Cartas a Tora XVIII

Querida Tora: No te entiendo. Yo te mando una “Selfie” para que vayas conociendo a mis amigos de por aquí, y tu te pones como… Querida Tora:          No te entiendo. Yo te mando una “Selfie” para...

29 de diciembre, 2016

Querida Tora: No te entiendo. Yo te mando una “Selfie” para que vayas conociendo a mis amigos de por aquí, y tu te pones como…

Querida Tora:

         No te entiendo. Yo te mando una “Selfie” para que vayas conociendo a mis amigos de por aquí, y tu te pones como araña enloquecida. ¿De dónde sacas esos celos? La gatita es rubia, pero no la estoy abrazando. Lo que pasa es que los gatos tenemos colas largas y flexibles que se mueven sin que intervenga nuestra voluntad. Te repito que no la estoy abrazando. La cola se movió para allá, y no la estoy abrazando. Por favor, fíjate bien en la foto.

Me hiciste enojar mucho, y estoy tentado de terminar aquí, pero lo que ha pasado en las campañas es muy interesante, y quiero que lo sepas. Para empezar, el portero hizo colgar un letrero que va desde la azotea hasta el piso con su retrato (muy retocado, por lo que se ve casi guapo), que dice “Ya me conoces”. Como quien dice: “Más vale malo conocido que bueno por conocer”. Pues claro que lo conocemos, y sabemos que deja todo a medias, y que el dinero nunca le alcanza. Pero no sé si él no da cuenta o si cree que los vecinos somos idiotas. Nuestra planilla (y digo “nuestra”, porque yo formo parte de ella; soy la mascota) puso unos posters pequeños con los nombres de los integrantes y un pequeño plan de trabajo. Lo malo es que muchos de los vecinos no saben leer, o ya se les olvidó o les da flojera. Pero eso lo resolvimos con la ayuda de algunos vecinos, que los leen a los otros. Además, el muchacho del 7 ha estado allí todo el tiempo, explicando lo que quiere hacer. Eso ha dado muy buen resultado. Pero tuvimos un problema: uno de los guaruras del portero empezó con el rumor de que la del 21, que es consejero suplente, hace tortillas. No vayas a creer que es tortillera. Sí, trabaja en una tortillería, donde nada más cobra y envuelve las tortillas en un pedazo de papel. Pero hace tortillas de las otras, de las que se hacen en lo oscurito, ¿entiendes? Hace tortillas… es tortillera… es decir, es…. tortillera. Eso cayó muy mal en la vecindad, y la campaña se nos vino abajo. El portero sacó otro cartel enorme que decía “Aquí no hay tortillas. Sólo pan”. Ahí le fue mal a él, porque casi nadie come pan, sólo tortillas. “De las buenas”, le añadió al cartel; y se repuso un poco. Nosotros estábamos muy alarmados; pero el muchacho del 7 tomó el toro por los cuernos (en vez de “toro”, lee “tortillera”), y le dijo que tenía que renunciar por el bien de todos. La vieja se indignó, lloró, nos insultó y dijo que se pasaba al campo enemigo. El portero no la quiso. Y hasta se rió de ella en público. Entones todas las viejas, comedoras de pan o de tortillas, se le echaron encima, y por poco le pegan (a un guarura le pusieron un ojo morado, y a su secretaria la emplumaron con caca de gallina). El portero no se asomó al patrio en tres días, y tenían que llevarle de comer en la noche, para que no contaminaran su comida.

Para tapar el hoyo que se hizo en nuestra planilla, llamamos a la señorita del 45, que es muy mocha (no, no le faltan dedos; si acaso, una uña que se le rompió cuando se echó sobre el sobrino del señor del 41 y se rodó las escaleras); y aunque todo el mundo se ríe de ella cuando la ven salir hacia la iglesia con velo y falda larga, causó muy buena impresión ver que poníamos a “una persona respetuosa y de buenas costumbres”. Por cierto que el portero (en persona y usando todas sus artimañas) intentó seducirla para acabar con su buena fama. Pero ella, que está muy escarmentada por una triste aventura que tuvo con el del 56 (cuando todavía tenía períodos de lucidez en sus crudas), no le permitió que la tocara; luego fue y les contó todo a sus guaruras, que se le voltearon y votaron todos en su contra “por no haberse podido tirar a la vecina más hambrienta de todas”, Yo creo que el portero se enteró de lo que dijeron, porque todos esos guaruras desaparecieron de la noche a la mañana, y sus cuerpos no han sido encontrados (pero a mi me consta que están en la cárcel, acusados de desacato a las altas autoridades). Entones, tuvo que poner sus guaruras nuevos en la planilla; pero como nadie los conocía, nadie votó por ellos.

Total, que llegó el día de las elecciones, y desde muy temprano empezó la votación. El portero se las arregló para meter 3 urnas “embarazadas” (no sabes qué es eso, ¿verdad? Haber venido conmigo) en una de las casillas. Pero los que la cuidaban se dieron cuenta, porque habían empleado plumones negros, y en las casillas sólo había plumones rojos y amarillos, y cancelaron todos esos votos. Al portero le dió chorrillo del coraje; y cuando contaron los votos y salió perdiendo por 3, se le torció la boca. Entonces, pidió que se re-contaran los votos. Y aunque nadie quería, el del 7 pidió que los re-contaran, para evitar rumores de fraude. Y resultó que perdió por 4 votos, porque el del 56 sólo sabía contar hasta el 10.

Hicimos un fiestón. Todo el mundo (menos yo) bebieron hasta cansarse, y el mandilón del 43 ya andaba arrastrando la cobija (literalmente, aunque no era la suya) por la escalera de atrás. El portero se tomó unos anti-ácidos y 2 ó 3 anti-diarreicos y fue a felicitar a su contrincante “por su lucha en favor de la libertad y la democracia”, y le pronosticó grandes éxitos para el futuro (“Seguro llegas a presidente”, le dijo), y le pidió una entrevista para empezar a trabajar por la vecindad.

El muchacho del 7 no tomó nada, dió las gracias al portero, concertaron la cita y se fue a dormir. Su madre le dio un beso (dulce y maternal); y su padre, con lágrimas en los ojos, le dijo que amanecía un mundo nuevo para su pequeña comunidad.

Tenía que contarte todo ésto, porque me dio muchas esperanzas para el futuro. Todas las fuerzas vivas de la vecindad esperamos una vida renovada. Ya verás que sí. Salúdame a tu mamá (en el buen sentido de la palabra).

Te quiere,

         Cocatú

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