Los hombres también sufren violencia

En ocasiones ante expresiones de la lucha de organismos o activistas por visualizar la violencia contra las mujeres, se escuchan voces de hombres que independientemente...

7 de febrero, 2019

En ocasiones ante expresiones de la lucha de organismos o activistas por visualizar la violencia contra las mujeres, se escuchan voces de hombres que independientemente del objetivo, denuncian que ellos también sufren violencia. Este tipo de expresiones han sido calificadas por las feministas, como un intento por callar a las mujeres y desacreditar la legítima demanda. Sin embargo, sin el afán de entrar en debate, es un hecho que sí, existe la violencia contra los hombres también, de la cual no se habla formalmente o se niega. Al referirnos a “violencia de género”, generalmente se atribuye a la que se comete contra la mujer, pero se nos olvida que género es hombre y mujer.

La violencia de las mujeres hacia los hombres en la pareja es un tema poco investigado y aunque no es muy conocido, no se trata de un fenómeno nuevo, pero su reconocimiento como problema social sí es relativamente reciente. Además, no respeta género ni clase social, y está relacionada con una baja autoestima y un deseo irracional de dominar a la otra persona.

No obstante, la legislación protege los derechos por igual de todas las personas, existen factores socioculturales que influyen el reconocimiento de la violencia, pues encontramos diferencia penal en los delitos y las penas son imputadas según el género. Es por demás, esperar que la ley debiera proteger a las personas con independencia del género, para evitar una discriminación positiva perpetua, pero en la realidad no es así. Igualmente, coexiste la inequidad social sobre el reconocimiento de la victimización. Es decir, como podría ser el caso de una sexoservidora que acude a un Ministerio Público para denunciar el haber sido víctima de violación, difícilmente podrá comprobar que así fue y podría ser revictimizada por el sistema debido a su profesión y no ser tomada en cuenta como víctima. Sin embargo, si en el mismo caso llegara una mujer de conocida reputación moral, el trato sería diferente. Ahora, imagínense a un hombre que llegara con la misma denuncia. ¿Cómo sería recibido?

Ante la estigmatización por el constructo social de la masculinización, difícilmente los hombres se asumen víctimas de violencia o mucho menos, lo denuncian. Hay mujeres agresoras sexuales que no se visibilizan o que el acoso que realizan, no se considera como pernicioso. Incluso, el 13% de los casos de abuso sexual infantil, es perpetrado por mujeres, las cuales llegan a tener libre acceso a los niños, justamente por las prerrogativas de su género.

Es un hecho que, la conducta violenta de mayor impacto contra las mujeres es el homicidio, generalmente, perpetrado por hombres (feminicidio), pero también hay casos de violencia perpetrados por mujeres directa o indirectamente. En México no existen estudios representativos para generalizar este último dato, ya que la mayoría de los casos las víctimas son mujeres.

El espacio donde más se presenta la violencia de mujeres contra hombres o de hombres contra otros hombres, es en el ámbito familiar, en la relación de pareja, a través del abuso, emocional, psicológico, físico y sexual hacia los menores hijos varones. Puede suceder en relaciones heterosexuales y homosexuales.

Generalmente, la violencia son las formas de demostrar dominación y control sobre la otra persona, que se repite reiteradamente agravándose la intensidad y frecuencia, y proviene de estructuras sociales, económicas, políticas y culturales desigualitarias e injustas. Al interior del hogar, es el resultado de un estado emocional intenso que interactúa con unas actitudes de hostilidad, aprendizaje de conductas disfuncionales, un repertorio pobre de habilidades sociales y factores precipitantes, así como la percepción de vulnerabilidad de la víctima y un fácil acceso a ella. Por ser una conducta que se expresa en el seno de la familia, sigue estando oculta y por ocurrir en la intimidad dificulta su detección y que los actores de la sociedad que pudieran intervenir tengan acceso.

La tendencia a valorar a las personas según su género presupone sentimientos, emociones, conductas o actividades que se pueden desempeñar, dando lugar a los estereotipos. En los casos de violencia en la pareja donde el hombre es la víctima, se tiende a cerrar los casos de manera inmediata y permanente como si no hubiesen sucedido. Incluso los hombres, víctimas de la violencia por parte de sus parejas, no son conscientes de que tienen un problema. Debido a que a sociedad actual no da cabida a la existencia del hombre maltratado, se asume socioculturalmente que la mujer sólo ejerce la violencia para defenderse del hombre.

Los constructos de género obligan al hombre a mostrar ciertas conductas y actitudes que les exigen mostrarse fuertes, poderosos, buenos proveedores, conquistadores y en cambio, a las mujeres las determina como personas frágiles, temerosas, sumisas, dulces, tiernas y dependientes. Bajo esta lógica que ha permeado las estructuras sociales por siglos, las mujeres son las que tradicionalmente deben ser sometidas y controladas por los hombres. Por tanto, está fuera del imaginario colectivo la posibilidad de que la violenta sea la mujer.  Por tanto, la consciencia por parte de la mujer, de que es ella quien ejerce la violencia hacia el hombre, no se concibe como concepto en la sociedad actual, probablemente debido a la falta de reconocimiento del problema y al estereotipo socialmente impuesto.

Es posible que el hombre no esté seguro de que es víctima o es el abusador, pues el asumirse como víctima sería cuestionarse los preceptos relacionados con tu propia virilidad y, por tanto, prefieren negar o minimizar la violencia que padecen. Es común que los hombres sobrevivientes a la violencia doméstica se manifiesten de forma verbal o física contra la pareja abusadora gritándole, empujándole o golpeándole durante las discusiones. La mujer o la pareja que abusa puede usar esos incidentes para manipularlo y para convencerlo de que es el hombre quien la maltrata, y este a su vez, se asume responsable de la conducta abusiva.

La persona que sufre violencia, sin importar el género, desarrolla cuadros clínicos de consideración, debido a la constante exposición al estrés que se cronifica. El nivel de sufrimiento por el malestar psicológico puede agravarse generando psicopatologías graves y aunque se va acomodando a la situación, no sabe que lo que padece es resultado de la violencia que está sufriendo. Se relacionan trastornos ansioso-depresivos y el trastorno de estrés post traumáticos, entre otros. Es por ello por lo que es importante visualizar que la violencia, sin importar el género, se debe identificar y trabajar para evitarla.

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