¡Me da un Peso de Panocha y el Pilón!

Si bien es cierto, que el dinero no proporciona la felicidad, es igualmente cierto que mucho nos ayuda. Si bien es cierto, que el dinero no proporciona la felicidad, es igualmente cierto que mucho nos ayuda. La...

17 de agosto, 2016
peso

Si bien es cierto, que el dinero no proporciona la felicidad, es igualmente cierto que mucho nos ayuda.

Si bien es cierto, que el dinero no proporciona la felicidad, es igualmente cierto que mucho nos ayuda. La palabra dinero viene de denario, antigua moneda romana. La diosa Juno de los romanos tenía su templo junto a la más importante fábrica de monedas, por eso se considera que el dinero, que tantos bienes y males causa es de origen divino.

En la época precortesiana el cacao era una especie de moneda; al inicio de la Colonia 200 gramos equivalían a un real (12.5 centavos), y a finales de 1575 un real valía 80 gramos del grano. Un doblón equivalía a 750 maravedíes; un castellano a 500; un ducado a 375 y un real a 34.

Las monedas fraccionarias de cobre, por su escaso valor, eran despreciadas por los limosneros indígenas y las llamaban tepoztli –cobre en náhuatl-, y las lanzaban al lago de Texcoco; luego cambió a tepuzque, para quedar finalmente en chapuza, palabra muy utilizada hasta nuestros días.

Las águilas eran las monedas durante el imperio de Agustín de Iturbide; él fue el primero que emitió papel moneda en nuestro país; de uno, dos y diez pesos. Antes de la entrada triunfal del emperador, su novia le obligó a modificar el recorrido oficial; el lurio de Agustín cambió la ruta y desfiló gallardamente en su caballo frente al balcón de la casa de Ignacia la “Güera” Rodríguez.

¡Fíjense no más de los que son capaces de hacer las güeras nachas!

Los maximilianos de plata valían un peso y, los  de oro veinte; sus fracciones se llamaban emperatrices. En el Porfiriato se acuñaron monedas de oro conmemorativas al Centenario de la Independencia. Durante la Revolución se imprimieron los famosos bilimbiques y, al término de ésta quedaron una gran cantidad ya sin valor.

Los billetes más utilizados en las películas del Old West (de diez y veinte pesos) fueron emitidos por el Banco de Sonora. Los asaltabancos, asaltatrenes y jugadores de póker, al billete de $10.00 le llamaban cowboy Money, pues mostraban la imagen de unos vaqueros sonorenses arreando ganado ( Lucero 1993, p. 28) y, mostraban también la foto de una niña, hija de Ramón Corral, que fuera uno de los principales accionistas de tal banco y, posteriormente fue  Vicepresidente de la República en tiempos de Porfirio Díaz; luego entonces, esa chiquilla fue la tía del esposo de mi tía Martha Ávila de Corral. Muchas películas fueron filmadas por la “Universal Pictures Company”.

El tlaco –mitad en náhuatl- fue moneda fraccionaria en tiendas de raya. Valía la mitad de una cuartilla y se dividía en dos mitades llamadas pilón (Agraz 1993, p.28). Cuando desapareció el pilón como moneda fraccionaria, que equivalía a .75 de un centavo, era común que el comprador exigiera al comerciante un poco más de la mercancía adquirida como compensación. En otras palabras, el pilón era la feria que tenía que regresar el comerciante; y de esta manera quedó la costumbre de pedir el pilón, aunque el vendedor no debiera ningún cambio al cliente. Hasta aquí, todo iba marchando bien a favor del comprador, pero todo se paga en esta vida, como veremos más adelante.

En el poblado San Isidro, municipio de Comondú, su población hace muy bien en llamarle “Cerro del Pilón” a una de sus maravillas naturales; ya que pilón también significa “pan de azúcar”, que tiene forma cónica y, esa misma configuración tiene la cumbre de ese cerro.

Don Enrique Nava, “boxeador ya retirado” –padre de mi ex profesor Enrique Nava Moreno-, como dijera en su cantar José Alfredo Jiménez, tenía una fuente de sodas en la esquina de Nicolás Bravo y Antonio de Mendoza, hoy Gral. Félix Ortega. Ahí veíamos un simpático letrero que decía: “RASPADOS DE FRUTAS NATURALES: $0.50 ó 4 REALES”.

Cuando cursaba yo el primer año de primaria me despachaban a los mandados que se ofrecían en mi casa; me dirigía a la tienda de “Don Melchor”, en Serdán/ Bravo y Ocampo; también a la del “Chule Beltrán”, en Madero y Ocampo, igualmente a la de “Pepe Brooks”, en 16 de septiembre e Ignacio Ramírez y, ordenaba a los tenderos: “Me da un peso de panocha y el pilón”. 

El comerciante me entrega dos panochas extra,  mismas que de inmediato intercalaba en un birote de la panadería de Monroy.

Ya se acabaron los pilones; los únicos que nos los dan son los músicos. Y como decíamos anteriormente, todo se paga en esta vida –y nadie se va debiendo algo-. Para explicarlo de mejor manera se me ocurre hacerlo mediante la siguiente estrofa:

Pobrecito del marchante,

que a la tienda silbando iba,

gandallón el comerciante;

le cambió el pilón por el IVA.

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