El Hipódromo de las Américas (Para Principiantes)

Hace más de 70 años, el presidente Manuel Ávila Camacho le otorgó la concesión para construir un hipódromo en 65 hectáreas de los terrenos federales… Hace más de 70 años, el presidente Manuel Ávila Camacho le otorgó...

27 de mayo, 2015
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Hace más de 70 años, el presidente Manuel Ávila Camacho le otorgó la concesión para construir un hipódromo en 65 hectáreas de los terrenos federales…

Hace más de 70 años, el presidente Manuel Ávila Camacho le otorgó la concesión para construir un hipódromo en 65 hectáreas de los terrenos federales de las Lomas de Sotelo al empresario Bruno Pagliai. Multimillonario de la época, casado con la bellísima actriz Merle Oberon y emprendedor como ninguno. Se dio a la tarea y lo construyó. Así regresó la tradición de las carreras de caballos Pura Sangre y la Ciudad de los Palacios tuvo nuevamente un Hipódromo de clase mundial. En sus buenas épocas más de 10 mil personas asistían en promedio por función.

El Presidente Caballero inauguró el Hipódromo de las Américas en el año de 1943; relatan las crónicas que una de sus potrancas ganó la carrera inaugural. Tenía su placo en el Jockey Club y en la zona de caballerizas también se construyó un espacio para que el señor presidente viera entrenar sus caballos temprano por las mañanas. Así nació una Industria y un hobby.

Una industria porque se generan miles de empleos y una gran derrama económica por su efecto multiplicador que produce en la economía: granos y forrajes para alimentar a los caballos, medicinas para curarlos, etcétera, etcétera.

Un "hobby" para los propietarios de los caballos que sí se observa parece que ellos mismos corren en la "amullonada" pista de carreras. —¡Gané…!, tienen el descaro de decir, cuando el equino y su jinete sudaron la gota gorda para vencer a sus rivales. La emoción, satisfacción y pasión que logra una victoria produce en su vanidad un efecto curioso y los mantiene con ganas de alimentar

muchos caballos en sus establos. De esta manera son protagonistas principales del espectáculo y así, sin tal vez saberlo, los "caballistas" contribuyen con su dinero a la creación de toda una industria. Claro, hay que decirlo, un buen caballo de carrera también pueden engordar el bolsillo. Los campeones pueden valer muchos millones de dólares, tantos como 50, 100 o más… Es una industria millonaria y los gobiernos modernos debieran así considerarla y apoyarla decididamente.

También es importante que se sepa que los hipódromos son casas de apuesta y por ello debe haber una autoridad que vigile y regule toda la actividad para que nadie haga trampa pues hay dinero de por medio. Mucho dinero y la condición humana es proclive para querer ganarlo fácilmente.

Para describir el funcionamiento de la Industria Hípica sirve una analogía, "es como un carro romano de dos ruedas" me enseñó mi maestro. Una de las ruedas es la empresa permisionaria que quiere ganar dinero con la operación del permiso; la otra son los propietarios de los caballos que proporcionan el espectáculo y que adoran su afición. También quieren ganar dinero o que cuando menos no les cueste su hobby. El carro romano debe ser manejado por un hábil cochero —una autoridad— que vigile que todo funcione como miel sobre hojuelas. Los caballos que tiran el carruaje son el público aficionado pues con sus apuestas —su dinero— patrocinan el espectáculo. Si alguno de los elementos usados en la analogía no funciona, "el negocio" se va al caño y no se cumple la función social de la Industria Hípica: crear empleos bien remunerados. Impuestos y derechos para el erario.

En el Hipódromo de las Américas los cuatro elementos descritos funcionan mal: la empresa española CODERE que tiene la mayoría de las acciones tiene serios problemas financieros; por ende los caballistas no pueden mantener sus caballos pues los premios ofrecidos por la empresa son ridículos; la autoridad hípica es parte de la empresa y la autoridad gubernamental —en este caso la Secretaría de Gobernación— que le toca vigilar todo el funcionamiento de la industria del juego con apuesta no sabe, no quiere o se deja corromper por la empresa permisionaria para que las cosas no cambien. El público aficionado no asiste pues sospecha que hay gato encerrado y así presenciamos día con día el derrumbe de una industria —la Hípica  Mexicana— que debía estar en bonanza.

Para rescatar esta actividad hay que empezar por el principio y ello quiere decir contar con una autoridad hípica conocedora, independiente de la empresa e integrada por profesionales. Es el primer paso para que vuelva la certidumbre a las Lomas de Sotelo.

Esta semana volvemos a tener una reunión de trabajo que le hemos solicitado al C. Director de la Dirección General de Juegos y Sorteos de la Secretaría de Gobernación, el licenciado Luis Felipe Cangas Hernández para exponerle nuestra triste situación. Ya tiene el interés de escucharnos. Ojalá tenga el interés de poner orden, al fin tiene de su lado la legalidad en la mano.

Ya les platicaré lo que sucedió…

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