El triunfo de la soberbia es la derrota de la política

La renuncia de Margarita Zavala de Calderón a su añeja militancia panista tiene por supuesto algunas razones… La renuncia de Margarita Zavala de Calderón a su añeja militancia panista tiene por supuesto algunas razones de corte personal...

10 de octubre, 2017
ricardo-anaya

La renuncia de Margarita Zavala de Calderón a su añeja militancia panista tiene por supuesto algunas razones…

La renuncia de Margarita Zavala de Calderón a su añeja militancia panista tiene por supuesto algunas razones de corte personal y políticas, pero sobre todo muchas implicaciones.

Su separación de Acción Nacional se circunscribe fundamentalmente en el hecho de que el presidente de ese partido, Ricardo Anaya, se apropió de todas las estructuras internas y se auto otorgó beneficios correspondientes a su cargo de manera exclusiva en pos de su propia aspiración a la candidatura presidencial.

Anaya no le negó a Margarita Zavala su deseo de participar, simple y llanamente con mucha maña la aisló, mediante un bloqueo de formas, en que su pertenencia al partido no le permitía realmente ser parte del proceso de selección.

Entonces el esfuerzo personal de la señora Zavala de Calderón resultaba inútil porque su precandidatura no tenía futuro en un esquema en el cual quien tiene las facultades electivas a través del control de los órganos internos del partido para el efecto, es a su vez también aspirante y por supuesto no está interesado en tener competencia de ningún tipo. 

Lo que Ricardo Anaya no acertó a calcular es que bajo esta premisa, tarde o temprano esto tenía que suceder: la salida de Margarita Zavala era pues como diría el gran Gabriel García Márquez, la crónica de una muerte anunciada.

Anaya ahora dice respetar la decisión de la esposa del ex presidente Felipe Calderón; sin embargo, la califica de errónea y acusa sin ningún recato que esto a quien beneficia es al PRI.

El asunto es que ese diagnóstico no se desprende del hecho en esta coyuntura. Eso era algo que políticamente era por demás previsible y él mismo, sin aceptarlo, se hace culpable de no haberlo resuelto con anterioridad.

El responsable de la división en Acción Nacional es Ricardo Anaya por su soberbia y total y absoluta incapacidad de operación política, por su talante autoritario que cada vez raya más en lo dictatorial.

Como lo hemos apuntado en diversas ocasiones, para Anaya no existe más verdad y razón que la suya, quien lo confronta está mal y es su enemigo. La autocrítica no es parte de su esquema ideológico y personal.

También hemos apuntado que cada día se parece más a Andrés Manuel López Obrador y no puede haber mejor ejemplo de ello, que no aprender del conflicto entre el tabasqueño y Ricardo Monreal.

Es evidente que Anaya no pudo o no quiso resolver un conflicto que de alguna manera hubiera podido tener otro colofón o en todo caso apaciguarlo mediante una estrategia para ganar tiempo.

El problema de Anaya es que quiere ser candidato a como dé lugar y si en ello van de por medio fracturas, eso pasa a segundo plano, aun y cuando estas escisiones se conviertan en la causa de lo que se puede anticipar serán el elemento fundamental de su fracaso.

Pareciera que tanto Anaya como López Obrador se han convertido en los mejores aliados del PRI, que han sido ellos con sus errores quienes más alimentan sus posibilidades, ya que hace algunos meses, antes de la elección del Estado México y los sismos, estaba sepultado, electoralmente derrotado.

Anaya no puede señalar a Margarita Zavala de beneficiar al PRI con su desprendimiento del PAN, eso es algo que él mismo propició, y definitivamente decidió aceptar y enfrentar la coyuntura.

Si bien es cierto que se antoja imposible que Margarita Zavala pueda ganar la Presidencia de la República por la vía independiente, también lo es que le va a restar una enorme, considerable cantidad de votos al panismo, ya sea en lo individual o integrando el frente con el PRD y Movimiento Ciudadano.

En esa dispersión quien gana por supuesto es el PRI, pero más aún si el candidato del Revolucionario Institucional, como todo parece indicar, será José Antonio Meade.

No se pueden descartar dos escenarios tangibles en la elección si ese fuera el caso: por un lado el voto útil de los panistas a favor de Meade, para que López Obrador no sea presidente, o en que en su momento, la misma Margarita Zavala en plena campaña presidencial decline abiertamente a favor de Meade.

No podemos hacer de lado que ya se habla con insistencia -en el se dice se rumora y se comenta-, que se ha fraguado un pacto entre Felipe Calderón, Margarita Zavala y el presidente Enrique Peña Nieto, para que José Antonio Meade sea el próximo presidente de México.

La conclusión nos lleva a reflexionar que la arrogancia se impone a la práctica política, que la primera derrota a la segunda, privilegiando pasiones y ambiciones personales por encima de los objetivos esenciales. 

Visto así, desde el punto de la observación y el análisis de la teoría política pura, quienes actúan favoreciendo esas condiciones, no tienen la capacidad ni merecen acceder al poder.

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