Volver con el invierno

Dijiste que regresarías con el invierno… Dijiste que regresarías con el invierno, cuando la luz del sol dibujara líneas moradas en el horizonte y la luna se reflejara en el mar. Dijiste, aquel verano que los vientos...

25 de noviembre, 2016
invierno

Dijiste que regresarías con el invierno…

Dijiste que regresarías con el invierno, cuando la luz del sol dibujara líneas moradas en el horizonte y la luna se reflejara en el mar. Dijiste, aquel verano que los vientos eran cálidos y que, con ellos, los abrazos del tiempo cortarían la distancia, me dijiste, sí, que con el invierno llegarías.

Tantos inviernos han pasado ya, con sus nieves, fríos vientos y noches tan largas. La oscuridad del mar no recibe el brillo de la luna y el horizonte no pinta líneas de ningún color. Fíjate en ese cielo, en esas nubes y en la inmensidad del océano, muy parecido a la mente y a los recuerdos infinitos, sin final. Un ruido de pensamientos en duelo y el sinfín de esperanzas en desolación.

Dicen que las ausencias no se lloran, cuando el recuerdo persiste. Dicen que el tiempo lo cura todo, dicen también que la distancia es el olvido. Dicen tantas cosas esos que no esperan un invierno, ya ves, tu dijiste que regresarías con el invierno, eso, como lo otro, tampoco es verdad.

Decir adiós con ojos a medio abrir, manos temblorosas que atrapan los segundos en un reloj que solo sabe amenazar; decir adiós porque el verano se aleja burlón. No sirve el frío, ni el calor, ni la brisa de la primavera, no sirven los aguaceros de mayo, no sirve nada cuando el reloj no deja de repiquetear su tic, tac.

El tiempo no pasa rápido, ni más lento. Los días siguen teniendo veinticuatro horas y cada minuto sigue siendo sesenta segundos. No, el tiempo no pasa como debiera cuando se espera el siguiente invierno, todo se convierte en un árido verano, un insolente otoño.

Dicen que todo pasa, que nada se queda, que nada vuelve. Dicen tantas cosas que suenan a agravio y saben a terror durante la madrugada, tú dijiste que regresarías con el invierno y, la nieve no llega.

Nadie llora, nadie se preocupa, nadie te recuerda. Todos dejan pasar el tiempo, no han vuelto a ver el horizonte esperando sus líneas moradas y se duermen antes de que la luna se refleje en el mar. Tu recuerdo parece ahogado ahí, en esa profundidad que la luz de la luna no alcanza a ver.

Se fue todo, todos contigo y el recuerdo, ese solo se abraza en mitad del desierto candente esperando ese invierno del que hablaste una vez. El tiempo loco, las noches traviesas que acercan aquello que vive en un más allá que nadie conoce y todos imaginan muy bien. Que dicen, es, un lugar de paz y armonía, debe parecerse a esta noche tosca que trajo una imagen que no conozco y me hizo despertar para decirte que, se supone que espero un invierno, tu invierno.

Quien sabe qué llegó y a qué llegó ese ruido de voces y susurros mientras dormía, ‘volveré con el invierno’ soñé que escuchaba y desperté. No atino más palabras, ni recuerdo más detalles; la figura junto a un palmar, las manos alzadas y columpiando la cabeza, vestido el rostro con una sonrisa que no dejaba ver sus ojos y el viento, que revolvía sus cabellos, eran palabras a ritmo de una noche de luces.

Dicen que la magia atraviesa tiempos y se instala en un rincón secreto, el de los sueños. Si alguien ha dejado un aliento en el tiempo y a alguien le dijo que volvería con el invierno, el mensaje está en el aire y ese o esa tú que esperas, lo sabes ahora; vino, vestido de sonrisa, de oropel y fantasía. No pude ver si era una ella o un él, y no lo dijo.

Después, su cabeza dejó de columpiarse y su sonrisa se esfumó tras la última frase ‘dile que me busque en su sueño antes que la noche desaparezca’ y se hundió en la profundidad de la tierra.

De la tierra blanda y húmeda, apareció una nube blanca, como las nubes en donde se escriben mensajes que alguien dice, y el aire, con plumas desperdigadas, despacito escribió:

“Ese invierno del que hablé una vez es ahora un puñito de cenizas, trozos de ropa debajo de la tierra, un anillo en el sepulcro, un aliento en el hueco adornado de mármol blanco, una promesa revestida de intento. Yo quise volver con el invierno y me enamoré de la primavera”.

Creo, de madrugada, que los inviernos no existen, nunca han existido, son inventos para esconder el hielo de algún corazón en medio de una noche tosca que despierta para insistir, que alguien volverá con el invierno aunque se haya enamorado de la primavera.

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