Cartas a Tora XXVIII

Querida Tora: El del 7 ha progresado mucho en su trabajo. Ya es jefecito y anda en coche. Le han dado permiso de dejarlo en…   Querida Tora:          El del 7 ha progresado mucho en su...

10 de marzo, 2017

Querida Tora: El del 7 ha progresado mucho en su trabajo. Ya es jefecito y anda en coche. Le han dado permiso de dejarlo en…

 

Querida Tora:

         El del 7 ha progresado mucho en su trabajo. Ya es jefecito y anda en coche. Le han dado permiso de dejarlo en el patio de la vecindad, a la entrada, por las noches; pero apenas cabe, y los vecinos tienen que pasar de ladito y procurando no rayarlo, porque si le haen cualquier cosa se les echa encima y los maltrata, y les recuerda que trabaja en la Delegación. Siempre anda de traje y usa corbatas de colores brillantes, que hasta parece que tienen un foco adentro. Y tiene unas esclavas…

Aclaremos este punto. Aquí no hay esclavitud, más que disimulada. El otro día te contaba lo del señor que era del 41. Así, como él, hay muchos. Pero, a pesar de todo, no es que sea dueño de esas mujeres y las pueda vender. Hay casos en que se las pasan a otros y reciben dinero por ello; pero no dan facturas, ni siquiera un recibo, y es como una gratificación. Aquí, las esclavas son pulseras para hombres. Pero no creas que tienen perlas o son de florecitas y cosas así. Son de oro porque si no, no tiene chiste; pero los eslabones son más gruesos, más toscos. También las mujeres usan pulseras gruesas; y algunas, cuando se las ponen no levantan el brazo, no vayan a hacer demasiado esfuerzo. Pero las esclavas son diseños más… más bruscos, a ver si me entiendes. Y cuanto más macho es el dueño, más rudas son las esclavas, aunque les pongan  diamantes, que los hay. Pues el del 7 tiene dos esclavas, una para cada brazo (el lugar exacto donde se llevan es la muñeca, pero no tengo ganas de entrar en más explicaciones ahora).

Pasando a cosas más interesantes, te diré que el otro día tuvimos una emergencia odorífera… debía decir pestífera. En la mañana empezó un olor muy penetrante de los baños, y para las 11 hubo que desalojar  las viviendas que quedan más cerca. Al principio, cuando lo fueron a llamar, el portero se hizo el occiso (no me digas que no conoces esta palabra); pero luego tuvo que ir, y descubrieron que uno de los drenajes tenía una piedra y no podía pasar nada. El plomero no quiso meterse a quitar la piedra “porque se le ensuciaban los zapatos”. Llamaron a un albañil, pero ese dijo que tenía catarro y que le habían prohibido mojarse los pies. Por fin, el portero le ordenó a uno de sus guaruras que lo arreglara; y que si no, la policía iba a saber quién había robado la panadería de la esquina. El guarura tuvo que obedecer, pero pidió unos sacos para meter la piedra y un perro muerto que había por allí. Y mientras, nadie podía usar los baños. Era sábado, y los niños no habían ido a la escuela. Entonces, había gritos y apuros y hasta escuincles llorando por todos lados. Claro, tuvieron que correr a las fondas vecinas. Y el portero, que no da paso sin huarache, les dijo a los del King´s que compraran muchos helados y los vendieran a sobre-precio “porque era una marca nueva que estaban introduciendo. Claro, se acabaron los helados y tuvieron que traer más, porque también los adultos los quisieron probar mientras hacían cola.

Total, el guarura acabó como a las seis de la tarde. Necesitó la ayuda de otros dos, que también habían participado en el robo a la panadería. Pero estaban tan sucios, que los vecinos no quisieron que pasaran por el patio; trajeron unas mangueras y se pusieron a lavarlos ahí mismo. El portero se vió generoso y les disparó un helado a cada uno; pero los manguerazos se los llevaron antes de que pudieran probarlos, y no les quedó más remedio que comerse unos panes de los que aún les quedaban. La ropa les quedó inservible, y el portero les prestó unos trajes, que les quedaron como si fuera de su hermano el chico; y cuando se fueron, todos se reían de ellos en la calle. Pero o les importó, porque los vecinos les sacaron quien un taco, quien una quesadilla, y hasta unos traguitos de mezcal del bueno.

Pero el olor no se fue hasta el otro día. Para poder soportarlo, todos trajeron de esos olores que se venden embotellados, y echaron por todos lados olores de rosa, de lavanda, de pino y de quién sabe qué, que se mezclaron con el olor de los guisos del 33, y se formó un batidillo que a muchos les revolvíó el estómago; y se aliviaron en la forma que eso se puede aliviar. Afortunadamente, casi todos llegaron a tiempo al agujero; sólo el 24, que está cojo, no llegó y perfumó con los aromas de su estómago el pasillo de arriba. Pero eso se resolvió con unos manguerazos.

Al portero le llovieron las quejas, y tuvo que decir que en cuanto esté terminado el problema del agujero van a atacar el de los baños, “así que vayan preparando las chequeras, los que las tengan, o hagan un agujero en el colchón, los que lo tengan, para resolver este asunto”. En cuanto oyeron eso, todos se fueron, mustios y acongojados. Y el chavo del 7, que llegó en ese momento, les dijo que de nada servía disimular, que el asunto era de todos y entre todos lo iban a resolver. Y se encerró con el portero a ver qué iban a hacer.

Ya te diré lo que decidan. Cuando lo decidan, porque llevan quince días y no encuentran la solución.

Te quiere,

                Cocatú

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