Voces en blanco y negro

Es octubre de 1910; un pequeño niño da apenas sus primeros pasos por las calles empedradas de San Luis Potosí.   Es octubre de 1910; un pequeño niño da apenas sus primeros pasos por las calles empedradas...

20 de abril, 2018
casasola

Es octubre de 1910; un pequeño niño da apenas sus primeros pasos por las calles empedradas de San Luis Potosí.

 

Es octubre de 1910; un pequeño niño da apenas sus primeros pasos por las calles empedradas de San Luis Potosí.

En torno suyo, ¡la patria despierta y se rebela!

Lo envuelve la tormenta nacida del ultimo fraude electoral de Porfirio Díaz, ante el cual, un joven de Coahuila que se llama Francisco Madero, lanza su proclama y convoca al pueblo mexicano a tomar las armas, cuando Teódulo Bustos, (el pequeño de apenas dos años de edad) alza la vista al cielo viendo volar su papalote, confiado en el amor y la protección de sus padres.

Sus ojos captan ávidos y curiosos los acontecimientos que suceden ante sus ojos. Todavía no sabe que por su ingenio y su talento, la historia de la que es testigo inmediato, llegará a nosotros viva y palpitante cuando sus manos hábiles ya siendo un joven, armen para nosotros las piezas dispersas de una patria rota.

Me conmuevo al pensar que Teódulo y Julio (mi padre) podrían haber sido hermanos, porque entre ellos había poco más de un año de diferencia; podrían haber sido amigos; pudieron sin embargo muchas cosas, hasta que los hijos suyos, nosotros, coincidimos finalmente en el espacio y en el tiempo, uniéndonos en el amor y la amistad que hoy atesoro.

Las imágenes de ambos han llegado frente a mis ojos en destiempos, pero finalmente, se identifican y coinciden. Ambos fueron testigos de la misma patria; hijos de la misma convicción, y aun cuando sus tiempos y sus espacios no los llevaron a conocerse, el amor del que nacieron ha llevado a encrucijadas que ahora me permiten hablar de Teódulo el niño, de Teódulo el joven artista y de Teódulo el cimiento de una estirpe que ha seguido su vocación en los colores ilimitados de la pasión por Mexico; una estirpe de artistas que no niega la cruz de su parroquia.

Pensando en él, imagino lo que habrá sentido al ver las polvaredas que se alzaban al paso de la indignación hecha revuelta; al escuchar las voces erguidas en gritos de libertad; al adivinar desde el fondo de sus ojos alertas, la historia que se estaba escribiendo en su presencia; la historia de la que él, sería editor.

Teódulo Bustos sería mensajero de los tiempos que lo vieron crecer desde la cuna hasta convertirse en cronista a traves de la magia de su arte.

En el México del naciente siglo XX, la vida comenzaba a plasmarse en las imágenes que hoy atesoramos, gracias a los hermanos Casasola y a Salvador Toscano.

Esos pioneros iban recogiendo la vida en sus imágenes, armados con rudimentarias cámaras sin zoom ni filtros; sin lentes especiales ni aditamento alguno. Sin embargo, haciendo verdaderos malabarismos, captaron el espíritu de nuestra patria renaciente que yo, desde muy temprano, conocí en la biblioteca de la casa de mis papás, hojeando los libros de páginas en sepia que me transportaban al mundo de sus crónicas.

Miguel Zacarías, el gran cineasta y cazador de talentos, descubre en el joven Teódulo Bustos las cualidades que al paso de los  años, nos permiten revivir hoy toda aquella época heroica del México que gracias a aquellos precursores, no se ha perdido y no debemos olvidar.

Si en alguna medida es cierto que vivimos mientras somos recordados, la obra de Teódulo Bustos nos pone de la mano en el mismo tiempo de quienes fueron mucho antes que nosotros; gracias a él, los que de otro modo habrían quedado en el pasado, tienen presencia y voz entre nosotros; gracias a su trabajo, aquellos predecesores nuestros pueden ser vistos, hablarnos y ser escuchados; siguen vivos.

Las imágenes captadas por Salvador Toscano, eran un rompecabezas que necesitaba articularse de manera que hiciera sentido y pudiera fluir hacia nosotros, y que los mensajes de quienes nos legaron su pasión por México, llegara ante nuestros ojos, y por ellos a nuestras almas de la manera más fiel y exacta posible.

Entre los Casasola, los Toscano y el joven cineasta al que hoy rindo homenaje, poco había cambiado tecnológicamente hablando.

El acervo de imágenes acumulado por el trabajo de estos pioneros, necesitaba ser no solamente conservado, sino puesto en orden.

La tarea de la recopilación viva y coherente, no sería posible ni siquiera para la más moderna de las computadoras. Es necesaria el alma inmortal que Dios nos ha dado; la inteligencia emocional y el talento; la percepción de la verdad, el bien y la belleza, solamente posibles para el espíritu humano.

Los miles de retratos y los kilómetros incontables de celuloide que palpitaban con los acontecimientos que captaron, son la historia de México; pero para contarla era necesaria una combinación de cultura, sensibilidad y talento que fueron contribuidos por aquel niño ya convertido en joven, cuyos primeros pasos ocurrieron cuando los hermanos Serdán aun no habían sido muertos en Puebla, al inicio de la Revolución Mexicana.

Manuel Bernal nos regaló su voz en el trabajo de Carmen Toscano. La paciencia, el amor, el cuidado y el talento combinados con la destreza técnica y la visión artística, corrieron por cuenta Teódulo Bustos, el articulador de la coherencia indispensable cuyo resultado conocemos como “Memorias de un Mexicano”.

El legado de aquel niño potosino; de aquel joven inquieto; de ese mexicano testigo y partícipe, no se quedó en las cintas de celuloide que constituyen su acervo.

Las voces en blanco y negro armadas y traídas a la vida por aquel joven potosino, se han multiplicado en luces y sonidos multicolores transmitidos a las que ya son tres generaciones de una familia de artistas que lo mismo actúan que maquillan, hacen efectos especiales o nos obsequian con las catrinas vivas como las de su hija Mónica, y siguen alentando la misma pasión creadora.

La secuencia creativa continúa en una familia de cronistas y mensajeros que como Don Teódulo, provienen de la misma estirpe de Filípides, el soldado que corrió 42 kilómetros desde Maratón hasta Atenas, para anunciar la victoria de los griegos sobre los persas, casi medio milenio antes de Cristo.

Gracias Don Teódulo.

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Para Monica Bustos y su familia, con admiración y carino.

Stahringen am Bodensee, Baden Wurttemberg

Abril de 2018

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