Como periodista he tenido la oportunidad de informar, comentar y analizar sobre lo ocurrido en siete elecciones presidenciales: las de 1982, 1988, 1994, 2000, 2006, 2012 y las que se efectuarán dentro de exactamente 60 días. He atestiguado y de alguna manera participado en el cambio que nos llevó del monopolio priista del poder presidencial a la alternancia que en 2000 se dio cuando el panista Vicente Fox derrotó al priista Francisco Labastida.
En 1982 tuve la oportunidad de cubrir parte de la campaña del candidato del PRI, Miguel de la Madrid, cuando mi jefa era mi gran amiga Tere Vale, quien entonces conducía programas de radio y televisión y escribía una columna en un diario de la CDMX. Hace 36 años no existía la menor duda de que el ganador de la elección del 4 de julio sería el priista, quien eventualmente obtuvo el triunfo con el 74.86% de los votos, dejando muy lejos a quien quedó en segundo lugar, el panista Pablo Emilio Madero, quien consiguió apenas el 15.68%. Entonces la izquierda no pintaba, después de haber sido suprimida durante décadas por las autoridades. Los cuatro candidatos izquierdistas obtuvieron en conjunto el 6.91%. El sinarquista PDM consiguió el 1.84%.
Para realizar su campaña electoral, De la Madrid, al igual que todos los candidatos del PRI desde 1929, recibió todo el del gobierno y tuvo a su disposición un monto elevadísimo y nunca contabilizado de recursos financieros, humanos y materiales. También recibieron apoyo gubernamental los candidatos priistas que ese año compitieron por algún cargo de elección popular. De ahí que se hablara del dúo PRI-Gobierno.
¡Ah!, y el Estado Mayor Presidencial (EMP), creado para apoyar y proteger al presidente de la república, desde 1929 también se encargaba de proporcionarle protección y apoyo logístico al candidato desde el momento mismo en que era destapado por el PRI.
Recuerdo que una mañana, en el restaurante de un hotel en Hermosillo, Sonora, miembros del EMP sentados en una mesa cercana a la mía discutían sobre los problemas que les representaba andar cuidando a Gerardo, el hijo menor de De la Madrid.
También recuerdo haber llegado un día a un mitin que presidiría el candidato en su ciudad natal, Colima. No me impresionó el número de autobuses utilizado para el acarreo consabido sino el de helicópteros que fueron aterrizando en una gran llanura y de donde fueron bajando los principales políticos del país.
Ese año, al igual que en 1988, todos los gastos de campaña del candidato presidencial priista los pagaron los mexicanos, al igual de lo que ahora ocurre, pero con una gran diferencia: hoy sabemos a cuánto asciende el gasto; entonces no lo sabíamos y nunca lo sabremos.
Y pensar que hay quienes aseguran que el país no ha avanzado en los últimos años. No hay peor ciego que el que no quiere ver…
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