Las ideas enmarcadas

Varias veces he comentado aquí que soy un coleccionador de citas textuales, las que me voy encontrando en mis lecturas.   Varias veces he comentado aquí que soy un coleccionador de citas textuales, las que me voy...

27 de enero, 2017
marco

Varias veces he comentado aquí que soy un coleccionador de citas textuales, las que me voy encontrando en mis lecturas.

 

Varias veces he comentado aquí que soy un coleccionador de citas textuales, las que me voy encontrando en mis lecturas. De pronto llegan en el momento adecuado: agregan o me ayudan a desarrollar otras formas de interpretar el mundo, el mío.

Otras, sirven para lo poético, como la siguiente del escritor Fabrizio Mejía Madrid en su novela 42 m2, al hablar de los padres, de su significado: “La madre es primaria: lleva al crío durante los meses necesarios, lo alimenta, lo sabe. El padre no. El padre es creencia. El padre es una incredulidad”, el padre es algo que se nombra cuando se le necesita, se podría agregar.

La poesía con relación a la vida, con sus conexiones más íntimas aparece de cuando en cuando en los libros, en las conversaciones, en las personas (ahora mismo recuerdo otra al vuelo: “el pensamiento nace en la boca”),  y la cita lo retrata, lo convierte en imagen y más tarde agregamos más elementos para ensanchar sus límites.

Pero las frases a veces también se expulsan del individuo, se vuelven generales, proféticas, diría, con cierto temor, sociales, como esta: “una vez que el odio a la cultura llega a ser cultural en sí mismo (…) la vida mental pierde todo significado” (Alain Finkielkraut), y es cuando pienso en la actualidad y asiento.

Después, entiendo que lo que vivimos no es nuevo, que solamente es un colapso social más, como los que han sucedido siempre en la historia. A veces nos creemos únicos, indestructibles, creemos que todo nos sale bien o que somos tan listos que podemos ir acomodando las piezas al momento; tal vez sea el problema que carga cada generación, y cada generación es una sola porque nos repetimos y juntos conseguimos dibujar el ocaso, el nuestro.

“Cuando el pasado ya no ilumina el futuro, el espíritu camina a oscuras” (Tocqueville), y pienso en desde cuándo estamos caminando a oscuras, junto con otros igual de ciegos.

Confucio, parafraseo, lo tenía claro: “yo no invento: transmito”, ¿transmitir qué? Las palabras de los otros, las imágenes encuadradas en las citas, en las frases que alguien escucha y de alguna forma le dan una dirección a sus pensamientos.

Tal vez no es que la gente no piense, no es querer enseñarles a pensar sino a dirigir sus ideas: conseguir que lleguen a un punto determinado solo para darse cuenta que llegar nunca es un final sino un comienzo.

El hombre “nunca se desalienta o disgusta lo suficiente como para renunciar a hacer lo mismo otra vez, porque sabe bien que es importante y que merece la pena hacerlo” (Ray Bradbury).

El hombre cargando su propia cruz, la del mundo entero, la existencia misma. El hombre empecinado a vivir, a no desaparecer, a ser inmortal como especie. El hombre terco. El hombre como creador de su propia penitencia: ¿por qué no dejar la cruz que no pedimos llevar a cuestas?

En fin, la literatura y sus creadores están llenos de ojos que terminan por alcanzar nuestro tiempo, para decirnos que todo está mal, pero que así ha sido siempre, que Roma también cayó.

Pero también nos advierten de aquellos que integran asociaciones o grupos en pro de cualquier cosa, como los que están en contra de que a las gallinas se les tenga en un corral o aquellas personas que entienden de una manera torcida el concepto de igualdad o los que confunden lo bueno con lo justo y viceversa, o aquellos empecinados en no dejar vivir al otro y que quieren imponer sus ideas a toda costa con la misma pasión con la que los musulmanes radicales cortan las cabezas de los occidentales y de todo aquél que no se alinee con sus creencias y formas de vivir.

El mundo parece estar al revés, hundido en una atmósfera irrespirable, pero es cuando alguien se cansa y platica su tiempo lejanísimo, y entonces el silencio.

Es cuando decido dejar la última cita: “Los peores están llenos de intensidad pasional” (Yeats). Y es cuando pienso en los activistas de Greenpeace dañando las Líneas de Nazca en Perú, al desplegar “una enorme pancarta al lado de uno de los famosos dibujos”.

Así estamos hoy, como ayer, como siempre.

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