El color café

Busco colores todo el tiempo, en los rayos del sol, los de la luna, en la gente y en la ropa que estoy usando… Busco colores todo el tiempo, en los rayos del sol, los de la...

19 de enero, 2016
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Busco colores todo el tiempo, en los rayos del sol, los de la luna, en la gente y en la ropa que estoy usando…

Busco colores todo el tiempo, en los rayos del sol, los de la luna, en la gente y en la ropa que estoy usando cuando sucede el tiempo. En días que han sido desastrosos, el suéter o la blusa, por la noche se van directo a la basura; en las tardes que tienen aromas la ropa queda guardada por un tiempo sin lavar en un espacio especial, por aquello de que pueda guardar el olor. Hay días de éxito y el atuendo que usé lo lavo con cuidado, muchos otros días pueden pasar casi desapercibidos y esa ropa como tanta, va al canasto de la ropa sucia esperando su turno de lavadora en la rutina de siempre.

El color café nunca ha sido mi favorito y tampoco ha destacado en los buenos recuerdos, es raro, aunque combina bonito parece no combinar con el tiempo, con la calle, con la gente. Los colores en general siempre han sido parte de mi camino, puedo sentirlos, no los veo; los puedo sentir también en otros, en el entorno, en el aire y si algo no tiene color, en mi imaginación lo dibujo.

Para mí, la gente tiene colores, es de colores. Unos me parecen azules, otros son rosas, muchos son negros y algunos tienen tantos colores que me marean, es como no entenderlos. Los que son amarillos me producen una sensación de abrazo, de alivio, de hogar; los verdes parecen un abrazo fugaz, los rojos están enojados, los anaranjados son fríos, los morados con pasivos, casi flojos, los violeta viven. Ante mis ojos, la gente es de colores y me gustan porque más allá de escucharlos, los puedo sentir.

Los colores en mi ropa invariablemente afectan de una u otra forma en relación con lo que pasa, no salgo a la calle pensando en ello, es por la noche cuando estoy lista para la pijama que al ir despojándome de cada prenda, hago un recuento de las horas vividas en movimiento y luz, es entonces que la ropa va tomando el lugar que le corresponde, la basura, el canasto o el espacio especial y cada uno dicta un seguir o detener. He tirado cualquier cantidad de ropa a la basura y he escondido otra tanta; de no ser porque el tiempo me regaló el color del agua y el azul o el negro de las tintas en mis plumas, habría acabado sin nada que vestir además del traje de baño y los trajes deportivos de cualquier color.

Siempre ha sido igual, de niña, yo pensaba que la gente era de un color y un olor. Me gustaba sentarme en una esquina del patio escolar y darle color a cada una de las niñas que jugaban; todas tenían uno, eran uno. Los maestros y las monjas eran de colores opacos unas veces y otras podían encandilarme.

Recuerdo que durante la construcción de aquella casa familiar, mi papá se dejó asesorar por un arquitecto quien le daría color a cada espacio explicándole el porqué de cada uno; así las recámaras y los lugares comunes tenían un color específico de acuerdo, dijo, a la personalidad de la familia y de cada integrante. La recámara que ocupamos mi hermanita y yo, tenía una alfombra café casi dorada, entonces se usaba mucho el tapiz en las paredes y los dibujos eran una especie de cadena dorada casi amarilla con detalles blancos. Entre otros espacios, la cocina era beige y mucho de lo que había era anaranjado.

Los que estudian las personalidades a través del color sabrán, mejor que yo lo que significa cada uno, yo solo los percibo y me divierte dibujar a los opacos y a los sin color, me acomoda conocer a las personas por el color que me muestran cuando pasan, cuando hablan, cuando abrazan.

Los esotéricos confirman la existencia de un campo energético que rodea a las personas con millones de chispas de colores predominando uno que representa rasgos de personalidad así como sus recuerdos, alegrías, tristezas y frustraciones durante su tiempo de vida. El Aura, la energía que cada uno tiene para sí mismo para mostrar, compartir y entregar a los demás.

Los filósofos y pensadores también han estudiado los colores a través del arte y el análisis: Aristóteles, Plinio el viejo, Sir Roger Bacon, Cennino Cennini, Leonardo da Vinci, Isaac Newton, Johann Wolfang von Goethe y Eva Heller, en el tratado del color más famoso que recopila la mayoría de los estudios.

Y dentro de las culturas, en la Antigua China representaban los puntos cardinales con colores: azul, rojo, blanco y negro dejando el amarillo como punto central. O los mayas en América Central; el Este, rojo; Sur, amarillo; Oeste, negro; Norte, blanco.

¿Mi color? Ese nunca lo he visto, me parece que soy el color que otros quieran ver en mí, no lo impongo, lo presento; quizá porque un día puedo ser violeta otro roja, aunque siempre quisiera ser el  amarillo que me hace hogar, abrazo y alivio para mí y para los que estén a mi lado.

Por lo pronto,  el color café no me hizo bien un día o dos y el suéter y la chamarra ya se fueron a la basura y como es invierno, alguien los habrá sacado ya de ahí.

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