Ringling Brothers and Barnum and Trump

Yo no sé si Ustedes, pero yo, ya me cansé del reality show de “El Aprendiz” transformado en Big Brother…   Yo no sé si Ustedes, pero yo, ya me cansé del reality show de “El Aprendiz”...

23 de junio, 2017
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Yo no sé si Ustedes, pero yo, ya me cansé del reality show de “El Aprendiz” transformado en Big Brother…

 

Yo no sé si Ustedes, pero yo, ya me cansé del reality show de “El Aprendiz” transformado en Big Brother y transmitido en red mundial, en vivo y a todo color desde la Casa Blanca (no la de la gaviota y su ruiseñor PRIsidencial).

No es serio ni creíble que los medios de difusión gringos vociferen a los cuatro vientos que Donald Clairol está loco de remate; porque si fuera cierto, ya no estaría hablando de construir su muro fronterizo, sino que estaría gozando de cuatro muros acolchonados en algún psiquiátrico; y Pence, su actual caddy, (el dizque vicepresidente servil que lo sigue como perro faldero a todos lados), ya habría tomado posesión para seguir protagonizando el espectáculo favorito de los rednecks.

La constante crisis política gringa es una farsa que se pone de manifiesto muy fácilmente: Si Trump estuviera actuando “fuera del guión”, le hubieran aplicado la “enmienda 25” por la cual, precisamente el vicepresidente puede quitar al titular del ejecutivo, aduciendo incapacidad mental para desempeñar su cargo.

Si no ha ocurrido semejante cosa, ha de ser por algo… y que Donaldino no está tan loco, por antipático que sea.

Si a los presidentes pudiera removérseles por sangrones, Calderón no hubiera durado ni un mes en el cargo que usurpó en 2006.

No nos dejemos llevar por la corriente del “mainstream media”, que nos quiere hacer creer lo que a quien sabe quién le conviene que creamos.

Trump no llegó por casualidad ni por sorpresa a la Oficina Oval.

No fue elegido por los millones de resentidos, marginados, hillbillies, rednecks y demás manipulables que retacaban los espectáculos electorales del ni tan magnate inmobiliario; fue contratado por quienes verdaderamente mandan en Estados Unidos y por ende, en buena parte del mundo.

Tanto es así, que lo que en Estados Unidos se conoce como el “voto popular”, lo ganó Hilaria Clinton por casi tres millones de diferencia.

Hay dos industrias que predominan en Estados Unidos; dos industrias a las que Trump sirve sumisamente y con eficacia.

La de la banca y la especulación financiera, y la que el mediocre Eisenhower llamaba el “Industrial Military Complex”.

Si consideramos los efectos de la administración Clairol Trump sobre los mercados financieros estadounidenses, hay que reconocer que los banqueros deben estar más que felices.

La industria bélica gringa por conducto del hombre de la peluca sin canas, ha realizado ventas multi-billonarias a Saudiarabia, y a Qatar, además de a Israel.

Un hecho indiscutible, es que el presidente de Estados Unidos no es, ni de broma, el hombre más poderoso del mundo.

La famosa maletita con los botones del “apocalipsis” que llevan siempre a la mano los presidentes gringos, no es tan fácil de operar, además de que el copetón del maquillaje cítrico, tampoco tiene especiales ganas de morirse ya.

No me sorprendería en absoluto que la dichosa maletita estuviera en realidad llena de gansitos, pingüinos, donas y chuchulucos.

Si Trump avienta al secretario general de la OTAN, no pasa absolutamente nada, porque Estados Unidos ni siquiera necesita de la OTAN.

Estados Unidos no ha renunciado a la ONU, nada más para mantener a raya al rebaño de países que integran la Asamblea General, y a los paleros no permanentes que participan como extras en las películas producidas por el Consejo de Seguridad.

Hay quienes dicen que Estados Unidos se gobierna desde Israel; otros dicen que desde Wall Street; otros, que por los Illuminati…

Puedo decir con toda humildad, que no tengo ni la menor idea de quién gobierna a Estados Unidos realmente. Lo que sí sé, es que ningún presidente es el que toma las decisiones por sí mismo, ni gobierna, ni manda, ni es el hombre más poderoso del planeta, sino el gato de angora más desdichado que hay.

Si Trump, Trumpa, Trumpita fuera malo para el negocio, ya lo habrían “despeinado” hace meses.

Si medimos su administración por el rating mediático, es todo un éxito.

Tal vez he sido beneficiado con un lapso lúcido en medio de la vorágine televisiva que nos acosa, y he llegado a algunas conclusiones que, como no tengo bolita de cristal, no son definitivas ni tiene usted por qué creerlas.

Trump seguirá siendo la figura aparente del show político gringo, mientras sostenga el rating y el negocio siga funcionando.

El show “Comeyco” lanzado a partir del despido de James Comey del F.B.I., se terminará en algún momento, y casi puedo asegurar, que nadie va a enjuiciar a Mister Clairol Trump por algo tan tonto como el espionaje político del tenebroso Kremlin…

Si a Donaldito no le da un ataque de apoplejía por su avanzada edad y su creciente panza, los gringos son capaces de reelegirlo y entonces tendremos Trump hasta el 2024.

La reelección de Trump es tan factible como el “triunfo” del PRI en las elecciones PRIsidenciales del año entrante.

Trump e Hilaria han protagonizado una diversión (distracción) como la del chupacabras o el subcomediante “Marcos a la medida” que fueron utilizados en tiempos del enanito orejón de Salinas para distraer a los agobiados mexicanos (y mexicanas) que han vivido en crisis desde los tiempos del inmortal Luis Echeverría (que sigue vivito y coleando por su rincón de San Jerónimo arrastrando sus 95 años como una maldición).

Este es un buen momento (tan bueno como cualquier otro, y cuanto antes, mejor) para bajarnos del carromato de “RINGLING BROTHERS AND BARNUM AND TRUMP” que produce el espectáculo circense diseñado para distraer a la mayor cantidad de seres humanos posible.

Preocupémonos de que en México, nos colocaron  al niño bonito power decorado con un guion de telenovela, rematado con una boda de utilería con un final de colorín colorado, aunque este cuento no se ha acabado.

Ejercitemos el poder absoluto de todo televidente.

Apaguemos la tele para ver la realidad que nos rodea y decidir sobre su curso.

Para cambiar la terrible situación de México, lo  único que tenemos que hacer, es despertar; y para despertar, hay que apagar la televisión cuyo efecto fue descrito por Don Jacobo Zabludowsky tan magistral como brevemente: “No se puede ser presidente de México sin la ayuda de la televisión”.

Si los gringos quieren aguantar su circo de tres pistas (ejecutiva, legislativa y ejecutiva), allá ellos; pero nosotros no tenemos por qué aumentarles el rating.

Para circo nos basta con nuestro CINE (Circo Nacional Electoral); y para payasos, nuestros partidos políticos son veta inagotable.

De nosotros depende seguirnos riendo por reír… 

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