionar por el de tránsito con tal de no ser infraccionados.
¡Caray!, hasta el darle una propina al empleado del departamento de limpia de nuestra ciudad es un acto de corrupción porque el sueldo del basurero se paga con fondos públicos que provienen de los impuestos directos o indirectos que pagamos.
La realidad es que, sin darnos cuenta, somos víctimas de extorsionadores que no se reconocen como tales, sino como empleados públicos que les proporcionan diversos servicios a los ciudadanos.
Y la extorsión llega hasta niveles extraordinarios. En su momento denuncié cómo altos funcionarios del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), cuando lo dirigía Mikel Arreola, exigieron un 30% de comisión a una empresa que se quedó con un jugoso contrato transexenal de servicios de seguridad. Las extorsiones en las contrataciones públicas son generalizadas y ocurren cuando los funcionarios exigen el pago de una comisión para favorecer a quien les pague dicha extorsión. Según el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, la suma total de estas extorsiones llega a los 500,000 millones de pesos cada año.
Y, que yo recuerde, nunca he visto una protesta masiva de ciudadanos contra la corrupción. Tal vez porque la mayoría de ellos, alguna vez en sus vidas, fueron obligados a dar una mordida o una propina injustificada a otra persona, generalmente a un funcionario público.
Los actos de corrupción que se cometen en México son interminables e imposibles de anotar en tan breve espacio.
El Diccionario de la Real Academia Española define corrupción como: “1. Acción y efecto de corromper o corromperse (…) 4. En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores”. El mismo diccionario definecultura como el “Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.”; y costumbrecomo: “1. Manera habitual de actuar o comportarse; 2. costumbre o práctica tradicional de una colectividad o de un lugar”.
Con base en estas definiciones, no es difícil concluir que los actos corruptos son parte de las costumbres que caracterizan a la cultura mexicana.
Por lo mismo, combatir la corrupción exigirá grandes esfuerzos de todos los mexicanos, empezando por quienes mandan en nuestra sociedad, y llevará tiempo acabar con ella.
El 15 de julio pasado, Andrés Manuel presentó sus 50 lineamientos generales para el combate contra la corrupción y la aplicación de una política de austeridad republicana. Hasta ahora hemos visto que varios de sus seguidores, tanto en eventos privados como públicos, parecen no haber leído dichos lineamientos o los leyeron, pero no los entendieron o de plano creen que ni siquiera su líder los toma en serio. Por si acaso, pueden leerlos en: lopezobrador.org.mx/2018/07/
¡A mí me gustaría creer que AMLO va en serio! ¿Pero debo creerle si algunos de sus más cercanos colaboradores no le creen?
¡Me gustaría creer!

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