Reencuentro, el regreso triunfal de Richard Linklater

La nueva cinta del Richard Linklater, director de “Escuela de Rock” es una dura reflexión sobre la vida, el honor, el amor y la amistad La nueva cinta del Richard Linklater, director de Escuela de Rock es una...

27 de abril, 2018
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La nueva cinta del Richard Linklater, director de “Escuela de Rock” es una dura reflexión sobre la vida, el honor, el amor y la amistad

  • La nueva cinta del Richard Linklater, director de Escuela de Rock es una dura reflexión sobre la vida, el honor, el amor y la amistad

En los años 70 apareció una generación de cineastas que cambiaron la forma de hacer cine en Hollywood, encabezados por Steven Spielberg, George Lucas, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Woody Allen y Brian De Palma, los cuales redefinieron en cine industrial desde una perspectiva más cercana al cine independiente que al clásico espectáculo hollywoodense tan en boga en ese entonces. Cintas como El padrino, Tiburón, entre otras, se volvieron los nuevos clásicos y sus creadores son hoy en día recordados como los pilares para los nuevos realizadores. Sin duda, los más famosos de todos los que surgieron entonces pero no los más inteligentes ni los más interesantes. Ellos fueron sólo una pequeña parte de una generación que forjó algunas de las películas más impresionantes que se han realizado jamás, y no en términos de espectacularidad, sino en lo creativo y lo intimista. Surgieron con ellos gente como John Cassavetes (Husbands, 1970), Bob Rafelson (Five Easy Pieces, 1970), Robert Altman (M.A.S.H., 1970), Dennis Hopper (Easy Rider, 1969), Peter Bogdanovich (The Last Picture Show, 1971), Paul Mazursky (Bob & Carol & Ted & Alice, 1969), entre otros, que le dieron nuevo aliento a la entonces decadente filmografía americana. Uno de esos nombres fue Hal Ashby.

Ashby comenzó como editor de cine y su trabajo reflejaba la decadencia del pueblo norteamericano, su vida cotidiana y sobre todo, tenía un ojo descomunal al momento de retratar lo banal de las charlas que existen en el día a día y cómo entre toda esa paja, se esconde lo verdaderamente importante. Cintas como Harold and Maude (1971), Shampoo (1975) y Coming Home (1979), son grandes obras hoy en día poco recordadas, pero sin duda, una de las más oscuras referencias que existen del director es The Last Detail (1973), basada en una novela de Darryl Ponicsan, que narraba la historia de 2 marinos que son asignados para llevar a un tercero a la prisión. En el camino deciden darle una última noche de diversión al reo, antes de entregarlo. Esa juerga les sirve para irse conociendo uno al otro y al mismo tiempo, le es de utilidad al director para analizar lo frágil de la naturaleza humana. Sin duda, resulta sorpresivo que una cinta hoy tan poco recordada, le haya servido de base a Richard Linklater para realizar su nueva cinta: Reencuentro (Last Flag Flying, 1917), secuela tardía pero oportuna de la original de Ashby.

Aquí se narra lo que ocurre cuando un veterano de la guerra de Vietnam busca a los 2 superiores con los que más contacto tuvo y que fueron los mismos que lo llevaron a la prisión, para pedirles que lo acompañen al entierro en el cementerio de Arlington, de su hijo, muerto en Irak. La sorpresa viene cuando se entera que el joven no fue una baja en combate, sino que fue asesinado por un civil mientras iba a comprar unos refrescos. El afligido padre, decide que no quiere que sea sepultado ahí, en donde están los restos de los héroes, sino en el cementerio de su pueblo, como civil.

Lo que para cualquier director podría ser un pretexto para llevar a la gente a la risa fácil o para generar un filme dramático y lacrimógeno, en manos de Linklater se transforma en una humana visión sobre cómo el pasado nos afecta y lo frágil que es la existencia. Como ocurre en casi todas sus cintas, las consecuencias de los actos y el paso del tiempo son más importantes que la progresión dramática fácil, como llega a ocurrir en casi cualquier cinta de este tipo. La comedia y el melodrama road movie siempre llevan la misma estructura, con personajes diferentes entre sí, que por alguna causa son echados al camino con una misión en particular. En el transcurso pasan por 3 etapas, siempre las mismas, que coinciden con los 3 actos de un guión tradicional: Los individuos se conocen, se confrontan y posteriormente, se comprenden y terminan volviéndose íntimos amigos o amantes. En este caso, aunque se cumple con la receta, la diferencia es que nunca hay un confrontamiento forzado (un ejemplo es Por la libre, de Juan Carlos de Llaca, una apreciable película, en la que la confrontación viene cuando casi al final se pierden las cenizas del abuelo, que son transportadas a Acapulco para ser tiradas al mar). Lo que el creador de School of Rock (2003) y Waking Life (2001) hace, es permitir a los personajes encontrar eso que les hacía falta para poder reconciliarse con su pasado, sin gritos y sombrerazos. En una de las escenas más divertidas de la cinta, mientras van en un auto, en la radio suena una canción de Eminem, Bryan Cranston le pregunta a Laurence Fishburne que si no le da pena ser afroamericano al escuchar la porquería de canciones que cantan los jóvenes de su raza, a lo que Fishburne le contesta que sí, pero que lo que vienen escuchando proviene de un cantante blanco. Cranston le contesta efectivamente que es una vergüenza, pero que no importa porque él nunca se ha identificado con su raza, que él siempre se ha sentido más acorde con los verdes, los militares. En ese momento, el tono cómico se rompe y empieza una seria reflexión sobre la pérdida de valores que ataca la realidad contemporánea. Y así es todo el filme, constantes subidas y bajadas, momentos trágicos que llevan a la comedia o viceversa. Un cine en el que no pasa nada, en el que las verdaderas acciones ocurren dentro de los personajes. Un Linklater en estado puro, recuperándose de su fallido experimento Boyhood (2014) y rescatando lo reflexivo de su muy personal trilogía sobre el amor (Before Sunrise, 1995; Before Sunset, 2004 y Before Midnight, 2013).

Linklater es el mayor hijo espiritual del ese cine independiente que se hacía en los años 70 y lo demuestra en este filme, en el que manifiesta que en manos de un buen director, incluso un actor tan limitado como Steve Carell puede generar una actuación inolvidable. Uno de los mejores filmes del año, que por desgracia no fue contemplado en las pasadas entregas de premios. De esos filmes que dan a comentar por días y después permiten platicar todavía más.

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