Pasarse de listo

Aunque suene increíble la velocidad con que analistas revisaron 500 páginas de informes forenses y de gobierno tal vez se deba a que estuvieron leyendo la revista European Neuropsichopharmacology. Aunque suene increíble la velocidad con que analistas...

10 de septiembre, 2015
carmen-salinas

Aunque suene increíble la velocidad con que analistas revisaron 500 páginas de informes forenses y de gobierno tal vez se deba a que estuvieron leyendo la revista European Neuropsichopharmacology.

Aunque suene increíble la velocidad con que analistas revisaron 500 páginas de informes forenses y de gobierno tal vez se deba a que estuvieron leyendo la revista European Neuropsichopharmacology.

Cuando a principios del siglo XX el gobierno francés le encargo Alfred Binet a un sistema para detectar a los niños en atraso escolar, Binet pensó que era absurdo evaluar tareas escolares porque solo indicarían lo que se sabía de antemano, que iban mal en la escuela. Así que usó un examen con habilidades intelectuales generales. Iniciaba con las pruebas más fáciles y terminaba con las más difíciles. Cuando el promedio de los niños de cierta edad lograban resolver una pregunta, hacía un corte;  cuando ya no podían, hacía otro.

Ese fue el origen del concepto de edad mental. La mayoría de los niños de 8 años respondía las mismas preguntas; algunos respondían las preguntas de los de niños de 9 años y otros poco solo las de 7 años. Al inicio se restaba a su edad cronológica su edad mental pero en 1912 Lois William Stern, un psicólogo alemán, propuso que se dividiera porque la misma diferencia puede ser mucha con 4 años y poca con 18. En cambio al dividirse, las diferencias eran proporcionales. Alguien de 16 años con edad mental de 14 años tiene un cociente de 0.87 y uno de 6 años con edad mental de 3 uno de 0.5. Para facilitar su lectura Stern recorría el punto decimal, quedando 87 para el primer caso y 50 para el otro.  Había nacido el IQ. En el estupendo La falsa medida del hombre, Stephen Jay Gould narra varios de los abusos y absurdos del concepto de inteligencia. Y eso que murió antes de que la Inteligencia emocional apareciera para justificar la escasez de tesón en las clases de matemáticas. El mito de que usamos el 10% de nuestra capacidades intelectuales ha empeorado el malentendido, como se puede ver en la confusa, imprecisa e inverosímil película de Luc Besson, Lucy donde una rubia se convierte en el ser más inteligente del universo con una tacha experimental.

Desde la época de Stern la idea de inteligencia ha estado por todos lados y ha sido más sobrevaluada que la cocina molecular. Nadie sabe qué rayos miden las pruebas pero la obsesión de ser más inteligentes ha sido un gran promotor del consumo de drogas que por lo general terminan teniendo el efecto contrario.

O hasta ahora. Ruairidh Battleday y Anna-Katharine Brem de la Universidad de Oxford y la Harvard Medical School hicieron una revisión de las investigaciones hechas con consumidores del medicamento modafinil desde 1990 hasta el año pasado. Sus resultados aparecieron en la revista European Neuropsichopharmacology a finales de agosto e indican que el modafil es un potenciador cognitivo en situaciones controladas y para tareas medianamente complejas. Al igual que en la película Sin límites de Neil Burger, director también de Divergente y El Ilusionista, se trata de una sustancia cuyo consumo incrementa las habilidades de compresión y resolución de problemas.

El funcionamiento preciso se desconoce y los daños por el consumo no quedan claros en el largo plazo. Extrañamente considerado estimulante, no excita al cerebro, sino más bien pudiera bloquear sustancias que el cerebro produce para disminuir la actividad de las neuronas. No acelera el motor pero bloquea el freno.

Aunque poco conocida por la mayoría de la gente, la sustancia nueva nueva no es. Ya hasta hay versiones genéricas. Desarrollada originalmente en los años setenta por el neurólogo francés Michael Jouvet como un tratamiento experimental para la narcolepsia, el padecimiento que consiste en ataques súbitos e incontrolables de sueño profundo, resultó mejorar la concentración y el estado de alerta.

Ello la ha vuelto peligrosamente popular en ciertas profesiones. La noticia de estos días hizo notoria la existencia de consumidores de modafinil entre pilotos de combate, médicos y estudiantes universitarios.

Al parecer no ha sido socorrida entre diputados y líderes sindicales quienes, más conservadores y clásicos, prefieren buscar despenalizar drogas más tradicionales y orgánicas. O si la han consumido la usan para resolver sudokus. En todo caso no le caería mal la información a la diputada Carmen Salinas, al parecer sensible afectada por la terrible narcolepsia. 

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