Morir solo en Nueva York

El reportaje de The lonely death of George Bell (traducido como “Morir solo en Nueva York”) de N.R. Kleinfield… El reportaje de The lonely death of George Bell (traducido como “Morir solo en Nueva York”) de N.R....

28 de noviembre, 2016
georgebell

El reportaje de The lonely death of George Bell (traducido como “Morir solo en Nueva York”) de N.R. Kleinfield…

El reportaje de The lonely death of George Bell (traducido como “Morir solo en Nueva York”) de N.R. Kleinfield y ganador, por este, del Premio Pulitzer de Periodismo en 2015, es una historia que deja un vacío tan extremo, como extremo el proceso para encontrar a quien reclamara el cuerpo de un hombre solitario que murió en su departamento.

La vida y la muerte se encuentran de la mano y acurrucadas en el silencio del ruido de cualquier ciudad y las grandes ciudades encierran los secretos más crueles, las debilidades más poderosas, los hábitos y síndromes más absurdos que un ser humano es capaz de acumular.

George Bell, como tantos habitantes del mundo, debía, según su creencia, acumular cuanta cosa encontrara en su camino, todo lo que le derivara en comodidad, cualquier artefacto que pudiera rellenar los huecos que quedaban en su reducido apartamento; esta afición de George se extiende a todas las necesidades emocionales y la soledad con la que nunca se aprende a vivir.

La historia de este solitario, reportado por sus vecinos y encontrado muerto por la policía, se topa con la vida y su camino en las letras de Kleinfield. George nunca lo supo, sin embargo, la ciudad salió a su encuentro y las luces de la noche vieron sus pasos a través de un reportaje periodístico que, al convertirse en Premio Pulitzer, hace que Bell reviva, hable y se comunique con sus herederos y pueda al final, descansar en paz.

Y cuántas muertes en vida en completa compañía se viven diariamente en todos los rincones, esas personas que, sin enfermar del cuerpo, enferman de soledad, de nostalgia y de pesar por historias inexistentes y mueren, aunque sigan viviendo. Nadie les encontrará para escribir sus historias y hacerlos vivir por medio de ellas, al paso de tiempo la soledad física se vuelve la soledad del alma, tanto cansa la amargura que hasta el amigo más cercano acaba por alejarse.

Si un ser humano triste al morir pudiera dejar lo acumulado en la mente, en el corazón y en sus recuerdos, seguramente se amontonarían amargas tristezas, frustraciones, amores fallidos, palabras no dichas, reproches e insultos oscuros. Si un ser solitario dejara como herencia sus acopios emocionales, nadie correría a reclamarlos; ninguno sería capaz de expurgar cada uno de los desperdicios y hacerlos propios, nadie se haría responsable del equipaje que el muerto dejó.

La vida como la muerte, tienen amigos y enemigos, dependerá del éxito financiero de quien muere, la cantidad de amigos y de enemigos también. Tratándose de herencias emocionales cargadas de culpabilidad, pocos serán los que con piedad se acerquen. George Bell era, al principio de las investigaciones, casi un indigente sin historia y sin dinero que únicamente poseía cosas inservibles aglutinadas en su casa, por eso, nadie se interesó en él.

Cuando los seres humanos vivimos en compañía plena, con amigos leales de cerca y de lejos, con conocidos que tienen voz tan potente que se pueden escuchar aunque estén lejos, con amigos cercanos que apapachan el alma, con seres familiares que saben esperar cuando alguno pide soledad, cuando se tiene todo eso, no hace falta acumular ni emociones nefastas ni cosas inservibles. Se puede, pues, morir en paz y sin necesidad de investigaciones policiales ni especulaciones sociales.

Como la de George Bell, hay muchas historias similares, la vida en abandono, la muerte en vida, un morir respirando y un vivir sin poder andar. La siembra diaria es la que puede resultar en la cosecha de vida, hay que ver cuáles semillas se están depositando para que nos alegre o nos asuste la cosecha que podamos levantar, o acaso la que otros tengan que levantar al faltar uno.

Y es que uno se muere cada noche y revive con el sol. Al anochecer, el recuento de acumulaciones se puede dejar fuera de casa, deshacerse de lo que no sirve y dormir en paz; de día y con la luz del sol, empezar de nuevo a acumular para escudriñar en lo pequeño y aplastar lo grande, servirnos del día para regalarle a la noche la sonrisa de satisfacción que merecemos, por haber sabido vivir en paz.

http://www.nytimes.com/2015/10/18/universal/es/george-bell-morir-solo-en-nueva-york.html

http://www.pulitzer.org/finalists/nr-kleinfield

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