Torturadores también son víctimas

¿En México, cuántos soldados, marinos y policías de cualquier nivel que han torturado a sus prisioneros… ¿En México, cuántos soldados, marinos y policías de cualquier nivel que han torturado a sus prisioneros están recibiendo el tratamiento psiquiátrico...

19 de abril, 2016
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¿En México, cuántos soldados, marinos y policías de cualquier nivel que han torturado a sus prisioneros…

¿En México, cuántos soldados, marinos y policías de cualquier nivel que han torturado a sus prisioneros están recibiendo el tratamiento psiquiátrico o psicológico que requieren para normalizar sus vidas y prevenir que tengan una existencia miserable o, peor aún, terminen convirtiéndose en sádicos que disfruten infringir dolor físico y mental a otras personas, entre estas sus propios familiares?

Desde hace años muchos psiquiatras y psicólogos han estudiado como queda afectada la mente de una víctima de la tortura. Sin embargo, no hay muchas investigaciones que estudien como queda afectada la menta de quien tortura. Las que hay sugieren que la tortura deja dos víctimas: el que es sujeto de ella y el que la inflige.

En su artículo intitulado “This is how it feels to torture: It's followed by toxic levels of guilt and shame” (en español: Esto es lo que siente al torturar: Es seguido por niveles tóxicos de culpa y vergüenza), publicado en el diario estadounidense The Washington Post el 11 de diciembre de 2014, la periodista Lydia DePillis escribe lo siguiente:

“Sabemos mucho acerca de lo que ocurre con los detenidos. Los sobrevivientes de duros interrogatorios, cumplan o no con la definición legal de tortura, están dispuestos a hablar de sus experiencias, permitiendo una investigación substancial sobre como la experiencia de dicha coacción física y mental cambia su psicología. Pero ¿qué hay sobre los efectos de los duros interrogatorios en los propios interrogadores? ¿Qué podemos esperar para el futuro de aquellos que realizaron alimentaciones rectales, ahogamientos y otros malos tratos a los detenidos?”.

“En la era posterior a la Segunda Guerra Mundial, sólo han habido unos 140 análisis o entrevistas de personas acusadas de ser torturadores, según Darío Rejali, profesor de Reed College [Portland, Oregon], cuya investigación se centra en la tortura a través de los siglos. Los torturadores vienen de todas partes: Irán, Brasil, Francia, Grecia, y sí, Estados Unidos”. Y Rejali ha encontrado que ciertas características les son comunes. Por ejemplo, los torturadores no son sádicos ni personas predispuestas a ser crueles. Cuando ingresan a las fuerzas armadas o policíacas son hombres y mujeres normales y son elegidos por sus jefes para ser torturadores porque son “leales, patriotas y saben guardar un secreto”.

Entonces, se pregunta la reportera, “¿porqué la gente buena acaba torturando?”. Rejali da la respuesta: “Sucede por aburrimiento, enojo con los detenidos, y una especie de competencia. Empiezan a competir entre sí por ser más brutales y la persona que rompe al prisionero recibe todo el crédito”.

¿Cómo afecta a alguien el haber torturado a otro ser humano? Según Rejali, “en las sociedades democráticas -más que en los regímenes autoritarios en donde los torturadores fueron impulsados más por convicción religiosa o ideológica, y por lo tanto se sentían cómodos con sus acciones – el trauma post-conflicto es impulsado por ‘niveles tóxicos de culpa y vergüenza’. A menudo, estos síntomas son similares a los que presentan las mismas víctimas de la tortura”. Añade que quienes han resultado traumatizados por su propio comportamiento abusivo deben recibir ayuda rápidamente porque mientras más tiempo transcurra sin que puedan hablar de su experiencia más sufrirán los efectos del trauma post-conflicto que tanto se ve en personas torturadas y militares y policías que han experimentado situaciones en extremo estresantes.

Los sentimientos de culpa y vergüenza causan que el ex torturador difícilmente pueda adaptarse a su vida posterior. Algunos sufren tanto que llegan a suicidarse.

Sabiendo lo que hasta ahora se sabe, es válido preguntar si en México el Ejército, la Marina y las diferentes corporaciones policíacas tienen programas para atender psicológica y psiquiátricamente a quienes han sido torturadores. Es más, ¿los tienen para sus soldados y policías que han vivido experiencias brutales y deshumanizantes?  

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