Políticos, además de corruptos, narcos

La más reciente cloaca ventilada en materia de corrupción, complicidad y narcotráfico provino de la delegación Tláhuac… La más reciente cloaca ventilada en materia de corrupción, complicidad y narcotráfico provino de la delegación Tláhuac, con el abatimiento...

7 de agosto, 2017
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La más reciente cloaca ventilada en materia de corrupción, complicidad y narcotráfico provino de la delegación Tláhuac…

La más reciente cloaca ventilada en materia de corrupción, complicidad y narcotráfico provino de la delegación Tláhuac, con el abatimiento el pasado 20 de julio del líder del cartel de “narcomenudistas” Felipe de Jesús Pérez Luna, apodado El Ojos, que desnudó la red de protección al interior del gobierno delegacional encabezado por Rigoberto Salgado, emanado de MORENA y la opacidad, por lo menos, del gobierno capitalino con el jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera. Una investigación de la Secretaría de Hacienda, llevó a la Marina y la Policía Federal a implementar un operativo para atrapar al presunto líder delincuencial, quien junto con sus escoltas enfrentaron a las fuerzas del orden y perecieron en la casa del investigado.  

La última desgracia que nos receta la clase política nacional es que además de padecer sus obras irresponsables, como es el Paso Exprés de Morelos, ahora sin pudor alguno, se han coludido con el narcotráfico en todos los niveles de gobierno. Al parecer no les basta esquilmar de forma voraz al erario nacional, ahora su avaricia les ha llevado a llenarse los bolsillos con dinero producto de la delincuencia organizada. El villano favorito del sexenio, el exgobernador Javier Duarte de Ochoa, ahora recluido y bajo proceso, fue el predecesor de Fidel Herrera, de quien se dice, se comenta, se rumora, mantenía relaciones con “los zetas” durante su mandato, según denunciaron testigos protegidos de la DEA estadounidense. Políticos depredadores veracruzanos del presupuesto, también tienen presuntos nexos con el narco.

En la ciudad de México, el pasado 2 de agosto, el delegado de Tláhuac compareció ante la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) para responder los cuestionamientos de los legisladores locales sobre sus muy probables vínculos con el líder del denominado Cartel de Tláhuac, “El Ojos” que después de ser abatido por la Marina, provocó el primer narcobloqueo en la capital, con unidades denominadas mototaxis, que según investigaciones de la PGJDF, son utilizadas como espías para dicha organización delictiva. Se sabe ahora que familiares y gatilleros del “patrón” Pérez Luna, estaban en la nómina de la delegación Tláhuac, ante la complacencia o la complicidad del delegado. El funeral del malogrado delincuente, demuestra el enorme poder e influencia criminal que construyó y que no se entiende sin complicidad del gobierno en su conjunto.

Ante el inminente inicio formal del proceso electoral presidencial de 2018, es común centrarse solo en el escándalo del delegado morenista, con el narcotráfico de la ciudad y la innegable responsabilidad, quizás complicidad, del dueño del partido patrimonialista MORENA, Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo las filias y fobias en torno al tabasqueño y su figura polarizante no deben dejar de lado un hecho sumamente preocupante, que es la complicidad del poder público, emanado de cualquier partido político, con el poder todo poderoso e impune del narcotráfico.

Casos (solo de este sexenio) abundan de todas las clases y de todos los colores, lo que demuestra la fragilidad de las instituciones de justicia, la complicidad de las fuerzas políticas, además de que la colusión de los gobiernos locales y estatales es de dimensiones estratosféricas. Cuando se ventilan casos como el del “Cartel de Tláhuac”, por más que se niegue su existencia, se evidencía lo difícil que es perseguir a la delincuencia organizada, en contraste con lo fácil que los gobiernos, de cualquier signo, claudican ante las bandas criminales para terminar siendo cómplices de estas.

La semana pasada también se dió la detención de Nahúm Abraham M., alias “El Quinceañero”, que era un operador cercano a Dámaso López Serrano, alias el “Mini Lic”, hijo de Dámaso López Núñez, alias “El Licenciado” (ahora preso) ambos líderes del cartel de Sinaloa. Luego de un enfrentamiento con los hijos del Chapo Guzmán por el control del cartel, el “Mini Lic” decidió entregarse ante las autoridades estadounidenses en la frontera de Mexicali, para evitar ser asesinado. 

La entrega de López Serrano seguramente fue pactada, con un plan de negociaciones que trajo consigo la captura del “quinceañero” en la exclusiva Zona Esmeralda de Atizapán de Zaragoza, Estado de México, donde curiosamente, se dice, se comenta, se rumora, en el aeropuerto con que cuenta el municipio conurbado es usado para el trasiego de drogas. No es ilógico pensar que un aeropuerto ubicado en un municipio muy cercano a la ciudad de México pueda ser usado por los grupos delincuenciales, de ese mismo tipo que ya demostraron su poderío en la delegación Tláhuac, donde ya se destituyó al Fiscal Desconcentrado de Investigación, José Manuel Everardo y se investiga a 24 agentes del ministerio público, 18 oficiales secretarios y 35 policías de investigación al mando del exfiscal.

Una actitud muy significativa durante la caótica presentación del delegado Salgado en la ALDF, fue su queja sentida por haber exhibido la lujosa casa donde habita, no por el clásico “balconeo” de la prensa, sino por el miedo natural de las represalias de ese poderoso grupo delictivo, que seguramente conoce bien, pero que niega ante cámaras y comparecencias con pasmosa cara dura. En medio de estas complicidades criminales de nuestros políticos, sin distinción de partidos políticos o eso que decían tener como ideología, estamos los ciudadanos de a pie, que día a día vemos cómo la marabunta delictiva nos alcanza y devora sin que podamos hacer mucho por evitarlo.

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