Pensarnos

Pensar nos significa, no sitúa, nos da aquello que llamamos Ser. Pensar es hablar lo que soñamos, ejemplificar lo inasible, lo que se nos escapa… Pensar nos significa, no sitúa, nos da aquello que llamamos Ser. Pensar...

13 de noviembre, 2015
pensar

Pensar nos significa, no sitúa, nos da aquello que llamamos Ser. Pensar es hablar lo que soñamos, ejemplificar lo inasible, lo que se nos escapa…

Pensar nos significa, no sitúa, nos da aquello que llamamos Ser. Pensar es hablar lo que soñamos, ejemplificar lo inasible, lo que se nos escapa a las manos y a la vista, eso indefinible que nos habita, el pensamiento: nosotros.

Pero sobre todo, pensar es preguntarse, como lo haría en La estación violenta Octavio Paz, “¿la vida, cuándo fue de veras nuestra? / ¿Cuándo somos de veras lo que somos?”. Tal vez, seamos nosotros al preguntarnos esto y no antes.

Preguntar, preguntarse, preguntarle al otro, preguntarnos, preguntar acaso al que no vemos: ¿por qué estamos aquí?, ¿para qué? Porque es posible que lleguemos a otro de los versos de Paz: “bien mirado no somos, nunca somos/ a solas sino vértigo y vacío”.

Y es que preguntarse es saberse incompleto, conocer que nos faltan piezas, que somos apenas un esbozo de lo que queremos ser.

Preguntarse también es ver la realidad con los ojos de adentro, los que perciben y sienten el entorno abrumador de las cosas.

Porque sí, el mundo es aquel donde suceden los hechos, como pensaría Wittgenstein. Y los hechos son las situaciones que nos afectan directamente, aquello que nos rondan, eso inevitable que nos violenta.

Y es cuando pensamos y nos preguntamos y todo se vuelve pesado e irrespirable. Las calles se achican, el cielo se vuelve una capa espesa de esmog, el trabajo deja de ser un gusto, ahora es una necesidad, una especie de esclavitud, porque pensar es saberse libre, es tener la sensación primaria de libertad.

Por eso muchos luego no vemos, no queremos, sabemos que en el reverso de las cosas nos encontramos y allí todo es tan diferente, tan posible, tan onírico, y estimula nuestras ganas por ser diferentes, por ese cambio que solo sucede en el interior del que piensa.

¿Es preferible ver hacia abajo?, así todo es una necesidad insalvable, algo que se tiene que hacer porque así son las cosas, de esa y no de otra forma funciona el mundo.

Pensar se vuelve un arma en nuestra contra, porque nos empuja a ser diferentes, pero ser distinto en esta época es aislarse, es no servir, es ir pasando por ahí.

Pensar es igualmente el recordatorio de las cosas, a nuestras sombras, los muertos que caminan tan libres, como en Pasado en Claro, Octavio Paz, pensó su sombra de infancia como un “niño entre adultos taciturnos (…) niño por los pasillos de altas puertas (…) niño sobreviviente”, en su casa donde “los muertos eran más que los vivos”.

Y sólo de esta forma volvemos a buscar eso que de adultos nos hace falta, tales memorias reflejan, muchas veces, nuestro malestar actual.

Pensar es cortarnos en pedazos y ver que hay en cada uno de los lados de ese trozo de pan.

¿Qué hay en nuestras partes que cortamos al pensar? El subconsciente nos da flashes de lo olvidado a través de sueños, de casualidades, de eso imposible que resulta no serlo tanto ya pensado mejor.

Pensar es trabajar en la construcción del ser humano, pero es tan difícil para muchos, porque pensar se confunde con necesidades básicas como pedir un vaso de agua o sentir que uno quiere ir al baño y entonces buscarse un baño.

Pensar es transmitir lo que no sabíamos que conteníamos, y a cuántos de nosotros nos ha servido el pensamiento del otro, el descubrimiento propio de aquella persona que nos habla.

Pensar es enseñar al otro que escucha, y a su misma vez, el que habla aprende, genera, porque “para que pueda ser he de ser otro/salir de mí, buscarme entre los otros/los otros que no son si yo no existo” (La estación violenta).

Pensar es levantar la cara y señalar esa cantidad de cemento que nos ha enterrado, porque la espesura gris del concreto nos hace rebotar, engaña, pensamos erróneamente que ya está todo hecho, que no hace falta llegar a nosotros, en creer en nosotros, pues nos volvemos habitantes, sólo eso, entes que vagan entre tantas paredes inexpresivas.

Pensar es vernos en el futuro que ya se nos niega en el siempre hoy, en ese falso presente que se ha perpetuado como cáncer en el mundo.

Pensemos que todavía hay mucho en qué pensar para mejorarnos, para ver la verdadera cara de todos aquellos que siguen andando con sus máscaras.

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