México, cual pollo sin cabeza

Muchos hemos escuchado el mito de que el cuerpo de un pollo decapitado puede seguir vivo… Muchos hemos escuchado el mito de que el cuerpo de un pollo decapitado puede seguir vivo, aunque a ciegas y tropezando...

22 de septiembre, 2016
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Muchos hemos escuchado el mito de que el cuerpo de un pollo decapitado puede seguir vivo…

Muchos hemos escuchado el mito de que el cuerpo de un pollo decapitado puede seguir vivo, aunque a ciegas y tropezando con todo (ver www.miketheheadlesschicken.org). Tristemente México actúa como un pollo sin cabeza dada la falta de ideales, planes o rumbo.

Todo país exitoso tiene un ideal rector, es decir, una aspiración compartida entre la mayoría de quienes habitan un país, que alinea esfuerzos personales, leyes, instituciones y estructura socio-económica a la consecución del mismo. Por ejemplo: el American dream, representa una promesa de prosperidad personal y del país como resultado del trabajo arduo; el Japón del siglo XIX pasó de un régimen feudal a una monarquía en unas pocas décadas, bajo un discurso que prometía una era de paz, mayor equidad y un país fuerte ante la amenaza de invasión extranjera. También está el “China dream”, que plantea una China próspera, con una cultura del esfuerzo y socialista, que lleve a la gloria nacional. En todos estos países el gobierno ha trazado un plan al que sus ciudadanos se vinculan emocionalmente, para juntos (pues el gobierno actúa a través de sus ciudadanos) implantar las condiciones para la prosperidad o lo que sea que persiga el ideal rector. El ideal rector se convierte en el eje o columna vertebral de todo (o casi todo) lo que se hace en un país.

México ha intentado tener un ideal rector en diversas ocasiones: los ideales de la revolución francesa que los gobiernos liberales del Siglo XIX quisieron emular, los “sentimientos de la nación” de Morelos o la frase “México está despegando” durante el milagro mexicano. Sin embargo, estos intentos han fracasando por la falta de tres requisitos interdependientes en los ideales rectores:

  1. Los ideales deben representar las aspiraciones de la mayoría de la población. Los intentos mexicanos se trataban de intereses de la facción en el poder o que solo fueron compartidos por minorías. Esto no es de sorprender en un país tan dividido como México, donde frases como “cada quien jala agua para su molino” o “no hay peor enemigo de un mexicano que otro mexicano”, parecen ley de vida.
  2. Ver al trabajo como la forma de realización del ideal. Ningún país exitoso ve el trabajo como una carga. En México no trabajar es una aspiración.
  3. Ciudadanos comprometidos con el ideal. En México se buscan líderes que resuelvan mágicamente los problemas sin que la población mueva un dedo. El gobierno actúa a través de sus ciudadanos; son éstos quienes crean las leyes, implantan políticas y producen. También son quienes deben vigilar que todo se encamine a la consecución del ideal.

La única referencia histórica de un ideal rector aparentemente exitoso en el país se remonta a la antigua Tenochtitlán. Los tenochcas se comprometían a cumplir con los rituales religiosos y con su tequitl (tributo o contribución individual al bien común, vía el trabajo), a cambio de prosperidad y protección por parte de los dioses. Probablemente la tragedia de la conquista y los abusos posteriores mermaron la confianza del mexicano en la consecución de aspiraciones o ideales. Sin embargo ya es hora de que superemos esos traumas.

¿Qué hacer para tener un ideal rector funcional?

Naturalmente los ideales rectores son impulsados por el gobierno, pero éste no puede actuar solo, es indispensable que la población se alinee y haga lo que le corresponde. Para ello es indispensable lo siguiente:

  1. Tener claras nuestras aspiraciones personales

Te reto a que listes mentalmente tres aspiraciones en menos de 5 segundos. Si tardaste más, entonces no las tienes claras. Si no sabes ni a dónde vas cómo esperas ser próspero, mejorarte a ti mismo o lo que sea que busques. Así cualquier trabajo, gobierno o ideal rector, es igual de bueno o malo. Ello equivale a andar como pollo sin cabeza.

  1. Reconocer la trascendencia de tu trabajo

Quien anda como pollo sin cabeza, seguramente está trabajando en algo que no le gusta o donde se siente insatisfecho. Aun así es posible cambiar el valor del trabajo, pues uno es quien decide la etiqueta que le pone.

Todo puesto tiene una razón de ser (resuelve un problema, facilita el trabajo de otros, provee insumos) a fin de proveer un producto o servicio que satisface una necesidad. Reconoce la trascendencia de lo que haces en la vida de otros (sean tus compañeros de trabajo o el cliente) y vincúlala con tus aspiraciones no materiales (e.g., impactar positivamente la vida de otros).

  1. Involúcrate.

Si no te gusta la realidad del país haz algo constructivo para cambiarlo.

Bien se dice que “por sus frutos los conocerás”. El desempeño económico, político y social de México es reflejo de sus habitantes. El gobierno al que tanto criticamos es reflejo de nosotros mismos: cómo esperamos que éste sepa hacia dónde va, si a nivel individual la mayoría de la población va por la vida como pollos sin cabeza. Trabajemos para recobrarla.

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