Réquiem para un Divo: a un año de la muerte de Juan Gabriel

La muerte prematura de Juan Gabriel dejó un enorme vacío en la música popular de nuestro país. La muerte prematura de Juan Gabriel dejó un enorme vacío en la música popular de nuestro país. Aquel domingo 28...

29 de agosto, 2017
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La muerte prematura de Juan Gabriel dejó un enorme vacío en la música popular de nuestro país.

La muerte prematura de Juan Gabriel dejó un enorme vacío en la música popular de nuestro país. Aquel domingo 28 de agosto de 2016 nunca será olvidado. Estoy seguro que en las décadas próximas la gente se acordará de lo que estaba haciendo ese domingo al enterarse de la muerte de Juan Gabriel. Así de grande era el cariño que los mexicanos le teníamos.

¿Por qué ha dolido tanto su partida? Confieso que cuando supe la noticia, pensé que se trataba de una broma, o de un rumor sin fundamento: ¿cómo? No es posible que Juan Gabriel esté muerto, pensé. Al ver en internet los sitios más acreditados de noticias, me di cuenta que era verdad.

Ahora me pregunto quién era el máximo ídolo vivo de la música popular en México, hasta antes de la muerte de Juan Gabriel. De inmediato vienen a mi mente varios nombres: Carlos Santana, Vicente Fernández, Marco Antonio Solís, Luis Miguel, Alejandro Fernández, y claro, el propio Juan Gabriel. Y de estar vivos, seguramente tendríamos que incluir a Joan Sebastian y quizá a Jenny Rivera. En mi opinión, el más influyente de todos ellos, desde el punto de vista estrictamente musical, es Carlos Santana; pero el más querido, sin duda, es Juan Gabriel. Por muchas razones. No sólo es uno de los cantautores más prolíficos (se le atribuyen mil ochocientas canciones), sino que algunas de sus composiciones son verdaderos hitos del cancionero popular: Querida, Amor eterno, Hasta que te conocí, Siempre en mi mente, El Noa Noa, Mi fracaso, La diferencia, Ya lo pasado, Se me olvidó otra vez, Ya lo sé que tú te vas, Te lo pido por favor, Yo no nací para amar, Pero qué necesidad, Caray, Inocente pobre amigo, No tengo dinero, No vale la pena, y cientos más. No hay mexicano que no conozca y que no haya cantado al menos una canción de Juan Gabriel. No es de extrañar el hecho inédito de que la Casa Blanca emitiera aquel fatídico día un comunicado loando y reconociendo su trayectoria –claro que era la administración Obama; la administración Trump nunca habría expresado condolencias–. Hasta donde recuerdo, aquella fue la primera vez que un presidente de Estados Unidos se condolió por la pérdida de una figura de nuestro pueblo.

Y no sólo fue un excelente compositor popular; su trascendencia no obedece únicamente a ello. La leyenda de Juan Gabriel se construye a partir de su trágica infancia, de su difícil adolescencia, de su orientación sexual, de su humildísimo origen. Como millones de mexicanos, Juan Gabriel se las tuvo que ver con la adversidad, con la marginación, la pobreza, la discriminación, la falta de oportunidades. Como millones de mexicanos, Juan Gabriel sufrió. Por eso la gente lo siente tan cercano. Nació y creció en medio de una pobreza extrema, pero su tenacidad y perseverancia le permitieron romper el hado al que estaba sometido. Juan Gabriel es una historia de éxito: es la historia que millones de mexicanos quisieran vivir.

Más allá del éxito musical y de la superación de la adversidad, Juan Gabriel logró afirmar su orientación sexual en unos tiempos en donde era verdaderamente difícil. Si hoy en día subsisten los prejuicios, la condena y la discriminación hacia la población gay, imaginemos cómo sería la situación allá en los años sesentas y setentas. Juan Gabriel tuvo que enfrentarse a su propia familia. El hecho impresionante de que los señores “más machos” y “duros” se pusieran por décadas a corear y bailar las canciones del Divo, a mí me dice mucho: Juan Gabriel abrió brecha a toda la comunidad homosexual; su figura no sólo es destacada en el mundo de la música, sino también en la lucha por la igualdad de derechos de todas las personas. Aún cuando Juan Gabriel no estuviera consciente de esto, su triunfo es el triunfo de la comunidad homosexual; es el triunfo de los pobres, de los marginados; es el triunfo de un integrante del pueblo: por eso lo hemos querido tanto; por eso nos ha dolido tanto su partida.

No recuerdo que la muerte de ningún otro ídolo del pueblo haya causado tanto pesar. Ni siquiera la de Pedro Infante. Lo que sí es cierto es que Juan Gabriel vivirá en el corazón de México para siempre. 

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