De acuerdo con el reporte “Violencia, niñez y crimen organizado”, difundido en 2015 por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en ese año en México había unos 30,000 niños y adolescentes de entre 10 y 18 años trabajando para alguna organización criminal. Ahora han de ser más.
Estos menores provienen de las clases más pobres y son reclutados, a veces forzados, para cometer toda clase de delitos, desde vigilar las calles e informar a sus jefes de los movimientos que en determinado lugar realizan la policía y las fuerzas armadas hasta asesinar a enemigos de la banda.
La miseria, la ignorancia y la falta de oportunidades hace que muchas veces sean los mismos padres los que los obligan a estos niños a convertirse en criminales para proveer de recursos económicos a sus familias.
Para las bandas criminales es muy conveniente porque, sin que importe el delito que cometan, la ley no los trata con severidad en caso de que sean arrestados.
Cuando tienen menos de 14 años no pueden ser encarcelados y supuestamente deben recibir ayuda para reintegrarse a su familia y a la sociedad.
Si tienen entre 14 y 16 años pueden ser encarcelados en una cárcel para menores por no más de tres años
Cuando su edad va de los 16 a 18 años solo pueden estar en prisión de menores un máximo de cinco años.
Para los niños y adolescentes que son atrapados, para sus jefes y muchas veces para sus padres, el no encarcelamiento o el castigo mínimo que reciben es percibido como un derecho, pero a la impunidad. Por eso delinquen una y otra vez sin temor alguno. El problema es que al rebasar los 18 años ya son experimentados criminales dispuestos a jugársela cada vez que cometen un delito. Si mataron a una o varias personas antes de ello ya no la pensarán dos veces para seguirlo haciendo como mayores de edad.
El caso que en la CDMX llamó la atención estos días fue el de unos niños que pertenecen a una banda denominada Los Diablitos, comandada por un expresidiario. De entre 12 y 16 años, han cometido 10 asaltos a conductores de vehículos en los últimos 30 días en los carriles laterales del Periférico, amagando a sus víctimas con réplicas de pistolas de verdad. Dos de ellos, de 12 y 13 años, han sido detenidos dos veces en solo cinco días y liberados como lo ordena la ley. Lo peor es que sus padres justifican sus crímenes calificándolos como simples travesuras.
Ante la proliferación de delincuentes infantiles es tal vez momento de debatir sobre la edad en que deben ser tratados como adultos. También discutir si sus padres deben ser o no los que enfrenten un proceso criminal como resultado los delitos de sus retoños.

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