Las Economías transitan y dejan huella

Las alternativas al capitalismo han demostrado capacidad de respuesta pero siempre con fórmulas del capitalismo revestido de reforma.

15 de octubre, 2018

Las alternativas al capitalismo han demostrado capacidad de respuesta pero siempre con fórmulas del capitalismo revestido de reforma. El capitalismo ha recibido adjetivación como ningún otro modelo de sustento económico. Tal vez sea que en los años en que por primera vez se puso a prueba la fórmula del capital como esencia de todo un modelo de economía, llamémosla de mercado en sus primicias de décadas atrás y formativas todas. Si exploramos un tanto la Gran Depresión de los años treinta, dos expresiones lacónicas reunían el único desafío del modelo del capital: Fascismo y Comunismo, ambas totalitarias, ambas enfrentadas. Los modelos de entonces no admitían parcialidades, tampoco situaciones mixtas o combinaciones; era el todo por el todo en materia económica. El pensamiento de hegemonía confundía principios doctrinarios con la extensión de los recursos, sin nombrar el capital como fuente y sustento de la preservación de un país o de una región o de su trascendencia. Se vivía el momento y la imposición que venía de muy atrás para recuperar el tiempo perdido, tiempo que se añadía al retraso de una lucha que correspondía a las potencias que soslayaron los recursos que salvaguardaba la doctrina redentora. La visión de corto plazo nubló toda expectativa de éxito. La idea simplista de reacomodo de los ingredientes del proceso productivo traicionó todo precepto de participación en cualquier mercado, en ese afán de sustento propio, cerrazón que impera hasta nuestros días, para disculpar la abstención de una globalidad irredenta e incólume.

 

Las economías totalitarias fracasaron no por endemia doctrinal, fracasaron por no contemplar visión de plazo, por sustraer del proceso de competencia los ingredientes del riesgo y el manejo estacional de los recursos. La estrategia de pensar por todos en un totalitarismo desbordado por el simple desafío de lo establecido por occidente, si lo ponemos en un orden de situación geográfica, y de éxito comercial en un mundo nuevo, nos arroja una luz endeble de desafío total a un mundo ya para entonces compuesto de fórmulas sujetas al capital. El capitalismo se convirtió en la guía, imperfecta tal vez, pero guía de subsistencia y normatividad para hacer de un mundo libre, un mundo libre de ideas también. Vino el camino de la desigualdad para recordarnos siempre que las pretensiones del capital no necesariamente caminan en paralelo con los satisfactores de una sociedad que no por el hecho de aceptar las condiciones del capital, acepta las prerrogativas que brinda el capital para unos cuantos. La desigualdad retoma una y otra vez el reclamo desde el poder, en la supuesta fórmula que altera las reglas de participación de los propulsores del capital y los receptores del beneficio que redunda en selectividad y segregación. Al parecer nunca se ha podido acoplar la fórmula política con el modelo económico adecuado, invocando reglas laxas de alguna época y en otras restricciones que también evocan reglas represivas en la función económica. La respuesta ha tomado defensa en la extrema derecha y en los modelos proteccionistas para renovar el espíritu de pertenencia, defensa ilusoria de bienes y activos comprometidos con un mundo global y competitivo.

Las respuestas de estos días a toda presencia cíclica de crisis, porque al parecer así se están perpetuando los ciclos en los países, han merecido una respuesta política. Encontrar algún fundamento sólido en esta percepción se antoja una tarea de revisión de doctrina en muchas naciones que han virado a sus políticas de centro, escudando tal vez la sensación de invasión de su espacio o simplemente la búsqueda de un respiro para analizar situaciones de futuro que no se ven halagadoras desde el punto de vista de certeza de rumbo. Esa es la palabra clave: rumbo. Si la representación política identifica esta sensación de pérdida de rumbo y lo retoma, pues todavía es prematuro su éxito porque la fórmula apenas se está dando. Francia con Macron a la cabeza ya enfrenta problemas de su oferta política. Una asunción de representatividad totalitaria como las que ahora vemos en nuestra propia región, empezando por los Estados Unidos, Brasil, Bolivia, como ejemplos, en apariencia cubre todos los espectros, el control político, la demanda social y lo más peligroso, el económico, terreno que se sitúa en un escenario complejo que requiere manejo de expertos. México vive una situación similar en este juego de representación total.

Mencionamos la respuesta política en el apartado anterior para resaltar dos mundos que necesariamente interactúan y que en algunos casos entran en conflicto: el político mencionado y el económico. Al inicio de este texto fue mencionada la Gran Depresión como tema aleccionador de política económica que no debemos olvidar. En 2008, el mundo tampoco olvida una segunda depresión que recuperó su paso con más de una década de atraso con respecto a la de los años treinta. La respuesta es muy simple, la intervención de la política forzada por las economías de bloque y la disparidad de conceptos reunidos para su solución, retardaron el proceso por decisiones de mando político y por la dispersión del riesgo a nivel global. No significa que la crisis no reuniera gravedad, simplemente afectaba proporcionalmente a todos, pero en todos estaba la solución sin importar la raíz u origen. Eso es precisamente economía de mercado. Que deba tener regulaciones, sin duda, pero la dilución del riesgo no la ven los promotores del proteccionismo anacrónico.

La fórmula simple del populismo ahoga el sustento de la política y el crecimiento de la economía. Se ha convertido en un fenómeno que aletarga y duerme en una pasividad incontrolable por el tiempo que pasa por encima de la fórmula del simplismo mismo. Bolsanaro y Trump ya hacen derroche de fórmulas simples para problemas complejos, nada más alentador para la confrontación territorial. Ya veremos respuesta de la Unión Europea ante una Rusia que se convierte en más vecino y socio que enemigo, y la respuesta tan despreciable de Trump que cada día convence en convertirse en el socio más desleal del planeta. Las decisiones políticas para el manejo de los mercados, las inversiones y el destino del capital, por el simple desafío a lo establecido como sistema, están dejando una huella de incompetencia, enmarcadas todas en el flanco de una extrema derecha confundida con populismo simple y llano.

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